Entre 1969 y 1972, el conocido dirigente sindical Agustín Tosco escribió desde la cárcel una treintena de cartas, contestó varias entrevistas y produjo un documento sobre el Cordobazo que fueron recopilados en el libro “La lucha debe continuar. Testimonio del Cordobazo “, prologado por el dirigente radical Hipólito Solari Yrigoyen en 1975. Toda esa correspondencia y testimonios son comentados y analizados aquí por el autor de estas actualizadas reflexiones.
La dignidad en alto…
(Cárcel de Santa Rosa, 12 de junio de 1969)
En esta primera carta hay, sin admitirlo expresamente, un reconocimiento al peronismo histórico -con fundamentales y valiosos méritos tanto en la resistencia después de 1955 como en el Cordobazo- si bien Tosco no lo dice a lo largo de toda su correspondencia. Después de mencionar (sin reconocerlas como tal) las grandes consignas históricas del peronismo “de la Justicia Social y de la Liberación Nacional”, que admite, “han adquirido mayor valor para nosotros”, confirma en esta carta del 12 de junio de 1969 lo siguiente sobre esas consignas: “Si antes las sentíamos y las comprendíamos. Hoy son parte inseparable de nuestra conciencia y de nuestra doctrina sindical”. Aunque contradictoriamente las niega en los dirigentes y las mayorías que la sostienen como su doctrina.
Después de homenajear a los “mártires” del Cordobazo (asesinados por las balas policiales), Tosco ingresa en un tema que preocupa a la izquierda más que la propia revolución socialista: los dirigentes sindicales peronistas. En este caso, se trata de los repudiables “participacionistas”, “que en esta oportunidad -se aventura- también habrán “participado” (está con comillas) en la represión dictatorial; a los simuladores, a los oportunistas, a los débiles de espíritu, a los que se niegan a sí mismos, a los que se “salvan” pasándose, en complicidad o por omisión, a la vereda de enfrente”. A priori, solo podemos ver un verdadero pre-juicio. Aunque no entendemos de dónde proviene esta prevención sobre un grupo minoritario de dirigentes, después de un hecho masivo, auspicioso y victorioso del movimiento obrero como el Cordobazo, ocurrido hace apenas trece días antes de la emisión de su carta. No queda clara la importancia negativa de los “participacionistas” ante la exitosa pueblada y protagonismo masivo de los trabajadores.
Esos “repudiables” son, en definitiva, en palabras del mismo Tosco, “una minoría, privilegiada y reaccionaria”, que “reniega de la Patria”; “la vende o la entrega”, pero que, sin duda, ha sido derrotada por el impulso arrollador de los trabajadores y el pueblo de Córdoba. ¿A qué se debe que Tosco dedique su tiempo militante y su esfuerzo propagandístico a los marginados de un proceso que, heroicamente, han protagonizado las masas… peronistas en su inmensa mayoría?
Lo reconoce al final de esta carta: “Todas las preocupaciones y esfuerzos deben dirigirse, fundamentalmente, a erradicar al régimen que oprime al país. A reconquistar los derechos sindicales conculcados; a lograr un reconocimiento integral de los derechos humanos. En eso estuvimos todos y en eso debemos proseguir…”.
Reseña del Cordobazo…
(Cárcel de Rawson, 13 de julio de 1969)
En su primera reseña después de sucedido el Cordobazo (un mes y medio después), llama la atención su escueta referencia, al pasar, de semejante jornada histórica, ponderando un paro previo al Cordobazo: “Ya el 16 de mayo, en Córdoba, se cumplió un extraordinario paro general de 24 horas. El 29 y 30 se cumpliría otro paro general de 37 horas, con actos públicos en demanda de soluciones”. Después se dedica a describir la represión acaecida al comenzar la gran movilización, la acción de las fuerzas represivas y sus consecuencias: “13 prisioneros de Rawson; los 11 de Neuquén y los 7 de Córdoba”.
¿A qué se debe la quita de “valor” o la simple equiparación con otro “extraordinario paro general de 24 horas” trece días antes del Cordobazo? ¿Tosco no le da importancia a ese acontecimiento histórico? ¿No ha tomado todavía debida conciencia de esas jornadas? ¿Es que el protagonista principal del Cordobazo han sido las masas obreras y el pueblo de Córdoba y no los grupos militantes, y por eso no le merece, o le merece la misma atención que otro paro? ¿No ha actuado acaso junto a Elpidio Torres y Atilio López? ¿Por qué nunca los nombra en sus cartas? ¿O es que el Cordobazo, en definitiva, no ha sido conducido principalmente por la izquierda sino por los sindicatos y trabajadores peronistas?
Hace trece días que la ultraizquierda ha asesinado a Augusto Timoteo Vandor, el más importante dirigente sindical de la Unión Obrera Metalúrgica de la República Argentina y de la Confederación General del Trabajo a nivel nacional. No hay una sola mención en esta carta a ese nefasto crimen, ni el repudio correspondiente.
La adversidad es la prueba…
(Rawson, 9 de setiembre de 1969)
Nuestra mención no resulta caprichosa, sino que surge de la repetición y la frecuencia con la que se repite el ninguneo a las históricas jornadas del 29 de mayo. Veamos si no: “Las extraordinarias jornadas de lucha desarrolladas posteriormente al 29 y 30 de mayo -nos sorprende Tosco-, y las que continuarán en el futuro, demuestran que las consignas levantadas, reclamando profundos cambios estructurales y no simples negociaciones adaptacionistas al “statu quo”, siguen y seguirán subsistiendo y ampliándose cada vez con mayor profundidad y valor”. ¿No han sido suficientemente extraordinarias las jornadas del 29 y 30 de mayo, que ponen sobre el tapete de la agenda nacional reclamos profundos del pueblo argentino?
Si bien esas jornadas no han producido un cambio de las estructuras, como reclama Tosco, no obstante, han creado las condiciones de un verdadero cambio institucional -en el marco de una feroz dictadura-, que finalmente se producirá tal como quiere el pueblo argentino: caída de Onganía, detenimiento de la ofensiva económica y social contra el pueblo, convocatoria a elecciones libres para que el pueblo pueda expresar su voluntad soberana sin proscripciones… y la vuelta de Perón a la Patria. ¿Son acaso esas las demandas y reivindicaciones motivo de “simples negociaciones adaptacionistas al “status quo”? Claro, no son los reclamos de la izquierda argentina.
De la respuesta a esas preguntas surge el carácter ultraizquierdista de muchas posiciones que reclaman “profundos cambios estructurales” y no ven los cambios que la resistencia y la acción masiva del pueblo han generado o vienen generando. Tampoco hay mención a la actividad desplegada por los miles de obreros que participaron en el Cordobazo. La clase obrera concreta está ausente hasta aquí en las cartas.
Los acontecimientos que sobrevendrán demuestran que la izquierda argentina anti peronista y la ultraizquierda, poco habían aprendido de su errada visión de la historia argentina y latinoamericana y de sus errores y malas interpretaciones de la realidad nuestra de cada día. Y lo peor de eso, que han hecho escuela y forman parte de la versión “oficial” …
A Santiago Pampillón…
(Rawson, 12 de setiembre de 1969)
Esta carta, lógicamente, comienza con el recuerdo del asesinato de Santiago Pampillón tres años atrás, período en el que, según el propio Tosco, “el tiempo trascurrido ha dado respuesta a los interrogantes que el Pueblo, en su estupor, se formuló en esos dolorosos instantes”. La parcialidad es evidente. Aunque menciona en esa carta a otras tantas víctimas de Córdoba, Tucumán, Corrientes y Rosario, Tosco no se pregunta sobre el asesinato brutal de su colega dirigente sindical Augusto Vandor el 30 de junio de ese mismo año, sumamente doloroso para miles de trabajadores y del pueblo peronista, porque es su máximo dirigente.
