La expresión directa de un protagonista central resulta eficaz para ordenar los pensamientos. Desde hace varias horas llama la atención de este narrador el forzamiento que tantos medios pro multipolares vienen realizando para demostrar que un plan de paz elaborado por Donald Trump (en consulta con Vladimir Putin) resultaba imposible. El planteo de estos espacios periodísticos no es malintencionado: es lineal. Pero la realidad implica variedad de ritmos, en especial si se la delinea sobre esa atormentada nación, los Estados Unidos.
Bien. ¿Entonces? Es preciso informar que el ministro de Relaciones Exteriores de la Federación de Rusia, Serguéi Lavrov, aseguró que Moscú estima que la iniciativa norteamericana y el plan de Donald Trump para el conflicto ucraniano reflejan los acuerdos alcanzados en Alaska por los líderes de ambos países.
“Ciertamente, valoramos la postura de Estados Unidos, que es el único de los, por así decirlo, líderes del mundo occidental, a diferencia de Londres, Bruselas, París y Berlín, que está tomando la iniciativa para encontrar maneras de resolver la situación. Lo valoramos”, indicó Lavrov, agregando que lo más importante es que el plan de paz de Trump incluye los acuerdos alcanzados en Alaska.
La aclaración que insertó luego, es trascendente: el canciller aseveró que en la situación actual no se puede “hablar en absoluto de mediación por parte de Francia y Alemania”, que no quieren alcanzar la paz en Ucrania, recordando su papel de mediadores en los acuerdos de Minsk. “Entre los mediadores dije que valoramos la posición de Bielorrusia y valoramos la posición de Turquía”, señaló Lavrov, destacando que estos dos países pueden desempeñar un “papel constructivo como mediadores”.
Asimismo, el funcionario puntualizó que Europa fracasó como parte de las negociaciones para una resolución pacífica del conflicto hace ya más de una década. Lavrov recordó que cada vez que se lograba algún progreso en la resolución del conflicto, “cuando se alcanzaban acuerdos —ya fueran intermedios o más sólidos y duraderos—, esos acuerdos eran saboteados”.
“Y ahora, cuando nuestros colegas europeos proclaman en voz alta: ‘No habrá un nuevo [acuerdo de] Minsk, no se puede decidir nada sin Europa, porque esto nos concierne directamente’, resulta que Europa ha fracasado en todos los aspectos desde 2014”, enfatizó el estratega del Kremlin. Está claro que su definición parte de la consideración del conflicto entre Moscú y Kiev como un factor histórico, para nada reducido a los tres años recientes.
El plan de Trump, como se explicó en estas páginas, implica el reconocimiento de Crimea y el Donbas como territorio ruso legítimo, la renuncia de Kiev a varias categorías claves de armamento, y garantías de que Ucrania cederá a Rusia la región del Donbas, otorgará a la lengua rusa el estatus de idioma estatal y reconocerá formalmente a la hoy perseguida Iglesia ortodoxa ucraniana canónica (UPTs).
Además, se determina que Ucrania no ingresará a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el levantamiento de las sanciones impuestas a Rusia y la celebración de elecciones presidenciales en Ucrania 100 días después de que el documento entre en vigor, así como la reducción del número de efectivos del Ejército ucraniano.El anuncio electoral es de gran importancia pues la aplicación de las claves enumeradas tendrá que estar en manos de una administración desnazificada, como se planteó al arranque de la Operación Militar Especial.
Vale recordar que pocas horas antes, el presidente ruso, Vladímir Putin, puso de relieve en una conversación con su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, que las propuestas de Washington “pueden servir como base para un acuerdo de paz definitivo”. Desde ya que el presidente Volodimir Zelensky y sus socios de la Comisión Europea -con gran marejada interior- no están satisfechos con la iniciativa y rechazan sus puntos clave.
Claro que los interrogantes persisten y que nadie puede permitirse bajar la guardia. Las operaciones anglosajonas para prolongar el litigio, cabe prever, se intensificarán. Ahora, resulta preciso estimar lo actuado hasta aquí -reuniones entre los jefes de Estado Donald Trump y Vladimir Putin en Anchorage, Alaska, y del estadounidense con Xi Jinping en Seúl, Corea del Sur– como un posicionamiento de fuerza concretado por las potencias multipolares.
Un nuevo equilibrio va surgiendo. La Organización de Cooperación de Shanghái y los BRICS + tienen mucho que decir, aunque lo deslicen en voz baja.
Por Gabriel Fernandez



