Arrancó diciembre y el bolsillo de millones de argentinos vuelve a sufrir: según un nuevo relevamiento de la consultora EcoGo, los precios de los alimentos registraron aumentos de casi 4% en la primera semana del mes, con alzas fuertes en carne, frutas y productos básicos del hogar.
La economía popular no da más. Con un contexto ya golpeado por caída de consumo, recesión y pérdida de poder adquisitivo, los nuevos saltos de precios prometen convertirse en una trampa letal para las familias: diciembre —mes clave por la canasta navideña— arranca con otro embate al bolsillo.
¿Qué se disparó?
- Los cortes de carne volvieron a pegar fuerte: la carne vacuna subió 1,2% en promedio, con picos de 1,8% en los traseros y 1,1% en los delanteros.
- Fiambres y conservas treparon 1,4%; otras carnes rojas, 2,2%.
- En rubros de almacén se vieron alzas generales: miel y dulces se dispararon 3,7%; helados 2,2%; azúcar, confitería y productos básicos también subieron.
Aunque algunos productos como ciertas verduras bajaron de precio, el descenso fue mínimo comparado con las subas y no compensa para nada la escalada general de la canasta básica.
⚠️ ¿Qué implica este nuevo salto inflacionario?
Según EcoGo, si continúa esta tendencia, la inflación de alimentos en diciembre podría cerrar entre 2,1 % y 2,2 % mensual solo para consumo en el hogar.Pero eso no es todo: con los aumentos en transporte, servicios y la estacionalidad de fin de año (con mayor demanda, fiestas, etc.), el impacto real sobre el ingreso popular podría ser mucho peor.
Para muchos sectores populares y de clase media baja, estos “saltos exprés” significan una corrida contra el calendario: pagar la comida, sostener el consumo, resistir la recesión. Y diciembre, con su canasta navideña, agiganta el problema.
🧨 ¿Quién paga los platos rotos?
La carga no cae sobre sectores de privilegio. Son trabajadores, jubilados, familias, comercios chicos, changarines y asalariados con sueldos devaluados los que estén al borde.
La suba de alimentos pone en jaque no solo las compras navideñas: deteriora directamente la calidad de vida. Y en un contexto de crisis estructural, ajuste del Estado y caída del poder adquisitivo, lo que viene puede ser peor.
El Gobierno —sea cual sea— no puede seguir mirando para otro lado mientras la canasta básica voltea por el aire. Si hay una “grieta” que duele de verdad, es la que deja entre los que pueden garantizar la comida y los que no.