¿No cayó Vandor también “por manifestar sus ideas y reclamar por sus derechos”? ¿Ese crimen no merece igualmente “la repulsa de la inmensa mayoría del país”? ¿Puede ser justa la muerte de un peronista y, sobre todo, si es dirigente sindical? ¿Vale más la vida de cualquier militante popular que la de un dirigente sindical peronista? ¿Acaso estamos justificando, aunque más no sea por elevación u omisión -tal vez involuntaria o inconscientemente-, el crimen político como metodología para dirimir diferencias dentro del movimiento obrero?
Los delitos que nos imputan…
(Rawson, 19 de setiembre de 1969)
En esta carta, Tosco se pregunta, con toda razón, respecto a los delitos que se les imputa a los dirigentes obreros y también estudiantiles del Cordobazo por “instigación a la rebelión e incitación a la violencia”:
“¿Y qué respaldo moral y legal tienen para ello los usurpadores del poder que sí instigaron a la rebelión e incitaron a la violencia de hecho contra las representaciones constituidas en el Poder Ejecutivo; Parlamento Nacional; Poder Judicial; Gobernaciones Provinciales; Asociaciones Profesionales de Trabajadores; Centros Estudiantiles Universitarios y toda delegación democráticamente elegida por los Sindicatos para representarlos en los directorios de las empresas; en las Cajas de Jubilaciones; en el Consejo Nacional del Salario Mínimo Vital y Móvil; etc.?”.
¿Cuál es el otro delito que se imputa?, se pregunta Tosco: “Alzarse en armas para cambiar la Constitución”. Por lo que se pregunta: “¿Y qué respaldo moral y legal tienen para ello los usurpadores del poder que se alzaron en armas para sancionar el Acta de la Revolución Argentina (1966); el Estatuto de la Revolución Argentina; el Anexo 3 -Objetivos Políticos (Fines de la Revolución)-, que con ello cambiaron, ¿violaron y subordinaron la Constitución Nacional?”.
Seguidamente, Tosco menciona cada delito que se imputa a los siete condenados por el Cordobazo y se contesta de igual manera, aludiendo principalmente a la falta de “respaldo moral y legal que tienen los usurpadores del poder, que se alzaron en armas, para anular violentamente el ejercicio de las facultades constitucionales e impidieron e impiden la renovación institucional en los términos y formas legales…”.
Aquí Tosco descubre en su particular criterio que “lo que sucedió el 29 y 30 de mayo, lo que prosiguió y lo que continuará sucediendo con los compañeros y con todo el pueblo, es el uso de las formidables armas que siempre han existido y por siempre existirán, independientemente de las otras, y que son las armas morales de la verdad, de la justicia y de la libertad”.
Para Tosco, que responde en el fondo a un pensamiento idealista abstracto, más que político concreto -al menos en esta oportunidad-, “las que siempre han triunfado, y lograrán el triunfo definitivo, son las armas morales”. ¿Esa es la caracterización que una de las mentes más lúcidas de la “izquierda sindical” hace del Cordobazo?
Tal vez sea conveniente y necesario en este momento transcribir el comentario tanto de Elpidio Torres, como también de uno de los integrantes de otro sector político y social muy activo durante el Cordobazo -Víctor Hugo Sáiz, secretario general del Partido Socialista de la Izquierda Nacional-, también condenado por la dictadura por los mismos delitos, que dan su testimonio sobre lo que ha triunfado en el Cordobazo y las “armas” utilizadas que, en ambos casos, responde más profundamente al pensamiento y la metodología histórica y política de la clase trabajadora argentina.
En una carta del 24 de octubre de 1969 a sus compañeros, también desde la cárcel -consciente de lo que ha sucedido en, con y a causa del Cordobazo-, Elpidio Torres hace alusión a otras “armas” más concretas para explicar lo acontecido. Esas armas son: el “compromiso con su pueblo” de los dirigentes sindicales; el “alto grado de esclarecimiento que impera en todos y cada uno de mis compañeros”; “el orden y la coordinación (pues “no puede ni debe haber batallas aisladas”); “nuestra amplia y total movilización” (que no debe ser “usada como pantalla por algunos dirigentes que nada hacen y mucho hablan”).
Para los militantes de la Izquierda Nacional que participaron del Cordobazo se trata del “primer estallido revolucionario producido en la Argentina contemporánea”; el “fin a quince años (1955 – 1969) de derrotas nacionales y populares”; de “mujeres y hombres indignados contra el gobierno del “orden”, de la entrega al imperialismo, del peso fuerte y del pueblo enfermo”; del “profundo sentido nacional y revolucionario para rechazar, con todas sus fuerzas, a los enemigos de la Patria…”.
Todo ello tenía su razón de ser en lo señalado por el propio Elpidio Torres -cabeza principal del Cordobazo- en su autobiografía: “El Cordobazo fue el hecho social más importante producido por el Movimiento Obrero en el Interior del país”, dado que “aquellos trabajadores mecánicos casi improvisados que se incorporaron a IKA en 1956, habían crecido en su capacitación laboral y en su formación gremial y política…”. Eran esas condiciones las que sostenían “la fuerza de nuestro sindicato” y del propio movimiento obrero que en 1969 “había alcanzado un nivel de organización y una capacidad de movilización que lo pusieron a la vanguardia de las luchas populares en la Argentina y Latino América” (Torres dixit).
Esas eran las verdaderas armas con las que la clase trabajadora había logrado, junto al pueblo de Córdoba, poner en retirada en 1969 a la dictadura de 1966.
El significado de las palabras…
(Rawson, 10 de octubre de 1969)
Esta carta resulta una de las más lúcidas y acertadas de Agustín Tosco, por la síntesis que en ella logra sobre la dictadura y sobre las declaraciones del ministro del Interior y las expresiones oficiales, cuando “el léxico oficial ha trastocado el significado de las palabras y conceptos económicos, sociales, políticos y culturales, tanto como se pretende dar sentido histórico positivo a todo aquello que está abiertamente a contramarcha de la historia”.
En esta carta, Tosco no solo traduce una a una las palabras que los gobernantes de turno han trastocado en su significado, sino que en su traducción utiliza el lenguaje que el pueblo reconoce, bastante alejado del lenguaje de la izquierda académica, ahora más influenciado tal vez por sus compañeros de cárcel, que no son todos de esa izquierda ortodoxa con la que Tosco comulga, sino peronistas como Elpidio Torres e integrantes del Partido Socialista de la Izquierda Nacional como Víctor Hugo Sáiz, igualmente condenados a la cárcel por la dictadura.
En ese nuevo diccionario, que significa un aporte a la lucha común, en el lenguaje del oficialismo, “Revolución Argentina” significa otra cosa que reacción antinacional y antipopular; “Transformación y Desarrollo” significa estancamiento y retroceso en la economía general de la Nación; “Estabilización Monetaria” significa salarios congelados e insuficientes, miseria y desocupación; “Esfuerzo Nacional” significa carestía de la vida, incremento de los impuestos y suba de los precios; “Comunitarismo y Democracia Social” significa en la voz de la dictadura de Onganía, anulación de las instituciones políticas, totalitarismo neofacista, instrumentación y manipulación de la opinión pública, permanencia indefinida en el poder de la oligarquía reinante; “Participación” significa Consejos Asesores de “representativos” y no de representantes, y eliminación de Directores Obreros, disolución de los Centros de Estudiantes y aval cómplice a los planes de resguardo y sostenimiento del sistema; “Libertad de Prensa” significa puertas cerradas en la radio y en la televisión para quienes no comulguen con la dictadura, y también clausura del semanario de la CGT de los Argentinos, de Azul y Blanco, de Prensa Confidencial, de Primera Plana, de Ojo, etc., etc.; “Defensa del Ser Nacional” significa confesionalismo, oscurantismo, persecución a las ideas renovadoras, a sacerdotes progresistas, a sindicalistas, a estudiantes, a profesores universitarios, a intelectuales, a profesionales, a políticos, a militares y a ciudadanos que reclaman imprescindibles y profundos cambios; “Defensa del Patrimonio Nacional” significa transferencia de los capitales nacionales a los monopolios extranjeros, privatización de las Empresas del Estado, fidelidad absoluta a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Interamericano de Desarrollo; “Perfeccionamiento del Régimen Previsional” significa sucesivos aumentos de la edad para jubilarse, inactualización en las remuneraciones y atrasos en el pago de las mismas; “Libre Discusión de los Convenios” significa ajustar las Comisiones Paritarias a un estrecho plazo de treinta días para después imponer un laudo gubernamental inapelable, constriñendo los aumentos a un arbitrario tope ya fijado previamente pero sin difusión pública”; y así algunas otras.
