“Que me bese con los besos de su boca”: la espiritualidad en Motomami

rosalia
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Por Nestor Borri

En Motomami, Rosalía canta una matriz amorosa y devocional que dialoga con la mística cristiana —del Cantar de los Cantares a Juan de la Cruz— mientras tensiona la máquina y la entraña.

Solo el amor es digno de fe

(Hans Urs von Balthasar)

La matrix y la matriz. El algoritmo y el aliento de vida, el pulso de todo. La lisa superficie de pixel o metal y la piel cálida pero imperfecta. La entraña rugosa y oscura, y (o) la geometría de curvas del make up o ilustrator. 

¡Ay, Rosalia! Dímelo pronto. 

¿Cuál sería la novedad de que un producto u obra (!) de la cultura masiva o el pop (cada cual discierne el término) contenga y proponga envíos y referencias de la alta cultura, la cultura tradicional o, más ampliamente y simplemente, citas?

Motomami. Moto: en japonés remite a dureza. Escuchado en nuestra atmósfera cultural es una motocicleta. Y motus es movimiento. La dureza, el movimiento: la máquina. Automotor, motor invovil. Mami: la entraña, las mamas, las mamás, la madre. Lo mamífero: con ellos entró en la evolución la ternura (Leonardo Boff, Teilhard de Chardin). Madre, mater, madera, physis, naturaleza. Dios ama con corazón de padre y entrañas de madre. 

Movimiento y materia: el espíritu y la tierra. ¿Masculino y femenino? Ánima y ánimus. Máquina y carne, born or made, entraña de la que venimos y a la cual aspiramos, por la cual suspiramos y cosa que al final seremos o deseamos ser. Pero ahora: vergüenza del hombre de ser nacido y no construido. Uñas esculpidas. 

  1. Fina, un origami. Fuimos modelados en el amor, con pliegues. Estamos a su merced como un papelito que se dobla. Lo que nos ama nos torsiona. Nos dobla y doblega, nos duplica: el amor nos pliega una y otra vez. Tomamos formas delicadas en su mano. El alma y el dios. O el alma y Dios. El artículo hace una diferencia. ¿Pero cuál diferencia es importante en lo más importante? Sólo el amor permanecerá, sólo el pliegue.
  2. Que me bese con los besos de su boca”. El Cantar de los Cantares, un libro de la Biblia que no menciona nunca a Dios. Todo en él son suspiros. Nupcialidades. Eros. “No te crea’ que es” dulce tu bombón de licor
  3. Vecino de Rosalía: Juan de Chepes. Juan de la Cruz lo reescribe. Es el Cántico Espiritual“ Cuando tú me mirabas su gracia en mí tus ojos imprimían; por eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti vían. No quieras despreciarme, que, si color moreno en mí hallaste, ya bien puedes mirarme después que me miraste, que gracia y hermosura en mí dejaste”. Explicit Lyrics, son tuyas Juan. Lo metieron preso. Su poesía, además, está transida por una mística cercana o que bebe del Islam. Tiene sentido. En otro disco Rosalía canta “aunque es de noche”, del vecino Juan de Chepes, de la Cruz.
  4. Y Teresa. Poemas muchos, pero vaya algo de su modo motomami. En una carta: Sabed, padre, que en mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era una santa y que era hermosa. En cuanto a hermosa, a la vista está; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba, en cuanto a santa… solo Dios sabe”. Empoderada la santa.
  1. Tómese una canción cualquiera. Digamos Juan Antonio Solis, escuchemos. La matriz es la del amor cortés. La amada, el yo desgarrado que la busca, lejana ella, los tiempos de un contacto fugaz se añoran y no se alcanza o no se alcanzará nunca. Dos procedimientos ahora: si se supone que aquello que se añora es Dios —el alma, de ida y vuelta, se tiene, más o menos un cántico espiritual. Esa es la matriz del amor cortés, allá en 1100- 1200. Ahora, donde estaba la amada o el cielo, ponga la revolución o la patria. Listo: ya es una canción de Silvio Rodríguez. En 1200, Francisco de Asis, entonces Juan Bernardone, cambia la guerra y las telas caras del negocio de su padre y las chicas nobles por la dama pobreza. Se desnuda y se enamora. Y ahí lo tenemos, le decían “Francisco” porque cantaba mucho en francés, el idioma del amor cortés. La mística, los amantes, los revolucionarios y los santos, tienen la misma matriz y la misma matrix. En ese desgarro andan.
  2. La mística femenina en un punto es una redundancia. Toda mística supone una posición receptiva como privilegio. Y generativa. No accesible al todo siempre todo de los varones. Del no-todo. Un de completamiento. Rosalía la pone a disposición. Los entomólogos totalizantes, hasta el último detalle, necesitan explicarla. Todo saber, saber todo. Nada menos místico que la explicación. ¿Cuántas veces lo han diseccionado al disco? Por suerte también es escuchado. No obstante, el desciframiento es parte del acceso al misterio. El único problema es quizás su calidad: la crítica o, concedamos, la explicación de una obra artística, cultural, debería ser otra obra más o menos de la misma calidad. Se hace lo que se puede. 
  3. Las referencias eruditas no generan necesariamente —más bien suelen impedir o suplantar— un camino de belleza, de espiritualidad o de fe. Pero desde siempre la fe tiene un camino por la belleza y por el arte. La via pulchritudinis, la vía de la belleza. Ese camino. El cuerpo humano es el paradigma de la belleza, hasta que los parientes de las motos, las máquinas contemporáneas, lo desbanquen. Deseo ser cosa, robot, IA. Deseo ser otro. Los suspiros no tienen referencia ni explicación. “Y fui a parar en un monte, allá por la serranía. Y me vestí de naranjo al no tener compañía. Que todas las flores me acompañaban, los grillos y los naranjales. Por más que busco no encuentro. Tu boca en los matorrales. Oye, niña. Ay, Rosalía, dímelo pronto”

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