El Costo Oculto del Acuerdo: Las Voces Críticas que Advierten sobre la “Letra Chica”

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El reciente anuncio del acuerdo comercial con Estados Unidos ha sidopresentado como un hito de integración y modernización. Sin embargo, más allá del optimismo oficial, un creciente coro de advertencias emerge desde los cimientos mismos de la economía nacional: la industria, los laboratorios y el campo. El temor compartido no es a la competencia, sino a un desbalance estructuraldondeArgentinaparececedersoberaníaacambiodebeneficios, por ahora, inciertos.

La crítica más dura proviene del corazón productivo. Desde la provincia de Buenos Aires, que concentra el poder industrial PyME, hasta las cámaras sectoriales de maquinaria y automotrices, el diagnóstico es uno: competencia desleal. Se advierte que eliminar barreras y aceptar automáticamente certificaciones extranjeras (como las de la FDA o las normas de seguridad vehicular de EE. UU.) es poner a competir a una industria local, asfixiada por la carga impositiva y la falta de financiamiento, contra gigantes de escala global.

Funcionarios provinciales han calificado esto no solo como una amenaza al empleo, sino como una “entrega de soberanía regulatoria”. Temen que, en la práctica, se esté renunciando a la capacidad del país de fijar sus propios estándares de calidad y seguridad.

Quizás la alarma más sensible resuena en el sector farmacéutico. Los laboratorios nacionales, agrupados en CILFA, han puesto el foco en la”propiedad intelectual”. La exigencia de EE. UU. de “reforzar” la protección de patentessetraduce,segúnloscríticos,enunriesgodirectoparalasalud pública.

El temor es concreto: que se extiendan artificialmente los monopolios de medicamentos, se dificulte o retrase la producción de genéricos —vitales para el acceso de la población a tratamientos— y se termine encareciendo el costo de la salud para todos los argentinos. Se teme que el acuerdo priorice las patentes de multinacionales sobre la capacidad de producción nacional. Argentina, con esto tira por la borda innumerables luchas en esa materia, que vienen desde Arturo Humberto Ilia, y que tuvo un hito durante los gobiernos nacionales y populares de Nestor y Cristina Kirchner, con un crecimiento impresionante en materia de producción de medicamentos genéricos, ello de la mano del ya fallecido Ministro de salud Gines Gonzales García

Finalmente, el acuerdo genera una profunda paradoja en el sector agropecuario. Mientras los grandes exportadores de carne vacuna celebran, la Federación Agraria Argentina (FAA) enciende las alertas por las economías regionales.

La FAA señala un desbalance evidente: Argentina concede el ingreso de ganado vivo, lácteos y carne aviar —productos que, según la entidad, “sobran” en el mercado interno—, amenazando directamente a los productores locales.Mientrastanto,unproductoclavedeexportaciónconvaloragregado,comoel

biodiesel, parece ser el gran ausente en las concesiones obtenidas por Argentina, quedando aún bloqueado por aranceles en EE. UU.

En resumen, las voces críticas no ven un “acuerdo”, sino una concesión asimétrica. El temor de fondo es que, detrás de la promesa de modernización,se esté cediendo soberanía industrial, sanitaria y regulatoria a cambio de una apertura de mercado que beneficia a pocos y amenaza a muchos. La “letrachica”, aún desconocida, es la que definirá si este pacto es el inicio de la integración o el fin de la industria nacional.

Si lo que se conoce es la letra grande, y ya es temeraria, no quiero imaginarmelo que sucederá cuando conozcamos la letra chica.

Este acuerdo se firma, además, en un contexto económico desolador: la inflación informada por el INDEC (2,3 % en Octubre) es una mera anécdota frente a indicadores que marcan una fuerte recesión y un retroceso en todos losaspectos. Que la AMCHAN celebre el pacto y que Caputo nos diga que el dólar se mantendrá (con garantía de EE.UU.) solo muestra a las claras el oscuro escenario futuro para la mayoría.

Lo que sucede es que el estado yanqui no subsidia a los argentinos; subsidia a sus propias empresas para que inunden el mercado con productos a un dólar barato. Esto liquida la competencia de la industria nacional, que día a día ve incrementar sus costos de producción por la suba de tarifas y el deterioro de la logística de distribución.

El costo electoral que vamos a pagar como país por la victoria de la fuerza de Javier Milei el pasado 26 de octubre luce inconmensurable, pero en la práctica, mientras pase el tiempo será peor. Lo sucedido en los 90 será nada ante este escenario.

Dios proteja a los argentinos, porque su gobierno los ha dejado tirados y a la deriva total.

Por Ariel Chiariotti

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