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Al finalizar la exposición de dicho diccionario y traducir lo qué significa “Planes Subversivos”, si bien lo traduce correctamente como “las justas e indignadas protestas de todo un pueblo en multitudinarias y elocuentes demostraciones de rechazo a la dictadura”, como está “acabadamente probado el 16 de mayo, el 29 y 30 de mayo, el 17 y 18 de junio, el 1º de julio, el 30 de julio, el 27 de agosto, el 16 y 17 de setiembre…”, una vez más, pone en un pie de igualdad al Cordobazo (lo que significa ningunearlo de alguna manera) con los paros anteriores y posteriores que se han sucedido durante un año particularmente agitado por el hartazgo del pueblo a raíz de la política económica y social de la dictadura de Onganía, sin destacar particularmente esa fecha heroica y gloriosa de los trabajadores y del pueblo cordobés. Tal vez para él no ha tenido el resultado esperado.
Parece que cuentan más las veces, que la dimensión de cada protesta, en las que los días 29 y 30 de mayo de 1969 -como lo había sido asimismo el 17 de octubre de 1945- adquirieron para la historia del movimiento obrero de Córdoba e incluso del país todo, un lugar muy importante y realmente extraordinario. Más tarde, la izquierda, la ultraizquierda y los grupos armados intentarían reivindicarlo como propio…
Los enemigos de la Nación…
(Rawson, 24 de octubre de 1969)
¿Quiénes son “los enemigos de la Nación”, que Tosco identifica en esta carta?
Si bien aquí Tosco también interpreta acertadamente quiénes son los destinatarios de la acusación de “enemigos de la Nación” que hace la dictadura, pretendiendo en realidad sindicar “a quienes no comparten y luchan contra la política regresiva, antipopular y reaccionaria, que se impone desde la Casa Rosada”, no obstante, incorpora sutilmente un elemento de diferenciación que está siempre presente en su discurso político, defendiendo “a quienes exponen las causas fundamentales que originan el descontento y las protestas populares con lenguaje claro, valiente, no teñido de oportunismo colaboracionista”.
¿Quiénes son los únicos que tienen una inteligencia superior para exponer “las causas fundamentales que originan el descontento y las protestas populares”? ¿Quiénes utilizan “un lenguaje claro, valiente, no teñido de oportunismo colaboracionista”? ¿Quiénes son “oportunistas” respecto al régimen militar y quién son los “colaboracionistas” de la dictadura, según Tosco? Los identifica, según su parecer, en cartas posteriores.
En esta carta del 24 de octubre de 1969, al mismo tiempo que trata socarronamente al dirigente sindical de La Fraternidad Cesareo Melgarejo de “amigo de la Nación”, dado su “optimismo” por la reunión con el Gobierno, se sorprende por las diferencias con el gobierno que éste señala a la salida de la audiencia con Onganía, cuando Melgarejo (con “lenguaje claro, valiente” y “no teñido de oportunismo colaboracionista”) “protestó y señaló que el incremento salarial era una aberración y que con tales decisiones nada se arreglaba”. Así también, termina revelando en esta misma carta que “después del discurso de Dagnino Pastore y del propio Onganía, Melgarejo tuvo que hacer una especie de acto de contricción y arrepentirse, con lo que por allí -se corrige Tosco- quedaba vinculado a los “enemigos de la Nación”.
En otro momento de esta carta, cuestiona con buenos argumentos las arbitrariedades de la dictadura, y en algún momento se pregunta con justicia: “¿Por qué no restituyen los gremios intervenidos, o llaman a elecciones libres en los mismos, en forma inmediata, con participación de las direcciones dejadas cesantes o encarceladas…?”. Lo malo no está en esta pregunta ni en lo que la pregunta demanda, sino en la crítica que Tosco y sus amigos hacen o harán cuando en alguna oportunidad el gobierno llama a elecciones y restituye un gremio intervenido, acusando a los sindicalistas y trabajadores que se presentan a recuperar legítimamente su gremio, de “colaboracionistas” o “participacionistas”. ¿Los que acusan a otros de “gatopardismo”, no practican una suerte de “gataflorismo”?
Cuando una mayoría de trabajadores elige a sus representantes sindicales, de la mejor manera está definiendo “con absoluta claridad -como reclama Tosco al final de esta carta-, quiénes son los verdaderos enemigos de la Nación y quiénes los verdaderos servidores de los ideales patrióticos y populares de Justicia Social y Liberación Nacional”.
Panorama sindical 1969…
(Rawson, 7 de noviembre de 1969)
En esta carta, Tosco descarga gran parte de su artillería ideológica contra la dirigencia sindical peronista.
Después de señalar que “la historia del movimiento obrero es una historia de sacrificios, de obstáculos, de incomprensión, y tanto de actos heroicos como de iniquidades de toda naturaleza”, Tosco nos introduce en la raíz ideológica de su pensamiento político y en el fundamento principal de su actitud y conducta política frente al sindicalismo peronista.
“La lucha por una vida mejor -sostiene Tosco-, por el pleno desarrollo de la personalidad de ser humano integrado a una sociedad sin explotadores ni explotados, frente a la evidente justicia que ello implica no solo trae consigo, a veces, el simple reconocimiento de ese alto objetivo, sino, además de la represión originada en los sectores reaccionarios que defienden sus espurios intereses, se suma la abierta complicidad de muchos titulados representantes de la clase trabajadora que pasan a ser aliados conscientes de quienes son sus principales opresores”. Este es su pensamiento sin filtro y sin matices.
Tosco pone en un mismo bando de aliados y cómplices a los “principales opresores” de la clase trabajadora en su conjunto, a “los sectores reaccionarios que defienden sus espurios intereses” y a los “titulados representantes de la clase trabajadora” (que ¡oh casualidad!, se trata justamente de la dirigencia sindical peronista sin distinción, porque Tosco no hace ninguna aclaración).
Resulta importante destacar, a nuestro entender, que la raíz ideológica de esa confusión u error de Tosco y de los que piensan como él, al meter a todos los que no son “ellos” en una misma bolsa, tiene varias razones, entre otras, plantearse “una sociedad sin explotadores ni explotados”, cuando la sociedad argentina no ha alcanzado todavía un verdadero desarrollo capitalista, dejando en ese caso en el bando de los explotadores a pequeños y medianos empresarios argentinos que, aparte de dar trabajo a otros argentinos en su todavía inconsistente capitalización, sufren la competencia del gran capital imperialista que pretende borrarlos del mapa. Más que “explotadores” y “explotados”, la sociedad oligárquica produce en el seno del pueblo “ocupados” y “desocupados”, y ese es un grave problema que debe resolver un Movimiento de Liberación Nacional y Social.
