No debería estar en cuestión el derecho de una nación a ser respetada en su soberanía, es más, tendría que quedar en claro que al ser vulnerado ese derecho se inicia el camino hacia la destrucción nacional.
Bueno, eso es lo que está pasando con Argentina.
Todo indica que el “acuerdo” argentino-estadounidense concreta la demanda interesada desde hace décadas para que los productores norteamericanos nos vendan sin obstáculo alguno su ganado bovino y aviar, para un “acceso preferencial” al país de sus productos agrícolas, vehículos, máquinas y medicamentos y para que las multinacionales yanquis exploten en beneficio propio nuestras riquezas minerales.
La consagración “democrática” de un gobierno cipayo, cuyo presidente ya ha realizado 14 viajes a la metrópoli para planificar la entrega de la dignidad nacional, crea un cuadro de situación sin precedentes desde el mes de mayo de 1810.
Si bien en aquella instancia había unos cuantos que por indiferencia, temor o interés propio, hubieran preferido seguir siendo colonia, se impuso la voluntad y el coraje de los grupos decididos a proclamar el derecho a la autodeterminación.
De ésta sociedad en apariencia adormecida 215 años después, deberá emerger indefectiblemente la audacia de nuevos núcleos patrióticos capaces de impedir la destrucción nacional.
Colaboremos con nuestra acción para que ello suceda.
Por Héctor Amichetti



