Silvio Frondizi y la Praxis de la Liberación

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Homenaje a 50 años de su brutal asesinato a manos de la Triple A. Fue uno de los más heterodoxos pensadores del marxismo argentino.
Fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria se oponía tanto al stalinismo del Partido Comunista como al reformismo socialdemócrata.
Luchador comprometido y abogado de presos políticos, fue una de las más de dos mil víctimas de los grupos parapoliciales que operaban durante el gobierno de Isabel Perón. Ellos fueron los que lo acribillaron a balazos por la espalda el 27 de septiembre de 1974. Había nacido en Paso de los Libres, Corrientes, el 1º enero de 1907.


Alcanzó gran prestigio como profesor universitario y autor de los libros Introducción al pensamiento político de John Locke (1943), La crisis política argentina (1946), El Estado moderno (1946), La integración mundial del capitalismo (1947), La realidad argentina (1955–56), Doce años de política argentina (1958), El materialismo dialéctico (1966) y Argentina: la autodeterminación de su pueblo (1973). Otros libros importantes de su producción son: La Revolución cubana. Su significación histórica (1961) y Teorías políticas contemporáneas (1965).


Comenzó su labor docente siendo muy joven. Entre 1938 y 1946 fue profesor en la Universidad de Tucumán. Desde 1958 en adelante, dictó la cátedra de Derecho Político, en la Facultad de Derecho de la Plata. Durante la década de 1940 si bien fue un opositor al peronismo también
cuestionó la participación de la izquierda tanto en la Unión Democrática de 1946 como en acciones orientadas por hombres y partidos de la oligarquía. Gran conocedor del sufrimiento de las clases trabajadores del interior del país decidió orientar sus esfuerzos teóricos y militantes hacia este sector. Conjuntamente con su actividad académica Silvio no esquivó nunca su compromiso con la praxis política. Este compromiso lo arrojó a las cárceles de la dictadura de Uriburu en 1931 y lo llevó, en 1973, a presentarse como candidato extrapartidario a Senador por el Frente de Izquierda Popular (FIP) que orientaba Jorge Abelardo Ramos. En 1974 integró la mesa directiva del FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo) que lideraba el PRT y aglutinaba en su seno a corrientes peronistas e independientes de izquierda. Fue el creador del grupo Praxis, una de las más importantes formaciones de la “nueva izquierda”, y editor del periódico Revolución que circuló entre 1955 y 1960.


Desde fines de la década de 1950 estaba convencido que en América Latina existían condiciones objetivas para una revolución socialista, pero faltaban algunas condiciones subjetivas siendo lo más grave la ausencia de articulación entre masas, partido y dirección.
También era defensor del criterio de que el socialismo tendría, ante todo, “que asegurar al hombre la libertad política y espiritual” tal como lo afirma en su trabajo Tesis de la izquierda revolucionaria en Argentina. Fervoroso defensor de la Revolución cubana, recibió de parte del Che Guevara la oferta –que rechazó– de quedarse en la isla como rector de la Universidad de la Habana.


Asumió como abogado, con valentía, la defensa de los presos del ERP que habían intentado copar el regimiento 17 de Catamarca, el 10 de agosto de 1974. En ese momento la Triple A firmó su sentencia de muerte. Pocos días después le incendiaron el estudio e hicieron estallar una granada antitanque en su casa. Finalmente, los esbirros de López Rega ingresaron a su domicilio, lo golpearon salvajemente, lo acribillaron a balazos por la espalda y arrojaron su cuerpo en un descampado de Ezeiza. No conformes con este acto criminal estos verdaderos perros de la noche –conducidos por el comisario Villar– interrumpieron el cortejo fúnebre y secuestraron su féretro que sólo tras una larga espera pudo ser inhumado. También allanaron su departamento, secuestraron sus libros, su archivo personal y sus manuscritos inéditos.


Como tantos “malditos” de nuestra historia la maquinaria del prestigio al servicio de la clase dominante lo ha silenciado. Ha pretendido que lo olvidemos como teórico y como militante y eso es lo que no debemos hacer. Aún en el peor momento, cuando su vida pendía de un hilo y sus amigos y familiares le pedían que se exiliara él se negó, reafirmado su compromiso revolucionario con la siguiente frase: “Este es
mi puesto de lucha”.

Por Maximiliano Molocznik

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