Para empezar, Tosco y la izquierda sindical confunden objetivo táctico con objetivo estratégico, pero esa “confusión” deviene, en realidad, de una interpretación errada de la sociedad en la que vivimos (la Argentina), que no está dividida principalmente en su interior entre “explotadores” y “explotados” sino entre “clases productivas” (nacionales) de un país semicolonial (todavía no desarrollado en términos capitalistas), en lucha contra las clases parasitarias y especulativas (oligárquicas), socias del imperialismo que explota a nuestro país en su conjunto.
Pues bien, continúa Tosco en esta carta, “los signos precursores aislados aparentemente entre sí, pero con el común denominador de ser todos causados por la acción gubernativa del régimen, se materializaron en las luchas estudiantiles de Córdoba de 1966 (no hay mención a las luchas anteriores de la clase trabajadora contra el régimen pseudodemocrático y la política antiobrera de Illía); en diciembre del mismo año con un paro general; en marzo de 1967 con otro paro nacional; en las sucesivas intervenciones a los sindicatos; en la creación de la G.G.T de los Argentinos en 1968; en la huelga de Ensenada; en la huelga de la Fabril Financiera; en la huelga de los cañaverales tucumanos; en el norte de Santa Fe y en innumerables focos de resistencia que, sin mayor difusión pública, estuvieron señalando en forma permanente que la realidad estaba dada por un descontento y protesta generalizados, cubierta por la represión y no por un consentimiento del Pueblo y, en particular, de los trabajadores hacia la programática oficial”. Otra vez pasa de largo al Cordobazo.
El problema no es que ciertos signos aparezcan “aislados entre sí” y que los “innumerables focos de resistencia” tengan poca “difusión pública”; pasa que es la visión de Tosco y de la izquierda sindical la que resulta una visión sectaria, fragmentada y hasta reduccionista de la realidad argentina.
Para empezar, Tosco vuelve a omitir en esta enumeración al Cordobazo, y no ve en esos múltiples actos de resistencia a la dictadura -no solo en algunos sino en todos, muchos de ellos omitidos en esta lista- la cadena histórica de los acontecimientos; no ve en ellos la historia de un pueblo, concretamente del pueblo peronista desde 1945 a esa fecha.
Acto seguido, le toca el turno en la carta a Francisco Prado, ex secretario general de la Federación de Luz y Fuerza (adversario peronista y gremial de Tosco en Luz y Fuerza) y ex secretario general de la Confederación General del Trabajo. Para Tosco, él fue “el primer exponente de una política claudicante y cómplice con el régimen de Onganía”, y “en la mentalidad y en los intereses de Prado no había otra solución que el “diálogo” y “la participación”. No había otra perspectiva que acompañar a la Dictadura en el ablandamiento del movimiento obrero”.
Aventurada, peligrosa y temible opinión sin ofender justamente a los representados por Prado, tanto en el gremio de Luz y Fuerza como de la Confederación General del Trabajo a nivel nacional, sin diferenciar tampoco, desde una posición ultraizquierdista, provocativa y abstracta, la distancia que existe entre el “diálogo” o la “negociación” y la “participación” o el “colaboracionismo”, tratándose sobre todo de reivindicaciones sindicales en las que “el diálogo” y “la negociación” forman parte natural de la labor de un sindicalista, junto a las herramientas de enfrentamiento y endurecimiento de la posición llegado el caso.
Por el contrario, para Tosco, “la caída de Prado fue la primera derrota de la Dictadura en su empeño de lograr una C.G.T domesticada, “participadora” de un programa antipopular y antinacional”.
¿Los trabajadores peronistas, después de catorce años de dura y fuerte resistencia al sistema oligárquico que los desalojó del poder, proscribió a su movimiento y a su máximo líder, y que le fue quitando sus derechos durante el gobierno dictatorial de Aramburu y los gobiernos pseudo democráticos y también proscriptivos posteriores, fueron los “participantes” y cómplices de un programa antipopular y antinacional? Suena al menos como un despropósito, aunque haya habido seguramente en ese tiempo dirigentes que traicionaron a sus representados. Pero no es el caso del peronismo en general.
Por el contrario, Tosco ve en Pardo (que debió renunciar a la CGT) “una derrota de todos los dirigentes capituladores hasta la fecha”, pero, además, una “derrota de contenido doctrinario, ideológico y moral”. ¿Qué pretende cuestionar Tosco sino el contenido doctrinario, ideológico y moral del peronismo político y sindical? He allí adonde apunta el líder izquierdista.
Por fin -¡albricias!!!-, al promediar esta carta, Tosco reconoce por primera vez desde la cárcel, que la lucha que se dio en 1966, 1967 y 1968, “alcanzó su cúspide el 29 y 30 de mayo, en nuestra ciudad de Córdoba” (razón por la que fue encarcelado), después de la cual -admite también- “hasta los títeres participacionistas se “adherían” a los paros que se ejecutaban sucesiva y masivamente en toda la Nación”.
Después de otra andanada de duras críticas contra los “participacionistas”, los “colaboracionistas”, los “dialoguistas”, los “conciliadores”, los “veintistas” (de la Comisión de los Veinte), los “ilusos”, cobran, además, casi al final de la carta, las “proclamas y contraproclamas de las 62 Organizaciones Peronistas”.
Es así que “inspirados en el manifiesto del 1º de Mayo de la CGT de los Argentinos (y no también en los programas de La Falda y Huerta Grande, antecedentes necesarios del Manifiesto del 1º de Mayo de 1968), “la Clase Trabajadora y el estudiantado de Córdoba y muchas otras organizaciones obreras en el país… apuntalados por la Central Obrera de nuestra ciudad y por el cumplimiento del extraordinario para general del 29 y 30 de octubre, reivindicaron la dignidad que habían ultrajado los dirigentes capituladores de la Comisión de los 20”, razón por la que -explica Tosco ya al final de la carta-, “la Comisión de los 20 se disolvió, corrompida por su propia desvergüenza y entrega”.
Lo que no explica Tosco en esta carta del 7 de noviembre de 1969, cuando habla del Manifiesto del 1º de Mayo de la CGT de los Argentinos, es que la CGT-A entró en una etapa de disolución prácticamente un año antes, sin tampoco mencionar las causas.
Una C.G.T “apolítica”…
(Rawson, 14 de noviembre de 1969)
¿Existía en 1969 una CGT “apolítica”? ¿Hubo alguna vez una C.G.T. “apolítica”? ¿Era el movimiento sindical peronista un movimiento “apolítico”? ¿No fue el Cordobazo un acontecimiento político de excepción protagonizado principalmente por la clase trabajadora peronista? ¿Era político asesinar a un dirigente sindical? ¿Por qué Tosco no menciona en ningún momento el crimen de Augusto Vandor? ¿Quién condujo el Cordobazo? ¿Acaso Elpidio Torres era un dirigente despolitizado y no combativo? ¿Por qué no lo menciona en ninguna de sus cartas, reportajes ni testimonios?
Para empezar, Tosco reconoce en esta carta -desdiciéndose en parte de sus críticas al sindicalismo peronista por esa misma razón- que “uno de los objetivos fundamentales del movimiento obrero, en lo que hace a su organización interna, ha sido lograr la constitución de una sola Central Sindical, de forma de agrupar en ella la mayor cantidad posible de trabajadores, con el propósito de ejercer más eficazmente la defensa de sus derechos, promover nuevas reivindicaciones específicas…”, a lo que agrega: “y luchar por la transformación de la sociedad en la que los forjadores directos de todos los bienes que dispone, se encuentran injustamente relegados, cuando no ignominiosamente explotados”.
Digamos en primer lugar que la izquierda sindical no le hace honor a ese requisito muy bien planteado por Tosco cuando promueve u organiza sindicatos por fábrica para quitarle así la conducción de los sindicatos por industria al peronismo. En segundo lugar, Tosco introduce un criterio político socialista en la discusión, que no necesariamente debe cumplirse para defender acabadamente a los trabajadores, como hace el sindicalismo peronista -sin ser tampoco por eso “apolítico”- con la adhesión masiva y el reconocimiento expreso de sus representados.
