La Argentina blanca o la Argentina parda
Se cumplen 80 años del nacimiento del peronismo un 17 de Octubre de 1945. Hay pocos ejemplos en el mundo de movimientos populares con 80 años de vida. Claro que no estamos en nuestro mejor momento. Pero, de pronto, son los enemigos de afuera los que nos sacuden el desconcierto y nos recuerdan que estamos vivos y somos un peligro para ellos. Estos días fue el Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent quien enfatizó: “Consideramos que a Milei le irá bastante bien y que el país está dejando atrás el camino peronista”.
Bessent nos trae a la memoria que hace 80 años un embajador norteamericano, llamado Spruille Braden convertido en líder de la oposición a Perón, le escribía al entonces embajador inglés, David Kelly : “la eliminación de Perón y su régimen militar sería ciertamente un paso importante para la seguridad de los Estados Unidos y por ende de Gran Bretaña…”. Es decir, desde hace 80 años que los personeros yanquis e ingleses vienen jodiendo con “eliminar y dejar atrás el camino peronista”. Sinceramente, apuesto a que esta nueva generación de peronistas sub 30, que estoy viendo nacer, le dé a nuestros “amigos del norte” 80 años más de genuina preocupación.
El encuentro que “viste al siglo de gloria”
Evita en sus charlas sobre la Historia del Peronismo explicaba: “Algunos creen que la historia la hacen solamente avanzar las grandes personalidades: éstos son los individualistas de la historia. (…) Otros en cambio, afirman que la historia es obra exclusiva de los pueblos: son los colectivistas de la historia. (…) Yo creo que la verdad aquí, como en tantas partes, reside en una tercera posición. Nada haría un pueblo sin un conductor, ni nada haría un gran conductor sin un gran pueblo que lo acompañase y lo alentara en sus grandes ideales. (…) Cuando se encuentran los dos, entonces el siglo se viste de gloria y marca en la historia una página brillante, para que en ella se escriban sus hazañas y sus nombres. Lo importante es que los dos, pueblo y genio, se encuentren”.
El 17 de Octubre fue justamente ese momento histórico en que “pueblo y genio, se encuentran”. Si bien el entonces coronel Perón llevaba tres años de incansable labor al frente de la Secretaria de Trabajo y Previsión, otorgando nuevos derechos de las masas trabajadoras, tarea acompañada de un intenso diálogo de difusión de las ideas de justicia social, todavía no estaba plasmado el vínculo líder-pueblo.
La fuerte presión opositora que se potencia con el triunfo aliado en la guerra y la llegada al país del embajador de los EEUU, Spruille Braden, encuentra huecos en las filas del gobierno militar, para forzar la renuncia de Perón a sus cargos y confinarlo en la isla Martín García.
Transcurre una semana de dudas, donde los acontecimientos parecen volcarse hacia el fin de la osada aventura del joven coronel. Preso y aislado, su espíritu oscila entre la bronca por la traición de sus camaradas, la idea del retiro en paz con su futura esposa Evita, y la expectativa de la reacción de los trabajadores que sus amigos cercanos creen pronta e inevitable.
La CGT, que todavía era un débil grupo de sindicatos, muchos dominados por socialistas y comunistas opositores a Perón, se debate ante la creciente presión de las bases obreras de Buenos Aires y el interior. Finalmente convoca un paro nacional para el día 18 “en defensa de las conquistas obreras”, pero sin hacer expreso pedido de libertad del coronel Perón.
El subsuelo de la patria sublevado
El día 17, desde la mañana, impulsadas por dirigencias de base, comenzaron las movilizaciones obreras desde los distintos puntos de Buenos Aires. Plaza de Mayo y el Hospital Militar donde estaba alojado Perón desde la noche anterior, fueron los sitios elegidos por la multitud. Por la tarde las columnas confluyeron en la Plaza con la exigencia de ver y escuchar al coronel Perón. Recién pasadas las 23 horas se produjo ese mágico encuentro entre el pueblo trabajador y su líder.
Así lo describe Raúl Scalabrini Ortiz: “Corría el mes de octubre de 1945. El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente desde sus fábricas y talleres. (…) Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de brea y de aceites. Llegaban cantando y vociferando unidos en una sola fe. (…) Descendientes de meridionales europeos iban junto al rubio de trazos nórdicos y al trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aún. (…) Hermanados en el mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, el tejedor, la hilandera y el empleado de comercio. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto.”
