Por Norman Berra, analista de opinión pública y mercado
En nuestra nota de la semana pasada destacamos que desde julio pasado el índice de precios
al consumidor (IPC) que mide el Indec se amesetó en torno al 2% y no hay desinflación desde
mayo de 2025 (es decir, desde hace 5 meses). Esta semana, ese organismo publicó el dato de
octubre: los precios al consumidor aumentaron 2,3% en octubre de 2025 respecto de
septiembre , 31,3% interanual y acumularon un alza de 24,8% los primeros 10
meses del año. Así, por tercera medición consecutiva se registra una aceleración inflacionaria.
El pasado día 3 de noviembre, el Instituto de Estadísticas y Tendencias Sociales y Económicas
(IETSE) publicó y difundió su Informe Económico y Social correspondiente al mes de octubre de
2025, en el cual estimó una inflación del 2,3% para dicho período en nuestra provincia (gráfico
arriba), es decir que el dato de Córdoba anticipó el guarismo nacional. En ese informe, el
instituto destacó que esa cifra coexiste con un consumo deprimido (octubre fue el peor mes
del año en ventas minoristas, con una caída del 9,5% interanual en volumen). “La persistencia
inflacionaria, que difícilmente vuelva a perforar el piso del 2% mensual en lo que resta del año –
considerando los aumentos previstos en tarifas de gas, servicios públicos, prepagas y
combustibles, – continuará erosionando el poder adquisitivo y restringiendo el consumo
interno. El escenario económico y social de octubre 2025 confirma un cuadro de fragilidad
estructural. La contracción del consumo, endeudamiento familiar y creciente dependencia de la
asistencia pública dibuja un dificultoso mapa social. El respaldo electoral obtenido
recientemente por el Gobierno Nacional constituye tanto una ratificación de confianza como un
llamado a la responsabilidad. La sociedad ha hecho un esfuerzo significativo – incluso a costa
de su propio bienestar – para evitar una nueva crisis, y sin dudas espera respuestas de
racionalidad económica y principalmente, sensibilidad social”, concluyó el documento.
Sin embargo, no es esa la lectura del oficialismo, que interpreta el 40,7% de los votos
obtenidos el pasado 26 de octubre prácticamente como un cheque en blanco. El problema es
que esa decodificación triunfalista puede derivar en una profundización de los problemas que
reportan tanto los datos duros de las estadísticas oficiales del Indec como los datos blandos de
las encuestas. Según el organismo, el uso de tarjeta de crédito o fiado por parte de los hogares
para afrontar gastos creció casi 29 puntos porcentuales (pp) entre el segundo semestre de
2023 (el último de la gestión del Frente de Todos) y el primero de 2025, lo que es consistente
con la pérdida de poder adquisitivo registrada desde el cambio de gobierno en diciembre de
2023.
En la misma línea, la merma de ingresos relativos deriva en un creciente endeudamiento de los
hogares: 1 de cada 4 (25,5%) tomó préstamos en general, mientras que en los segmentos más vulnerables (es decir, el estrato de ingresos bajos) se endeudó casi 1 de cada 3 familias (30,4%).
Esa situación ajustada que muestran los datos duros del Indec es consistente con el malestar
socioeconómico que arrojan los datos blandos de las encuestas recientes: según el
relevamiento nacional realizado por consultora Zentrix para la Federación Económica de Santa
Cruz (FESC), una primera minoría del 40,5% dice que su situación económica actual es negativa
y casi 32% responde regular, lo que acumula 72,3% de malestar en dos niveles de distinta
intensidad, vs casi 28% que responde que su situación económica es positiva.
En la misma línea, según la consultora Casa Tres, 41% siente hoy que su presente económico
es peor que el de sus padres, 27% percibe que es igual y la misma proporción cree que es
mejor. La correspondencia es prácticamente lineal, con un pesimismo neto por
encima del 40% y un optimismo por debajo del 30%..
Así, los datos duros y blandos repasados confirman el panorama de fragilidad estructural en
términos de 1) endeudamiento de los hogares y 2) percepción de la coyuntura económica
actual. En conjunto, esto perfila una situación de crisis que contradice la euforia pos electoral
del oficialismo. En esa línea, la última encuesta realizada por D´Alessio/IROL planteó una
alerta: si bien el 45% de los votantes se mostró feliz con el resultado de las elecciones
(guarismo que se ubica en el mismo orden de magnitud del casi 41% de caudal obtenido por La
Libertad Avanza más aliados el pasado 26 de octubre), el 52% manifestó malestar y, dentro de
ese segmento, el 44% se declaró nada feliz (lo que se corresponde de manera exacta con el
voto a Unión por la Patria en el ballotage celebrado hace casi 2 años). Es decir, de la
polarización levemente asimétrica favorable al oficialismo el pasado 26 de octubre (40,7% vs
34,9% del panperonismo y aliados) que arrojó una brecha de 5,8 pp, se pasa a una polarización
asimétrica desfavorable a LLA, con un saldo de -7 pp.