¿Usa acaso la izquierda sindical argumentos políticos para criticar al sindicalismo peronista, y argumentos sindicales para cuestionar el “peronismo” de los dirigentes sindicales adversarios?
“Quien haya leído un poco sobre historia del movimiento obrero -dice a continuación Tosco, en este caso con bastante razón-, sabe que el reconocimiento de su función institucional en la sociedad no ha sido un hecho espontáneo, ni ha sido el producto de la comprensión de los sectores dominantes, de origen patronal, sino que ha sido la consecuencia de largas luchas, heroicas muchas veces, en las que las derrota transitoria en varias circunstancias, no frenó su auge y su peso, cada vez mayor, en el ámbito social, económico y político, de cada país y en el mundo”. Pero una cosa es reconocer eso, y otra criticar al sindicalismo peronista por no ser socialista y por defender los derechos de los trabajadores a rajatabla con métodos sindicales.
Tal vez, con la intención de poner un buen ejemplo, aunque se trate de una realidad distante y ajena a la propia realidad argentina y latinoamericana, Tosco alude a la ley “Le Chapelier” dictada en Francia en 1791, “la mayoría de las constituciones modernas” y “en la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos” de 1948, que “ante la imposibilidad de detener el ascenso de esta poderosa fuerza social y sin perjuicio de aplicar una persistente represión para mantenerla, total o parcialmente sometida, las patronales y las oligarquías enseñoreadas en el poder del Estado, procuraron circunscribirlas a sus problemas aparentemente específicos (lo “extrictamente gremial”) o atarla institucionalmente al carro de sus intereses”.
Pues bien, ese es el caso de Europa y Estados Unidos, que “se preocupó, por todos medios, hacer de la organización de la Clase Trabajadora, una institución subsidiaria de un sistema de esquematización política, pretendiendo, al mismo tiempo, que no tuviera visión ni capacidad de decisión en el mismo aspecto”. Pero no es el caso de los trabajadores argentinos, que adquirieron con el peronismo su conciencia de clase ligada a un proyecto nacional anti imperialista e incluso continental latinoamericano.
Es necesario aclarar aquí, con la ayuda de Robert A. Ferrero (“Enajenación y Nacionalización del Socialismo Latinoamericano”, 2010), que “en América Latina, en cambio, el marxismo (doctrina a la que adhiere Tosco acríticamente y sin “nacionalizarla” previamente), introducido desde el viejo continente, se engarza en nuestra realidad para negarla sólo en la apariencia de su discurso más superficial y en sus declaradas intenciones respecto de un fin último revolucionario y socialista, pero funcionando de hecho, como el ala “izquierda” de la ideología oficial, a la que complementaba”.
Por eso Tosco cuestiona de raíz al peronismo y por consiguiente al sindicalismo peronista, entendiendo que ha nacido del mismo modo y con el mismo carácter de los regímenes autoritarios de Europa (insiste con ese tema en el debate de 1973), donde “el Estado corporativo, neocorporativo o comunitario, bajo el disfraz de la integración y concurrencia de fuerzas, representa una “involución” histórica donde, en definitiva, todo queda al servicio del sector dominante, por encima de los verdaderos intereses de la mayoría de la población y, de hecho, del propio país”.
Pero es todo lo contrario: en los países semicoloniales, explotados por el imperialismo reinante y su socia, la oligarquía nativa, los intereses del propio país, de la población y de la clase trabajadora confluyen en un frente o movimiento policlasista -en la Argentina el peronismo- para defender la Nación del opresor extranjero y sus aliados nativos.
La supeditación en muchos casos de la clase obrera -la mayoría- a una conducción política no propia del movimiento obrero (o sea “burguesa” nacional), en los países, como el nuestro, responde a la necesidad de cerrar filas ante un enemigo común, que no son precisamente los dueños de los medios de producción nacionales, sino por el contrario, los monopolios extranjeros (muchas veces importadores de manufacturas que el país produce o puede producir) o aliados al extranjero y la oligarquía (productora – exportadora solo de bienes primarios), que pretenden el dominio del país y de su economía para favorecer sus intereses concentrados.
Tosco se equivoca políticamente. El peronismo está en lo cierto política y sindicalmente (más allá de las agachadas de algún dirigente o de algún sector del movimiento en alguna circunstancia, que no es el caso precisamente del sector de los trabajadores).
En el sentido señalado, para la concepción “izquierdista” sin contradicciones ni síntesis superadoras de una realidad muchas veces gris como la vida, para Tosco, “la Clase Trabajadora Argentina, la inmensa mayoría de la población, hoy no puede tener otra perspectiva ni otra intervención que la que le señala la política impuesta, por sí y para sí, por la Dictadura”. Y desafía a que alguien demuestre lo contrario. Entonces, “si la Dictadura se preocupa tanto de la “normalización” de la C.G.T., es para que ésta pueda hacer valer su punto de vista y su peso en otra política, que sea impuesta por la propia Dictadura; que es a su vez la de los monopolios, la de organismos crediticios y financieros internacionales y, en definitiva, la del imperialismo mundial del dinero; la política de los intereses de la metrópoli yanqui sobre su esfera en la división internacional del trabajo; la de la oligarquía nativa asociada a ese poder económico y político”. La recuperación de la CGT para los trabajadores es para Tosco, lisa y llanamente, una política reaccionaria. Eso es lo que se llama una posición ultraizquierdista, contraria a los intereses de los trabajadores.
Aunque reconoce que “la Dictadura de Onganía ha prohibido la discusión y la práctica política general en nuestro país”, no obstante, cuestiona al sindicalismo peronista por “apolítico”, dejándolo sin alternativas: si no hace política es porque responde a la política de la Dictadura; si hace política, es sectariamente “peronista”; y si se dedica a luchar por la recuperación de los sindicatos y las reivindicaciones sindicales, es porque es “apolítico” o cómplice de la dictadura.
Surge claramente la disyuntiva de la izquierda juanbejustista sin opciones para el país criollo: burguesía o proletariado; izquierda o derecha; socialismo o peronismo…, que a los ojos de la izquierda toscana o es “apolítico”, o es claudicante, o responde en cualquier caso a la Dictadura, porque, en definitiva, “es lo mismo”. No le ofrece ninguna opción a los trabajadores peronistas que no sea él y sus “bases” socialistas.
Sin embargo, Tosco se contradice sin posibilidad de lograr una síntesis superadora, al manifestar que “la preocupación de la Dictadura, y de todos sus corifeos, es una sola C.G.T.”, y que por eso “quiere una C.G.T. “apolítica” para hacer su política” (la de la Dictadura), cuando cuatro párrafos más adelante afirma que “la Dictadura quiere una sola C.G.T. como la quiere el movimiento obrero” sin distinción, más allá de las flagrantes diferencias de objetivos entre la dictadura y el movimiento obrero, como al final de esta carta lo admite.
Finalmente, con una posición sectaria y reduccionista de la realidad que analiza, Tosco deja asentado que no existen más que dos sectores sindicales enfrentados, opuestos y contradictorios, es decir: “los “títeres de la Dictadura”, el sector participacionista…”, por un lado (que al parecer, según su visión, representa a todo el peronismo), y “los Compañeros que tienen como programa el claro y valiente Manifiesto del 1º de Mayo de la C.G.T. de los Argentinos”, aunque “queda un gran núcleo de dirigentes por decidirse definitivamente”. Otra vez desconoce los programas mayoritarios, contundentes y peronistas (con visos de socialismo nacional) de La Falda y Huerta Grande.
