Editorializar sobre los números de la economía hoy es redundar. Es volver a leer datos que ya no son malos, sino calamitosos. Todos, absolutamente todos los indicadores, cuando se analizan con seriedad, dan negativo.
Incluso aquellos que se informan con una dosis de contabilidad creativa ya comienzan a flaquear. La expectativa del mercado es clara: el famoso superávit fiscal, ese que nunca contabilizó los intereses de la deuda, está llegando a su fin. Para seguir mostrándolo, se necesitarán nuevos y más dolorosos ajustes. Es el ajuste sin fin, que se espiraliza y que, indefectiblemente, siempre termina mal.
Y aunque no es agradable decirlo, teníamos razón en lo que venimos advirtiendo desde hace más de un año.
¿Cómo llegó el gobierno hasta acá? La respuesta es simple: liquidando los dólares que no generó. Se gastaron los dólares del blanqueo de capitales, los de una liquidación extraordinaria del campo producto de buenas lluvias y, por supuesto, los beneficios de Vaca Muerta. Pero todo eso, también, tiene un límite.
Y mientras el tiempo se agota, este domingo llega el primer gran test electoral en la provincia de Buenos Aires. Tengo la impresión de que no será una elección más; será un cachetazo brutal para el gobierno nacional. Casi una estocada final, que le dejará una herida que difícilmente pueda superar.
El gobierno llega a su primera prueba en las urnas manteniendo el mismo discurso de cuando era oposición. No puede mostrar un solo cartel en un baldío que diga “aquí se construirá una escuela” o “un hospital”. No puede mostrar la foto de una ruta nueva, ni siquiera el plano de un puente. Su único accionar se centró en acomodar, según su criterio, una macroeconomía que hoy está peor que antes. Falló de la misma manera estrepitosa que la derecha ya lo hizo antes, y a esto se suman las derrotas tras derrotas que viene sufriendo en el parlamento, demostrando una debilidad política terminal.
Y es que ni siquiera cambiaron los actores. Sturzenegger, Bullrich, y ahora, de nuevo, “Toto” Caputo. ¿Qué podía salir diferente? El mismo presidente, que se presentó como un outsider, terminó rodeado de un equipo marginal y corrupto, al punto que el hit musical “Alta Coimera”, en referencia directa a su hermana, ya se popularizó en cada rincón del país.
El resultado está a la vista: Riesgo país por las nubes, tasas de interés por las nubes, dólar en alza. Y para colmo, el Tesoro quema las naves a un ritmo desesperado. Tan solo en el día de hoy se vendieron 280 millones de dólares físicos y otros 120 millones en contratos a futuro, traicionando todo principio de libertad que alguna vez enunciaron.
Dicen que todo esto es por el “clima electoral”. Señor Presidente, con todo respeto, no es el clima electoral. Es la consecuencia inevitable del desmadre de sus políticas económicas, que siempre, siempre, terminan igual. Es la consecuencia de poner al mando a Luis “Toto” Caputo, un timbero del JP Morgan que solo sabe tomar deuda. Irrisoriamente, su equipo dejaba trascender que
después del 26 de octubre, cuando “arrasen” en las elecciones, piensa salir a tomar deuda al 9% en dólares. Una locura.
El “no-plan” de Caputo está terminado. Seguramente, después de las elecciones, él estará disfrutando de las playas de Brasil, lejos de la bomba que ayudó a crear.
Y esto nos lleva a la pregunta final, la más importante. Señor Presidente, ¿se puso a pensar en serio y con responsabilidad en el día después?. Cuando Caputo ya no esté, ¿quién va a querer tomar las riendas del Ministerio de Economía con este desmadre y con usted conduciendo?.
Señor Presidente, el país necesita una respuesta seria. La pregunta es simple y directa: ¿Y el día después de las elecciones de octubre… qué?.
Por Ariel Chiarotti