La sobreestimulación, el consumo y el cambio de rutinas explican el aumento de la impulsividad infantil en estas fiestas. Una psicóloga infantil detalla qué ocurre y cómo acompañar sin ceder.
La Navidad suele intensificar en los niños el deseo de tener más regalos y la dificultad para aceptar un “no”. Luces, publicidades, expectativas familiares y la ruptura de las rutinas generan un contexto que impacta de lleno en la regulación emocional infantil, según advierten especialistas en salud mental.
“La Navidad es una época altamente estimulante: hay regalos, mensajes publicitarios constantes y actividades fuera de lo habitual. Todo eso produce una sobrecarga emocional que aumenta la necesidad de gratificación inmediata”, explicó la psicóloga sanitaria Mónica Fraca Villar, especialista en infancia y familia.
De acuerdo con la profesional, el cerebro infantil todavía es inmaduro para autorregular impulsos. En ese marco, el mensaje cultural del consumo “cuanto más, mejor” se vuelve más potente, mientras que el cansancio y el estrés de los adultos también influyen en el clima emocional que absorben los chicos.
El rol de los adultos en la regulación emocional
Fraca señaló que, frente a este escenario, el papel de madres y padres es central. “Los niños no saben hasta dónde es suficiente. Para ellos, más siempre parece mejor. Por eso, los adultos debemos regular qué se puede y qué no se puede dar”, sostuvo.
Uno de los puntos clave es validar la emoción sin ceder en el límite. Expresiones como “entiendo que te gustaría tener más regalos y que eso frustra” ayudan a calmar el sistema nervioso del niño y evitan escaladas de enojo, explicó la especialista.
También recomendó anticipar límites claros antes de las fiestas. “Definir de antemano dos o tres regalos importantes reduce el choque y la frustración posterior”, indicó. Poner un marco previo permite que el límite no aparezca como castigo, sino como una regla conocida.
Límites claros, sin castigo ni culpa
Según la psicóloga, el límite no debe transmitirse desde el enojo ni desde la culpa. “Un adulto sobrepasado o culpable envía mensajes ambiguos. El niño necesita a alguien que pueda sostener su emoción y el límite al mismo tiempo”, afirmó.
En ese sentido, subrayó la importancia de explicar el porqué con un lenguaje emocional, sin retirar el afecto. “Decir que no a un regalo no implica decir que no al vínculo. El adulto debe permanecer disponible y cercano”, remarcó.
Otra estrategia sugerida es trabajar con la espera. Anotar deseos para más adelante (cumpleaños, vacaciones o el resto del año) enseña tolerancia a la frustración sin negar el deseo. “Aprenden que no todo es inmediato”, agregó.
El ejemplo adulto y el clima navideño
Fraca advirtió que los niños aprenden principalmente por imitación. “Si los adultos compran compulsivamente ‘porque es Navidad’, el mensaje implícito es que el bienestar depende de tener más cosas”, señaló. Lo mismo ocurre cuando las fiestas se viven como una carrera contra el tiempo.
Poner límites al gasto, a las actividades y a los compromisos también es una forma de enseñar autocuidado. “No necesitan adultos perfectos, sino coherentes”, resumió.
Finalmente recomendó revisar el guion emocional de las fiestas y reducir la sobreestimulación. “Los chicos recuerdan más los rituales compartidos que los objetos: cocinar juntos, preparar la mesa o hacer algo por otro”, concluyó.
Fuente: La Voz