Sin lugar para una tercera posición, ese “gran núcleo” tiene para Tosco “la clara opción de constituir una C.G.T. domesticada por y para Onganía y el neocorporativismo, o una C.G.T. identificada y consecuente con las reivindicaciones y aspiraciones del movimiento obrero, con los sectores progresistas del Pueblo y con los grandes objetivos de justicia social y de liberación nacional”.
Debiera haber sabido y dicho Tosco en esta carta, que, en verdad, a esta altura de 1969, ese gran núcleo de dirigentes ya se había decidido por la unidad del movimiento obrero pedida por Perón desde España después de la división de las dos CGT en marzo de 1968, y admitir además que la C.G.T. de los Argentinos (C.G.T.-A) ya se había disuelto al final del año ’68 (a excepción de Córdoba, donde permanecía vigente en mayo de 1969), sin cubrir a nivel país las expectativas que había levantado entre sus propios adherentes.
En Libertad…
(Córdoba, 9 de diciembre de 1969)
En esta carta de agradecimiento al pueblo que los liberó y de renovado repudio a la dictadura que juzgó y condenó a varios años de cárcel a él y a sus compañeros de prisión (que no menciona por su nombre en ningún momento), Tosco menciona por fin, con justicia, al “glorioso Cordobazo”. Antes ha mencionado al “joven compañero, militante mecánico” que “cayó asesinado alevosamente de un balazo en el corazón: el compañero MENA”, aunque sin indicar que venía en la columna mayor del SMATA encabezaba por el mismo Elpidio Torres.
Después de descartar que “nuestro objetivo sea la violencia”, coincide con la declaración extraordinaria del Episcopado Latinoamericano en Medellín, “donde dice que cuando reina una tiranía evidente, cuando el Pueblo está sometido a la opresión y a la injusticia, lo que hace el Pueblo no es violencia: Es legítima defensa contra la violencia institucionalizada del régimen”. La equívoca interpretación de dicho mandato por algunos sectores de las clases medias llevaría a la práctica de métodos de lucha equivocados (individualistas, grupales y no colectivos), aplicados por actores, equivocados en la caracterización política de la realidad y en la definición concreta de los enemigos históricos del pueblo argentino.
A continuación, el líder sindical dedica varios párrafos a identificar las víctimas de la violencia del régimen, en particular la violencia cotidiana “en aquel que no tiene pan para comer, que busca trabajo y no lo encuentra… en aquel que no tiene suficiente indumentaria para vestirse… en aquel que pasa toda su vida buscando un techo para guarecerse… que tiene que morir de la enfermedad por falta de tratamiento médico… a Jubilados que han dado toda una vida al servicio del país…”.
“¿Es o no es violencia -insiste Tosco- sobre la gente que trabaja; sobre la gente humilde; sobre la gente que tiene esperanza…”? “Contra esa violencia, por la destrucción de esa violencia, por la paz entre los hombres realizándose todos en la mayor medida de sus posibilidades, es que lucha el Pueblo Argentino; es que lucha el Movimiento Obrero Argentino; es que luchan los sectores progresistas; las instituciones políticas y religiosas avanzadas de todo el mundo…”.
Es por todo eso -termina diciendo Tosco sin más precisiones-, que “este llamado a la pacificación no puede tener ningún eco mientras no esté sustentado en auténticos valores humanos; mientras no resuelva los grandes problemas del Pueblo Argentino. Y estamos seguros de que este sistema, que este régimen dictatorial, no está dispuesto ni está inspirado, por más que lo proclame, en resolver ningún problema que padece nuestro Pueblo”.
Reportajes de la revista “Extra” …
(Cárcel de Buenos Aires, 22 de mayo de 1971)
Esta etapa que corre entre 1971 y 1972, con Tosco nuevamente en la cárcel, trascurre después del “Viborazo” (o segundo Cordobazo, como también se le conoce) del 15 de marzo de 1971, y después de haber renunciado Elpidio Torres a la secretaría general de la CGT Unificada, cuando se produce la reorganización de la CGT Córdoba y la elección de nuevas autoridades, resultando elegidos Atilio López como secretario general y Agustín Tosco como secretario adjunto el 13 de abril de 1971, cargo que ocuparía solo días, al ser encarcelado nuevamente. Desde su prisión de Villa Devoto, no obstante, derrotaría en su gremio de Luz y Fuerza la lista peronista de Sixto Ceballos, quedando como secretario general de su organización por un nuevo período.
Recordemos antes de proseguir, que el “Viborazo” -según refiere el historiador Ferrero- fue organizado “por un “Comando de Lucha” que lideraban Tosco y Atilio López, menos espontáneo y numeroso que el primer “Cordobazo”, y que “contó con la abundante presencia, a bandera desplegada, de las organizaciones armadas y la ultraizquierada”.
Cabe señalar también como antecedente histórico, que al ser elegido Elpidio Torres secretario general de la CGT Unificada de Córdoba el 4 de marzo de 1970 (fruto de un acuerdo entre “legalistas” y “ortodoxos”), como señala Roberto A. Ferrero en “Del Mutualismo al Navarrazo. Breve Historia del Movimiento Obrero de Córdoba”, Tosco se mantendrá “apartado, confiado en la reanimación de la CGT de los Argentinos (ongarista), que no se dio”.
Es también durante esa época de reorganización de la CGT de Córdoba “desarticulada por las represiones posteriores al Cordobazo que surge la tendencia que se conocería como “clasista”, que era una corriente de ultraizquierda, que decía luchar contra la dictadura, contra la burocracia sindical y en pro del socialismo -como bien dice Ferrero-, confundiendo en esto último el rol de los gremios con los del partido revolucionario”, confusión que Tosco insiste en repetir durante el transcurso del debate con Rucci en febrero de 1973.
En este reportaje de la revista “Extra”, más allá de las críticas al régimen, Tosco confirma la distinción que hace de su actitud y conducta respecto a la dictadura y problemas de la clase trabajadora, y la actitud y conducta que tienen los sindicalistas y trabajadores que no tienen su misma ideología política.
Cuando el periodista de la revista “Extra” le pregunta ¿cuál es la razón real de su encarcelamiento?, Tosco responde entre otros conceptos:
“… A mí y a tantos otros nos persiguen y encarcelan porque no nos prestamos al juego hipócrita del régimen. Porque desnudamos sus verdaderas intenciones de preservar un estado de cosas con un ropaje de supuesto respeto a los inalienables derechos de la clase trabajadora y del Pueblo. Porque sabemos y advertimos sobre los viejos y los nuevos cuentos, que insiste en contar con distintos protagonistas, pero que son esencialmente iguales y no cambian, sino formalmente, el final. Porque no nos callamos que para desentrañar este inmenso fraude basta recordar que ya está aprobado el plan económico quinquenal 1971-1975, al mismo tiempo que se dice que en 1973 será respetada la voluntad soberana del Pueblo…”.
¿A quién se refiere Tosco cuando habla de los que no se prestan al juego, que desnudan las verdaderas intenciones de la dictadura, que saben y advierten sobre los viejos y los nuevos cuentos, que son sus protagonistas y que son esencialmente iguales y no cambian?
¿Se refiere a la partidocracia proscriptiva en general, a los radicales resentidos porque les quitaron el gobierno que ejercían en forma ilegítima (con la proscripción del peronismo), pero que siempre están más cerca de la oligarquía que de la clase trabajadora y el pueblo, a los jueces y constitucionalistas que hacen la vista gorda frente al atropello de la Constitución, o a los “socialistas” que integraron los Consejos Consultivos de la dictadura anterior? ¿Le preocupa a Tosco que vaya a haber elecciones sin proscripciones en 1973 para que termine ganando el peronismo? ¿Acaso la consigna que la izquierda defiende no es por entonces “ni golpe ni elección, revolución”, más allá de que Tosco muestre una cierta independencia de criterio respecto a ella?
En la siguiente pregunta y respuesta está la respuesta a nuestros interrogantes.