Esta vez no fue la violencia partera de la Historia
Tal vez, sólo para contrariar el dogma marxista, el parto del peronismo fue una fiesta popular totalmente pacífica donde lo más disruptivo fueron “las patas en la fuente” de quienes llegaban agotados de larga caminata bajo el sol de octubre. No hubo vidrieras rotas, ni piedras contra la Casa Rosada. No hubo banderas de los triunfadores de la guerra europea, ni se escuchó la Marsellesa como en las marchas anteriores de la “gente bien”. Sólo una canción de tribuna futbolera “yo te daré Patria hermosa… te daré una cosa que empieza con P … Perón”.
El único hecho de violencia se produjo al finalizar el acto, en Avenida de Mayo 98, sede del progresista diario Crítica, cuando sus custodios respondieron a los insultos de la multitud con una balacera que dejo dos jóvenes muertos y más de 30 heridos. Sorprende leer en la crónica la edad de los heridos, en su mayoría de 18 a 25 años, e incluso hay chicos de 12, 14 y 16 años entre los baleados. Lo que es indicativo también del promedio de edades de los movilizados esa tarde. Años después en septiembre de 1973 frente a los grupos juveniles en su mayoría de clase media universitaria, Perón recordara: “No hay que olvidarse, muchachos, que la juventud hizo el 17 de Octubre, pero fue la juventud de los sindicatos. La otra juventud estaba en contra de nosotros, esos salían todos los días a tirar piedras contra nosotros, en Trabajo y Previsión, yo cuerpié una piedra ahí y era la juventud de la clase media y los universitarios, que desde el principio no estuvo con nosotros. En cambio, la juventud sindical, esa sí, esa se organizó y esa fue la que hizo el 17 de Octubre.”
Qué película estaba mirando la clase media y la izquierda
Hace poco escuché a la historiadora Julia Rosemberg decir que ese 17 de Octubre la juventud universitaria estaba mirando otra película. Y efectivamente, desde 1943 a 1955, lo que podemos llamar “el progresismo de la época”, clase media ilustrada, intelectuales, estudiantes universitarios y partidos de izquierda fueron la avanzada militante del más cerrado antiperonismo. Cuando se repite (desde esos mismos espacios actuales de “izquierda progre”) que Perón se equivocó en no haber desatado una guerra civil en 1955, desconocen que probablemente sus padres, abuelos y antiguos profesores iban a ser la primera línea de muertos en caer en 1955.
Mariano Castex militante, antiperonista y comando civil, recuerda: “Yo viví la Segunda Guerra entre los 7 y los 13 años; fanatizados transportábamos al colegio el conflicto europeo. Nosotros nos alineábamos con “los buenos” y los otros con “los malos”. Los hasta ayer amigos jugábamos en grupos aislados; los “aliados” con sus institutrices francesas e inglesas por un lado y los “nazis” con sus niñeras arias, rubias y espigadas por otro. En 1945 cuando llega el peronismo, veíamos en Perón la reencarnación del nazi-fascismo. Casi era una continuidad natural, del conflicto europeo.” Continúa: “Y si pertenecíamos al bando vencedor, no podíamos permitir que “los malos” tomen el control de nuestro país. En la universidad comencé a participar de algunos grupos antiperonistas con la idea de voltear al gobierno. Después de la huelga universitaria del 51, ya en un grupo más chico empezamos a prepararnos para la acción. Nuestro modelo eran los maquis de la resistencia francesa”.
Existió y existe todavía una suerte de clisé en los sectores “ilustrados” o “bien informados” de clase media, que es dejarse ganar por la excitación de guerras lejanas, y la necesidad de tomar partido por alguno de los lejanos bandos en pugna. Cuidado, no se trata de negar la importancia de conocer en profundidad cómo se mueve el mundo en cada tiempo histórico. Pero ese saber debe estar vinculado a los intereses permanentes de nuestra nación y nuestro pueblo. Es decir, como base para actuar en función de nuestro interés nacional. Muy distinto a tomar partido, embanderarse y convertir los conflictos externos en conflictos internos. Esto se vio muy claramente durante aquellos años, en que coincidió el fin de la Segunda Guerra Mundial con la aparición del peronismo en la Argentina.
