En los días previos a la conmemoración del natalicio de Eva Perón (Evita), se produjeron varios hechos que conmovieron a la opinión pública.
El fallecimiento del Papa Francisco que removió los sentimientos de los católicos de todo el mundo -incluidos los de los argentinos-, enalteció su lucha denodada contra los privilegios negativos y en favor de los derechos naturales de los pueblos.
En Argentina, las acostumbradas reyertas entre los legisladores nacionales se repitieron en el seno de las cámaras legislativas provinciales, empeñados en abogar por causas injustas y/o fuera de las necesidades naturales de los habitantes.
A su vez, el Jefe de Gabinete, Dr. Guillermo Francos, citado por la Comisión Investigadora de la H. Cámara de Diputados de la Nación, para contestar preguntas sobre la cripto estafa, se dedicó a negar, con uñas y dientes, la participación del topo, en la organización y difusión de la misma.
Lamentable papel del Dr. Francos, quien defendió lo indefendible ya que su jefe hizo como mínimo promoción de $LIBRA e incurrió en el delito de negociaciones incompatibles con la Administración Pública.
Por sobre toda esta carroña de voluntades, se alzó la voz del topo Presidente, quien nos regaló una sarta de malas palabras, pretendiendo luego que los argentinos soportemos con estoicismo sus agresiones y no contestemos sus consuetudinarios agravios.
Cosa de todos los días y contra todas las profesiones e individuos. A esta altura ya se hace carne en los argentinos la necesidad de defenderse ante tanta ignominia.
Emerge, como el Ave Fénix, el día 7 de mayo, con el brillo de los elegidos y, como todos los años, la figura de Evita, esa mujer que entregó su vida para defender los derechos de sus “grasitas”. Y que fue el faro del Movimiento Peronista, protagonista principal de todas las obras ordenadas por el Gral. Perón, dirigidas a profundizar el bienestar de los pueblos.
Eva Perón fue un ejemplo de lealtad, lealtad al Líder de los Trabajadores y lealtad al pueblo argentino.
Jamás flaqueó y, a pesar de su grave enfermedad, demostró que por encima de su propia vida, ella postergó la suya, para trabajar día a día en el reconocimiento de los derechos de los más necesitados.
Ningún embajador o embajadora mejor que ella representó a Perón y a su pueblo, en su viaje por el mundo. Demostró su gran habilidad para conducirse en los salones de los gobernantes y en las barracas de los trabajadores, donde bregó por la Justicia Social tan anhelada por la devastación producida por la Guerra Civil Española y las que protagonizaron los países beligerantes de la Segunda Guerra Mundial.
Eva Perón no estaba hecha para las pequeñeces; su obra fue premiada y condecorada en casi todo el mundo y perdurará en el corazón de los niños, de los ancianos, de los discapacitados y de todos los trabajadores.
No importa si la reacción gorila, poco a poco, fue destruyendo sus obras. Estas quedan en el alma de todos los argentinos que algún día no muy lejano serán restauradas para alegría de los que menos tienen.
El día de su nacimiento, 7 de mayo, no es cualquier día. Es el puntapié inicial de una tarea en conjunto, en UNIDAD, sin distinción, de todos los argentinos.
Esta UNIDAD que tanto nos duele, es ineludible para desterrar para siempre la maldad de quienes se apoderaron de los poderes del Estado para corromperlo y destruirlo y colocarlo al servicio de los intereses foráneos.
Esta UNIDAD y, como consecuencia, la ORGANIZACIÓN, honrará el ejemplo de la compañera Evita, bandera revolucionaria del pueblo argentino.
Por Elena Marta Curone