En una consulta que prácticamente induce y adelanta la respuesta, el periodista de “Extra” pregunta: “¿Usted reconoce que el sindicalismo argentino ha tenido desde 1955, a nivel dirigente, capacidad de lucha y lealtad para con el movimiento obrero, en forma coherente o por etapas…?”.
Tosco responde: “El sindicalismo argentino ha tenido y tiene a muchos dirigentes sacrificados, leales, sin mácula, al servicio de la clase trabajadora. Pero en todas las épocas, y especialmente a partir de 1966, ha tenido y tiene también las expresiones más decadentes, escandalosas y entregadas de su historia. Todos los dirigentes involucrados en la denominada “filosofía” del participacionismo y del dialoguismo, si fueron resultado auténtico de la expresión de las bases, la traicionaron para siempre. Y si no surgieron por la voluntad de los trabajadores (desconfía y acusa a la vez), son los hijos del fraude, de la delación, de las impugnaciones falseadas del fraude, de la delación, de las impugnaciones falseadas, de las intervenciones, todo bajo el paternalismo o el amparo de los usufructuarios del poder estatal y patronal”.
No es que no exista la “filosofía” del participacionismo y los dirigentes sindicales peronistas “participacionistas”. Sucede que Tosco desconoce al sindicalismo peronista en su totalidad y combatividad y mete a todos los dirigentes y trabajadores peronistas en una misma bolsa, porque pretende, entiende y está convencido de que el sindicalismo peronista es reaccionario y retrógrado en su concepción original, y es cómplice de esta nueva dictadura, aunque toda su trayectoria desde 1945 a esa fecha -resistencia mediante-, y el Cordobazo en particular, lo desmientan (tal vez por eso no le da tanta importancia a la gesta obrera y popular del 29 y 30 de mayo). Esta concepción ha hecho escuela y resulta ser la versión “oficial” a gusto de la “política de la historia” del sistema oligárquico vigente y dominante todavía en 2024.
La tercera pregunta y respuesta corrobora nuestra sospecha en general.
“¿Cuáles han sido las razones de la claudicación de los dirigentes que usted señala…?”.
Tosco responde más enceguecido que nunca: “Quienes han claudicado carecen de una auténtica vocación humana de redención social. Carecen de sentimientos de fraternidad y de un claro pensamiento que los ubique, con precisión, en la lucha entre explotados y explotadores (Ya hemos analizado eso en otra carta anterior). Carecen de la resistencia necesaria para sacrificarse. No tienen fe ni esperanza en el triunfo de la Justicia Social. Son sensibles a las expresiones, a los halagos, a las componendas, a la vida cómoda y al calor oficial. Son dóciles instrumentos de la compraventa de los derechos y las reivindicaciones obreras y populares. Son renegados de su clase al servicio de la clase dominante (¿Será por eso -interrumpimos- que Perón está proscripto y los peronistas perseguidos y proscriptos desde 1955?). Esto, es en el aspecto moral. En el aspecto político son los que, con cualquier pretexto, defienden al sistema; piden que se le retoque con pinceladas de incoloro reformismo. Son los que hacen del cargo una profesión bastante rentable, como apéndice de una estructura sostenida por la oligarquía y el imperialismo”.
¡Oh casualidad!, esa fue la estructura y el sistema que derribó al peronismo en 1955, con la complicidad de la partidocracia de derecha a izquierda.
Contrario censu, si hacemos un poco de historia en forma sintética, caemos en la cuenta de que la historia es distinta. Desde 1955 a 1971, el movimiento obrero con la conducción peronista había llevado adelante una combativa y recia resistencia, que había culminado -con alta conciencia, cohesión y organización- en el Cordobazo. Está plasmado en el libro de Víctor Ramos, “Hombres de Acero. Historia Política de la Unión Obrera Metalúrgica”, la historia del gremio insignia de todo ese período, con Augusto Vandor a la cabeza, salvo por la preeminencia de Elpidio Torres (partidario y amigo de Vandor) y el gremio SMATA de Córdoba en la organización y concreción del Cordobazo (gesta del movimiento obrero subestimada o ninguneada en su época por la izquierda anti peronista y en particular por Agustín Tosco, como podemos ver en su correspondencia).
El fracaso de la “Revolución Argentina” …
(Cárcel de Villa Devoto, 1º de junio de 1971)
Aunque tiene claro de que “la lucha entre el Pueblo y la reacción se amplía y se agudiza cada vez más”, y que “el régimen no se resigna a una derrota definitiva, luego de la caducidad de sus dos primeras etapas con Onganía y Levington, que cayeron abatidos por las grandes movilizaciones populares desarrolladas en Córdoba, Rosario, Tucumán, El Chocón, Salta, Catamarca, La Rioja y, en general, en todo el territorio nacional” (pone nuevamente al Cordobazo a la misma altura que las demás puebladas, sin destacar el alcance histórico que tuvo el levantamiento de Córdoba), no obstante, no puede dejar de fustigar a la C.G.T., a la que, entiende, “cuerda le dan también” desde el oficialismo por su “participacionismo”, “con el descuento obligatorio, que ningún trabajador autorizó, para financiar la entrega y el sometimiento del movimiento obrero”.
Después de extender su cuestionamiento al “acuerdismo” y al “pactismo” de aquellos “que encarnizadamente combatieron (se refiere a sus amigos radicales) y que hoy quieren revivir y revitalizar y ponerlos de su lado para salvar siquiera los despojos de esta “agónica revolución nacional” (curioso es que Tosco llame irónicamente “revolución nacional” a la “revolución argentina”, emparejándola con la revolución peronista)”, rompe con los que “han preferido convertirse en la propia justificación histórica de quienes asaltaron el poder y los desplazaron a ellos calificándolos de ineficaces y perimidos” y que ahora “han venido a jurar, o al menos a convalidar, el propio Estatuto que los estigmatizó en junio de 1966”.
Cuando decimos que Tosco “rompe” con ellos, lo decimos porque esa izquierda avaló el golpe militar-radical del 55 y la proscripción también militar y pseudo democrática de Illía, que ganó y gobernó con el peronismo proscripto, siendo esa “izquierda” beneficiada por las decisiones de la política obrera del médico cordobés a través de la legalización de los sindicatos por fábrica, entre otras medidas.
Algo estaba pasando, sin duda en la sociedad argentina, después que la amplia clase media (incluida su izquierda) había roto con el sistema oligárquico al que había apoyado al menos hasta el golpe contra Illía y la “noche de los bastones largos”, y que ahora, con Tosco, reivindicaba de palabra, como al final de esta carta (aunque luego no lo cumpliera en la práctica), “la unidad de acción”, la “identidad fundamental de objetivos” para derrotar al “imperialismo”.
Decía bien también Tosco al finalizar esta misiva, que “no hay ideología ni sistema que persistan por mucho tiempo si no están en la conciencia y en la organización económica que el Pueblo quiere y considera útil para satisfacer sus necesidades materiales y espirituales”. Solo hacía falta llevarlo a la práctica, ante una mayoría peronista que reclamaba desde los sindicatos y fuera de ellos, por la vuelta y presencia de su líder y por una revolución nacional tal como la había concebido el peronismo de acuerdo a la conciencia histórica alcanzada.
Los luchadores y los participacionistas…
(Villa Devoto, 11 de junio de 1971)
Esta carta, con varios títulos o inter títulos, transita por los alrededores del acto del 28 de mayo de 1971 en Córdoba, programado para conmemorar el Cordobazo, el Acto Central de la CGT nacional organizado para el 4 de junio de ese año y la invitación al Movimiento Obrero Organizado (un reconocimiento que la Dictadura se ve obligada hacer para no quedar mal parada internacionalmente) con el objeto de participar oficialmente con una delegación obrera en las sesiones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como es de rigor.