Mientras Perón desde la Secretaria de Trabajo y Previsión se ocupaba de la habilitar la negociación y firma de 700 de convenios colectivos de trabajo, que permitió un aumento real del 30% de los salarios en dos años, generalizar las vacaciones pagas, establecer el aguinaldo, extender las jubilaciones a distintas actividades, crear el estatuto del peón rural, proteger a la mujer trabajadora, crear los seguros de accidentes laborales, crear los Tribunales de Trabajo, impulsar el turismo social, las viviendas obreras, los policlínicos sindicales, impulsar y fortalecer el poder de los sindicatos. De promover la nacionalización de sectores claves de la economía, de proteger y desarrollar la industria nacional, de proteger al arrendatario rural, etc., etc.
Y mientras los poderes reales de la Unión Industrial, la Sociedad Rural y otras “fuerzas vivas” claramente se oponían duramente a todas estas medidas que dañaban sus intereses. Nuestros intelectuales y universitarios tenían sólo dos preocupaciones: la autonomía universitaria y el entusiasta apoyo a los ejércitos aliados en la contienda europea.
El 25 de agosto de 1944, se produce la liberación de París por parte de los aliados, el 7 de mayo de 1945 la rendición alemana, y el 15 de agosto de 1945 la rendición de Japón, que marca el final de la Segunda Guerra Mundial. En cada uno de estos momentos grandes manifestaciones de jóvenes de clases medias y altas porteñas ganaban las calles, donde mezclaban la marsellesa, los vítores a los aliados, con las consignas contra el “nazi-peronismo”. La FUA pintaba en las paredes: “Adolfo, (Hitler) yo te decía con Francia no se podía” y “Imitemos a París”.
Aquí cabe una autocrítica. El peronismo ha tenido un divorcio histórico con la universidad y la intelectualidad en general. Y, en algunos momentos ha recurrido a intelectuales de la derecha nacionalista ultramontana, que huelen mucho a incienso y poco a peronismo, como los Bruno Genta o Hugo Wast que participaron en los años 40. Ya en los 70 y hasta hoy echamos mano a intelectuales de la llamada “izquierda peronista”, que tienen bastante más de izquierda que de peronistas. Una tarea pendiente para las nuevas generaciones será crear y fortalecer núcleos de pensamiento intelectual de un peronismo sin aditamentos de izquierda o derecha.
Algunas opiniones sobre cómo vieron el 17 de Octubre
Según el comunicado de la UCR: “El 17 de octubre fue preparado por la Policía Federal y la Oficina de Trabajo en una gran máquina de propaganda de tipo fascista, con ramificaciones en todo el país. (…) Fue una reproducción exacta de las primeras manifestaciones fascistas de Italia y del falangismo, usando de la coacción y la amenaza a la ciudadanía con la ayuda policial, en un espectáculo de vergüenza cívica que ultrajó a la Nación”.
Desde el conservadorismo, Emilio Hardoy define, años después: “Los ciudadanos que desfilaron triunfalmente, yo entre ellos, poco tiempo antes por las calles de Buenos Aires, jamás imaginaron que la muchedumbre, imponente e informe, amenazadora y primitiva, iba a invadir la Plaza de Mayo al grito de guerra de ‘¡Perón!’. Grito de guerra y clamor de venganza, por causa de la miseria y la ignorancia de la sociedad de entonces. Como en todos los pueblos de Occidente, en nuestro territorio había dos países en aquel mes de octubre de 1945: el país elegante y simpático, con sus intelectuales y su élite distinguida sustentada en su clientela ‘romana’ y el país de ‘la corte de los milagros’ que mostró entonces toda su rabia y toda su fuerza.”
Florencio Escardó (decano de la Facultad de Medicina de la UBA) en su Geografía de Buenos Aires, escribió que Buenos Aires era “una ciudad de raza blanca y de habla española […]. Es la ciudad blanca de una América mestiza. En ella un negro es tan exótico como en Londres. Y un gaucho también (…) Lo más singular del 17 de octubre fue la violenta y desnuda presentación de una nueva realidad humana […]. Y eso es lo que resultó más chocante a esta Buenos Aires orgullosa de su rostro europeo: reconocer en esa hora desaforada que tenía el color de la tierra, una caricatura vergonzosa de su propia imagen”.
