Libres

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Hace 205 años, el 27 de julio de 1819, el “Padre de la Patria” hizo pública una Orden General que marcó para la historia el deber del ejército patrio.

“Seamos Libres, lo demás no importa nada”.

Fuertes eran las presiones que recibía San Martín por esos días de parte de un Directorio Supremo que, no sólo le negaba el apoyo económico requerido, le ordenaba además desandar la Cordillera de los Andes para venir a defender a la aristocracia mercantil porteña cuyos intereses se veían amenazados por las montoneras artiguistas.

“Unámonos, paisano mío, para batir a los maturrangos que nos amenazan: divididos seremos esclavos…”, decía en una carta San Martín al caudillo santafesino Estanislao López.

“Unámonos y después que no tengamos enemigos exteriores sigamos la contienda … en los términos que cada uno crea conveniente; mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas”, le expresaba a Artigas en otra carta.

Los esfuerzos mediadores de San Martín fueron criticados y boicoteados por la burguesía porteña, únicamente interesada en preservar sus privilegios portuarios que le permitían cerrar buenos negocios con los aliados extranjeros en desmedro de las economías del interior del país.

Es más, en función de mantener esos privilegios, estaban más preocupados en encontrar un príncipe extranjero que los gobierne con un senado plutocrático, que en el objetivo de integración nacional y construcción de la Patria Grande.

Es así que la rebeldía del gran San Martín marcó para siempre el auténtico rol del ejército nacional.

El Ejército de los Andes se constituyó de esa manera en una fuerza expedicionaria al servicio de la liberación nacional y continental y no en una fuerza militar puesta a resguardar los poderosos intereses de la ciudad puerto.

No hay modernidad que valga, discutir hoy ese deber histórico de las Fuerzas Armadas es como poner en discusión la propia conducta del General San Martín.

Lo que se discute y se confronta, ayer, hoy y siempre es el proyecto de país que define la felicidad o la desgracia de la mayoría de nuestro pueblo y en todo caso si las Fuerzas Armadas colaboran con uno u otro objetivo.

Hubo, excepcionalmente, golpes militares que impidieron el fraude al pueblo y lo rescataron de períodos de infamia y hubo otros, lamentablemente demasiados, que interrumpieron procesos auténticamente democráticos apuntando sus armas contra el pueblo.

Hubo generales y capitanes gloriosos como aquellos que encabezaron las luchas por la emancipación y otros como Juan Perón y muchos más que le agregaron a esa emancipación, independencia económica y justicia social.

Hubo militares manchados con la sangre del pueblo y otros que fueron parte inseparable de las luchas del pueblo, recuperando lo más grandioso de su origen: la noción de pueblo en armas.

Hubo militares que jamás deberían haber tenido grado y civiles que lo obtuvieron sin siquiera saberlo, tan sólo por su inclaudicable compromiso con la causa nacional, como “Evita Capitana” e innumerable cantidad de compañeros y compañeras que contribuyeron durante la resistencia peronista, mediante la lucha armada contra las dictaduras, a recuperar la democracia.

En el texto de aquella Orden redactada hace casi 200 años atrás, San Martín llamó “Compañeros” a los miembros de su glorioso ejército integrado por los criollos e indios más humildes de nuestra tierra.

Compañeros y Compañeras, términos más que significativos para los hombres y mujeres de nuestro gran Movimiento.

Con el paso del tiempo, la dependencia toma nuevas formas aunque siempre persigue un mismo objetivo: sostener el privilegio de muy pocos a costa del sufrimiento de muchos y también pretende, al igual que tantas otras veces en la historia, utilizar métodos similares como es tener -incluso- un ejército al servicio de sus intereses.

Si somos conscientes de ello, juremos entonces hacerle la guerra del modo que podamos, con los recursos que tengamos, aunque sea en pelotas como sugería San Martín, hasta ver al país entera y definitivamente libre.

Hagámoslo por nosotros y nosotras, por nuestros hijos y nietos y por el coraje que demostraron tantos Compañeros y Compañeras que entregaron su vida por la causa del Pueblo, que es la causa de la Patria.

Por Héctor Amichetti, Secretario General de la FGB

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