A dos meses de producido el Viborazo, en el que Tosco ha tenido participación principal esta vez, aunque la dictadura lo ha vuelto a poner entre rejas, si bien ahora parece más entonado, esta vez hace una encendida defensa del “Glorioso Cordobazo” y refiere la conmemoración que ha intentado hacer la CGT de Córdoba con un acto central el 28 de mayo, acto que finalmente no se realiza por “falta de espacio”, porque “todo había sido ocupado por las fuerzas de la represión”, aunque “el paro fue total”. Sin embargo, no pierde la oportunidad, y una vez más arremete contra sus colegas dirigentes sindicales peronistas, en este caso tanto “usurpadores” como “combativos”, de la “burocracia”, e “invitados” a Ginebra para la sesión anual de la OIT.
Con relación a los primeros -refiere- “solo el cacareo de los usurpadores, del gremio de la construcción, uno de los más castigados por la política reaccionaria, buscaron justificativos para quedar bien. Justificativos de cobardes y vendidos. Cobardes por no animarse a decir lo que verdaderamente pensaban. Vendidos, porque su triste actitud fue utilizada por la represión para ponerla como ejemplo. Ejemplo de dirigentes gallináceos que su propio gremio repudió con un acatamiento masivo al paro”.
Nos preguntamos, por la crudeza del trato y la agresividad de las palabras, si Tosco consideraba a los gremios y trabajadores que no pensaban ni actuaban según su parecer, como sus enemigos.
A los “combativos” les recuerda (y reprende a la vez) que “la clase Trabajadora de Córdoba decidió conmemorar el Segundo Aniversario del Glorioso Cordobazo (¡Aleluia! ¡Y todo con mayúscula!), ligándolo a la continuidad de la lucha por los graves problemas que afectan a las masas laboriosas y al Pueblo en general”, pero “no para “celebrar una huelga con otra huelga”, como “equivocadamente señalara Julio Millán, de telefónicos de Buenos Aires, durante las sesiones del Plenario Nacional de Sindicatos Combativos”. Tampoco se salvaban los peronistas combativos.
Con respecto a lo que Tosco considera la “burocracia” de la CGT central, conducida por José Ignacio Rucci, que pretende conmemorar el Cordobazo con un acto central en el Luna Park el 4 de junio de ese año, Tosco pone en duda la voluntad e intenciones de la conducción cegetista, y hasta critica que los organizadores del acto hagan propaganda “en todas las radios, en todos los canales de televisión, solicitadas en todos los diarios… el lunes 31 de mayo, y el martes 1, el miércoles 2, el jueves 3 y el viernes 4 de junio”.
Al parecer, Tosco pretende dejar en ridículo a la conducción cegetista, debido a “la concurrencia moderada” que tuvo finalmente el acto, “estimada por los observadores -en los que Tosco confía ciegamente- en algo menos de diez mil personas”. Antes ha dicho con respecto al fracaso del acto central en Córdoba “por la represión” (que parece no existir en Buenos Aires), que “los denominados medios de comunicación de masas permitieron enterarnos con bastante fidelidad de todo lo acontecido”. Cree más en los “medios” que en los “fines” de una lucha que debe ser conjunta -¿o no se trata de la misma clase trabajadora?- o no obtener los resultados deseados.
En cuanto a la participación de una Delegación Obrera en Ginebra, prefiere escribir una sátira contra sus compañeros dirigentes obreros, de acuerdo a la concepción y opinión que Tosco tiene de los dirigentes sindicales peronistas:
“A Ginebra me voy”: “Un titular y siete asesores, todos “dirigentes” sindicales -chasquea-. Total… con los mil millones sobra plata… Ya me hicieron el discurso. Tiene que estar dentro de la tónica del Gran acuerdo Nacional… Pero no podré dejar de hacerle críticas a Lanusse, a Mor Roig (radical)… Y allí estará San Sebastián (ministro de Trabajo)… Tendré que decir algunas palabritas en general, sin nombrarlos… Palabras de puro compromiso… La CGT de Córdoba ha mandado telegrama… Luz y Fuerza de Córdoba ha mandado telegrama… La Comisión Nacional Intersindical ha mandado telegrama… Los Gráficos han mandado telegrama… Con estos telegramas vienen a poner justo el dedo en la llaga… Ah… y los maestros… Y los empleados públicos… Y el estado de sitio… Bah, mejor pensemos en otra cosa. En las delicias del viaje… Que arreglen… Yo estoy con el Gran Acuerdo… y chau”.
Perturbación del orden…
(Villa Devoto, 12 de junio de 1971)
Al cumplirse un mes y medio de su detención, Tosco saluda a sus compañeros de la CGT de Córdoba, de la que él es secretario adjunto en cautiverio. Como bien les dice Tosco en esta carta, el “principal causante del gran desastre nacional” es el gobierno de la dictadura, ahora gobernada por Lanusse, y no los que, según el gobierno, “están presos por perturbar el orden y la paz”. Resulta evidente, como escribe Tosco, que el gobierno “quiere desembarazarse de la permanente denuncia popular que acusa al régimen de opresión de vulnerar, contantemente, con atropellos y persecuciones su pretendido y proclamado respeto a los derechos de los trabajadores y del Pueblo”.
A continuación, Tosco escribe el fundamento de su defensa, no sin dejar de mandar indirectas a sus sempiternos competidores -¿enemigos?- peronistas.
“Estoy preso, por decreto de Lanusse y Mor Roig (radical), por ser un dirigente gremial que responde, con la máxima sinceridad y autenticidad, al mandato de las bases obreras”, se defiende Tosco, apelando a criterios más éticos que políticos.
“Porque no acudí a mi gremio ni a la CGT -continúa Tosco su alegato- a sentarme a calentar sillones, sino que en cuanta asamblea o reunión de trabajadores se hizo, fui con el único nivel que tengo: el de trabajador y a llevar solidaridad, el apoyo, el estímulo del movimiento obrero, a las reivindicaciones y a la acción y a la lucha aprobada en cada oportunidad”.
“Porque jamás -insiste en poner distancia con otros dirigentes del mismo movimiento obrero- hice de cómodo intermediario entre la patronal o el Estado con los trabajadores, arrimando fórmulas de terceros, sino que asumí mi parte obrera sin ningún tipo de componenda o claudicaciones”.
“Porque en cada conflicto no me animé a hablar de las estrechas responsabilidades de un patrón o un funcionario, sino de las amplias e ineludibles responsabilidades presentes e históricas, del régimen y del sistema”. Seguramente Tosco sabía que no se arreglaban las cosas solo hablando de cualquier manera que fuera.
“Porque cada vez que los trabajadores salieron a la calle, no busqué la impunidad de una oficina, sino que marché al frente de los mismos”. También sabemos que la oficina de un sindicato es también un puesto de lucha si uno no se queda dormido en el sillón.
“Porque cuando sufrí persecución y cárcel, amenaza y allanamiento, no corrí a refugiarme bajo el amparo oficial, sino que formulé las denuncias, afronté los riesgos y soporté la prisión manteniendo la integridad del espíritu”. Sin duda -apuntamos- de eso sabían también muchos, muchísimos dirigentes sindicales peronistas, perseguidos por varias dictaduras y aún gobiernos civiles pseudo democráticos y proscriptivos.
“Porque cuando los participacionistas de Luz y Fuerza de Buenos Aires, sancionaron la suspensión, injusta y arbitraria, a mi gremio, los desenmascaré ante el país como apéndice del sindicalismo amarillo y cómplice de la penetración del imperialismo yanqui en la Argentina”.
“Porque cuando la Dictadura de Onganía intervino a mi gremio no me quedé callado ante los intrusos que aún usurpan la legítima representación sindical de Luz y Fuerza de Córdoba”.
Por Elio Noé Salcedo