Martínez Estrada, uno de los ensayistas más famosos del país, escribió en 1956: “El 17 de octubre Perón volcó a las calles céntricas de Buenos Aires un sedimento social que nadie habría reconocido. Parecía una invasión de gentes de otro país, hablando otro idioma, vistiendo trajes exóticos, y sin embargo era parte del pueblo argentino […]. Sentimos escalofríos viéndolos desfilar en una verdadera horda silenciosa con carteles que amenazaban con tomarse una revancha terrible”.
La FUBA sostenía orgullosamente “ha mediado una polarización de las fuerzas sociales en pugna: los sectores democráticos concurrían a los despachos de la embajada norteamericana y los dirigentes gremiales y políticos pro peronistas que acudían a la Secretaría de Trabajo”.
La Vanguardia, periódico del Partido Socialista, en un tono irónico, hacía alusión a “murgas carnavalescas con sus muchachones descamisados y elementos del hampa. (…) “Ha llegado la hora de combatir (…) cuando la “muchedumbre amorfa y descamisada gritaba en las calles ‘Alpargatas sí, libros no’, comprendimos que su triunfo, si llegase, habría de terminar con la civilización para restaurar la barbarie”.
El mismo 17 por la tarde, el diario Crítica minimizó lo que estaba ocurriendo al describirlos con la frase “grupos aislados que no representan al auténtico proletariado argentino”; y agregaba que “aparte de otros pequeños desmanes, sólo cometieron atentados contra el buen gusto y contra la estética ciudadana afeada por su presencia en nuestras calles”
A su vez, el Partido Comunista sostuvo: “El malón peronista —con protección oficial y asesoramiento policial— que azotó al país ha provocado rápidamente —por su gravedad— la exteriorización del repudio popular de todos los sectores de la República en millares de protestas. Hoy la Nación en su conjunto tiene clara conciencia del peligro que entraña el peronismo y de la urgencia de ponerle fin. En el primer orden, nuestros camaradas deben organizar y organizarse para la lucha contra el peronismo, hasta su aniquilamiento. Perón es el enemigo número uno del pueblo argentino”.
En el diario Orientación del Partido Comunista puede leerse: “Desde Avellaneda salían las bandas armadas del peronismo, dispuestas a matar a los obreros. No hay duda de que el movimiento del 17 fue preparado con un plan de acción dirigido por el coronel y sus asesores nazis (…) esos sectores engañados fueron en realidad dirigidos por el malevaje peronista, repitiendo escenas dignas de la época de Rosas; y remendando lo ocurrido en los orígenes del fascismo en Italia y Alemania, demostró su carácter, arrojándose contra la población indefensa, contra el comercio, contra las casas de comercio, contra el pudor y la honestidad, contra la decencia, contra la cultura, y el mismo día se entregó las calles de la ciudad al peronismo bárbaro y desatado”
Los trotskistas del Grupo Obrero Marxista (GOM) conducido por Nahuel Moreno (que años después de convertirán en el actual PST de Bregman-Del Caño) en su Revista Revolución Permanente, sostienen que “el 17 de octubre es uno de los tantos golpes de cuartel ocurridos dentro de los gobiernos que surgieron después del 4 de Junio (…) Perón es un agente del imperialismo inglés en retirada. (…) Lo que no pudo hacer la demagogia de Perón, lo realizó la policía, prestando su apoyo para que los sindicatos reacios se plegaran a las manifestaciones que lo encumbrarían en el poder.”
La “academia” y la izquierda actual ya dan versiones menos gorilas y reaccionarias del 17 de Octubre. Ahora ofrecen larguísimas explicaciones para meterlo en el corset analítico “del marco de la lucha de clases”. Su gorilismo sigue escondiendo el mismo resentimiento contra “los negros peronistas, que nunca entendieron el marxismo”.
Y el viejo liberalismo colonialista, hoy revestido de ropajes “libertarios”, sigue machacando en la existencia de una “Argentina blanca”, la “gente de bien” y otra “Argentina parda” de “vagos y planeros convocados por el choripan”.
Ese 17 de Octubre de 1945, Perón termino con una exhortación: “Trabajadores: únanse; sean hoy más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa tierra la unidad de todos los argentinos”.
Ni lucha de clases, ni Argentina blanca o parda. Sino el proyecto de una Comunidad Organizada donde el individuo se realiza solo dentro de una comunidad que también se realiza. Esta es la tarea de las nuevas generaciones peronistas.
Por: Aldo Duzdevich