El investigador Andrés Visintin explicó a LNM cómo el calor extremo afectó al mosquito Aedes aegypti y por qué se esperan más casos hacia el otoño.
El verano cordobés vino con una particularidad que llamó la atención de especialistas en salud y ambiente: hubo menos mosquitos y, por consiguiente, menos casos de dengue. ¿La razón? Las altas temperaturas de enero y febrero, que no favorecieron al Aedes aegypti, el principal vector del virus.
En diálogo con LNM, el profesor de Entomología de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la UNC e investigador del Conicet, Andrés Visintin, explicó que este fenómeno no es nuevo, pero sí muy significativo. “El Aedes aegypti no tolera bien los extremos térmicos. Aunque necesita calor para desarrollarse, los picos de calor agobiante que tuvimos este año reducen su actividad y capacidad reproductiva”, señaló.
Dos picos, un patrón
Visintin sostuvo que, de acuerdo a las investigaciones que vienen realizando desde hace años, los mosquitos muestran un comportamiento cíclico: hay dos picos de abundancia al año. El primero ocurre al final de la primavera y el segundo —más fuerte— hacia finales del verano y comienzos del otoño, cuando bajan un poco las temperaturas y vuelven las lluvias. “Ese es el momento en que más casos de dengue se registran históricamente”, advirtió.
Por eso, aunque febrero y marzo fueron meses relativamente tranquilos en términos de contagios, Visintin subrayó que no hay que relajarse. “El virus tiene sus ciclos, puede estar latente varios años y luego volver con fuerza. Cada brote que enfrentamos tiende a ser más grande que el anterior”, alertó, y recomendó continuar con medidas de prevención como el descacharreo y la vacunación.
Mosquitos modificados: la experiencia de Mendoza
Consultado sobre la técnica aplicada en Mendoza el año pasado, donde se liberaron mosquitos machos genéticamente modificados e infértiles, el investigador comentó que aún no hay resultados concluyentes sobre su efectividad. “El problema es que la selección sexual influye. Si las hembras reconocen que los machos modificados son diferentes, pueden evitar copular con ellos”, explicó. Este es uno de los desafíos que plantea el uso de biotecnología en el control de vectores.
Una especie más agresiva: el albifasciatus
El especialista también se refirió a una especie que viene ganando protagonismo: el mosquito charquero o Aedes albifasciatus, que se adapta a condiciones más variables y ha demostrado ser más agresivo en su comportamiento.
“Este mosquito pone los huevos en charcos temporales que se forman en el suelo. Pueden sobrevivir durante semanas sin agua y, cuando llueve, se produce la explosión de su población”, explicó. Además, recordó que esta especie fue clave en la transmisión del virus de encefalitis equina hace unos años, provocando muertes en caballos y también en humanos.
Vigilancia todo el año
Desde la cátedra que dirige Visintin, se monitorea de manera permanente la actividad de los mosquitos a través de ovitrampas, incluso durante el invierno, cuando las condiciones no son favorables. El objetivo es detectar el momento exacto en que las poblaciones comienzan a recuperarse.
“Es un trabajo constante. No hay que bajar la guardia. Aunque no veamos mosquitos, pueden estar latentes en forma de huevos, esperando el momento ideal para volver a aparecer”, concluyó.