Por Carlos Ighina
Nació en 1814, en La Población, Departamento San Javier, en Traslasierra. Estudió en el Colegio de Monserrat y se graduó como bachiller y licenciado en derecho civil en la entonces Universidad de San Carlos, ejerció la docencia en esta última casa en cátedras de latín y filosofía, antes de complicarse en un movimiento contra el gobernador rosista Manuel López, conocido como Quebracho López, que le valió, precisamente, el destierro en Chile.
En 1847 pudo regresar al país, radicándose en la provincia de Jujuy, donde fue juez y donde nació, en Tumbaya, su hijo Leónidas. Sin embargo, nuevas cuestiones políticas derivaron a Lucero al exilio, esta vez en el Alto Perú, pero por poco tiempo, ya que los resultados de la batalla de Caseros le allanaron el camino del retorno. Con Mariano Iturbe en el ejercicio del poder en Jujuy, la vida de Lucero corría peligro y su derrotero debió extenderse a Perú y otra vez a Chile. Luego de la victoria de Urquiza, de nuevo en Córdoba, Lucero participo en los hechos que motivaron la destitución del gobernador “Quebracho” López y la designación en su reemplazo del doctor Alejo Carmen Guzmán, con quien colaboró.Dueño de una experiencia política como pocos, paseaba su prestigio por una Córdoba muy clerical, cuyo máximo lauro eran sus campanas y la fama centenaria de su universidad. Hasta ese momento, Alejo Carmen Guzmán era ministro de López, y producida la revolución del 27 de abril de 1852, asume la gobernación.
Pronto ocupó un escaño en la Sala de Representantes y sucesivamente fue nombrado vocal del Superior Tribunal de Justicia. Su momento político de mayor relieve no tardó en llegar cuando fue elegido diputado por Córdoba ante el gobierno de la Confederación Argentina, cuando el general Urquiza gobernaba el país desde Paraná, por la secesión de la provincia de buenos Aires.Luego de ser, en 1855, uno de los constituyentes que intervinieron en la redacción de la nueva constitución de Córdoba, de regreso en Paraná, asumió la presidencia del Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Entre Ríos, hasta que en 1861 se produjo el desbande a consecuencia del triunfo de Mitre en Pavón. Manuel Lucero, fiel a Urquiza, permaneció en la Mesopotamia ocupándose de la custodia y el ordenamiento de una documentación que sin él se hubiese perdido. Trabajó sin descanso y con loable lealtad, peroel asesinato de don Justo puso trágico final a sus desvelos y volvió a Córdoba.
Recibido con respeto, poco a poco reconstruyó su protagonismo social y político, siempre dentro de sus modalidades austeras y discretas. Afable en su trato, bondadoso por naturaleza, su pensamiento liberal se manifiestó, no obstante, en una Córdoba de caracteres clericales, heredera de una universidad ligada a la iglesia, cuya única facultad, la de Derecho, creada en 1791, en tiempos del marqués de Sobre Monte, sentía todavía la fuerte influencia del derecho canónico. La erudición se expresaba en latín, pero un gran latinista, nacido en las soledades de Amboy, también serrano como Lucero e hijo asimismo de esa universidad, Dalmacio Vélez Sársfield, daba formas, en Buenos Aires, a las modernas instituciones de derecho civil, que aprobadas a libro cerrado compondrían el contenido del Código Civil Argentino.
Durante su gestión en Paraná, en 1856, Manuel Lucero fue autor de la Ley de Derechos Diferenciales, que confería a las provincias del interior autonomía en la recaudación arancelaria respecto de lo ingresado por el puerto de Rosario.En 1858, el doctor Lucero fue electo nuevamente diputado nacional ante el gobierno de la Confederación Argentina. Esta vez lo hacía en representación de la provincia de San Luis, solar originario de los Lucero. Después de la batalla de Pavón y su desafortunado final para la Confederación Argentina, el doctor Lucero intentó retirarse a la vida privada, proyectando ejercer la profesión de abogado en la ciudadde Rosario, pero las persecuciones de que fue objeto por parte de los adictos a Mitre lodecidierona regresar a Paraná hasta el asesinato de Urquiza.
La próxima y fecunda etapa de su constancia de hombre idealista se realizaría en Córdoba y particularmente en su universidad.Fue, al mismo tiempo, senador primero y luego presidente de la Cámara de Diputados de la Provincia, en cuanto hombre político, y rector de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) como figura reconocida de una sociedad que sabía bien de sus calidades intelectuales y humanas. Hoy, a 147 años de su fallecimiento, un gran cuadro de Genaro Pérez sigue presidiendo el recinto deliberativo de la Unicameral, como indicador de una ejemplaridad axiológica; mientras que en el Salón de Grados de la UNC, un austero busto de bronce da testimonio a sucesivas generaciones de estudiantes y a visitantes.
Durante su gestión rectoral no sólo reformó los estudios de Derecho (la universidad estaba limitada hasta ese entonces a los estudios de teología y derecho) sino que reveló un carácter innovador, de vanguardia para la época.
A su llegada al cargo, los estudios físico-matemáticos y la Academia Nacional de Ciencias, fundada por Sarmiento, conformaban una sola institución aunque con distintos objetivos. Lucero examinó la realidad con lucidez y dijo: “Los primeros deben integrar la Universidad y la segunda debe estar fuera de ella”.
De este pensamiento devino la creación de la Facultad de Ciencias Matemáticas (luego Exactas), Físicas y Naturales”.
Junto a Lucero se hallaban sabios y científicos como Oscar y Adolfo Doering, Luis Brackebusch, HendryckWeyembergh, Jorge Hyerónimus y Francisco Latzina, también notorios integrantes de laAcademia de Ciencias. Comenzó con tres aulas y cinco profesores. Ya lo había dicho Sarmiento al fundarse la Academia: “Debe ser un centro de investigaciones científicas”.
Su posterior paso fue la creación de la Facultad de Medicina, pues entendía que “se franquearía así otra carrera a la juventud de la mayoría de las provincias, donde, son raros los médicos reconocidos”.
En este sentido se apoyó en la experiencia del doctor HendrikWeyenbergh, sabio holandés que era médico y naturalista. La provincia de Córdoba puso a disposición sus hospitales.La tarea de Lucero fue homérica y en muy pocos años, entre 1873 y 1878, enriqueció los museos, fomentó publicaciones, abrió al público la Biblioteca General, organizó nuevas cátedras enDerecho, impulsó la SociedadLiteraria, dejó adelantado el proyecto de fundación de la Facultad de Letras e intentóla creación de una escuela provincial de parteras, entre otras muchas iniciativas que pueden atribuirse a su visión académica y a su capacidad ejecutiva.
Sus criterios liberales chocaron sin disimulos con las formulaciones clericales que hacían fortaleza en la Córdoba aldeana de aquellos tiempos. En su primera elección, de los tres ejercicios académicos que desempeñó, triunfó ajustadamente, siendo su vicerrector el presbítero Uladislao Castellano, luego arzobispo de Buenos Aires y, como él, originario de San Javier.
En el acto de asunción, el nuevo rector agregó a su juramento: “para que Dios Todopoderoso me ayude, imploro su auxilio y protección”. En su primera reelección, en 1875, enfrentó al propio Ulasdilao Castellano, y en la segunda (tercer período) ya los guarismos lo favorecieron ostensiblemente con 65 votos por su candidatura frente a sólo dos en contra. En éste, su último ejercicio, permaneció apenas nueve meses, pues la muerte lo sorprendería un 23 de septiembre de 1878.



