Un trio , y no precisamente de galletitas
LA PEOR VERSIÓN DE JUSTICIA
Oda a los miserables, pusilánimes y mercenarios títeres del triunvirato cortesano argentino
LA CORTE NO JUZGA, OBEDECE.
En la historia argentina, cada época tuvo su rostro de injusticia.
La Corte de 1930, que legitimó el golpe contra Hipólito Yrigoyen y dio nacimiento a la infame doctrina de facto, fue la primera traición institucional.
Más de sesenta años después, la Corte de la mayoría automática menemista prostituyó el Derecho para servir a los negocios del poder, vendiendo soberanía en nombre de la “modernidad”.
Hoy, casi un siglo después, Rosatti, Rosenkrantz y Lorenzetti consuman la tercera infamia.
La suya es la versión académica y cortesana de la miseria moral:
no necesitan fusiles ni decretos de facto, les alcanza con acordadas, tecnicismos y silencios cómplices.
Son los nuevos interventores del Estado de Derecho, designados por el poder económico para garantizar que nada cambie.
Rosatti, el jurista que se juró a sí mismo, símbolo perfecto de la decadencia institucional.
Rosenkrantz, el abogado de los grupos concentrados, especialista en transformar
intereses privados en “jurisprudencia”.
Lorenzetti, el camaleón del poder, siempre al acecho, siempre dispuesto a caer de pie.
Entre los tres han convertido a la Corte Suprema en una sucursal del poder fáctico, una escribanía del establishment financiero.
Dictan sentencias con la precisión de un reloj suizo, siempre a tiempo para frenar derechos, liberar tarifazos o legitimar el saqueo.
Y el lunes 27 de octubre de 2025 marcará otra página negra: una serie de fallos que blindaron al poder económico, clausuraron la puerta de los reclamos sociales y consagraron el privilegio bajo la máscara de la “institucionalidad”.
Nadie los votó, pero gobiernan igual.
Y mientras el pueblo carga con el peso de los impuestos, ellos siguen sin pagar el Impuesto a las Ganancias, pese a jurarlo en público.
Hablan de moral pública y se esconden detrás de acordadas secretas para proteger sus fortunas.
Predican austeridad y viven de la excepción. Enseñan ética y trafican poder.
La hipocresía se multiplica al recordar que dos de ellos —Rosatti y Lorenzetti— son profesores universitarios, catedráticos de Derecho Constitucional, formadores de nuevas generaciones.
Deberían ser expulsados de las universidades por vergüenza, porque ningún docente que pisotea la ley tiene autoridad para enseñarla.
El aula no puede ser el refugio de los traidores del Derecho.
La historia es implacable con los cobardes disfrazados de prudentes.
Como en 1930 y en los ’90, hoy asistimos a otra capitulación del Poder Judicial ante los
amos de siempre.
No imparten justicia: administran el miedo y el cálculo. No representan al Derecho: representan intereses.
En sus manos, la balanza ya no pesa justicia, pesa poder.
Quizás algún día los libros los nombren junto a los jueces que avalaron golpes y saqueos, como símbolos de la sumisión institucional.
Pero el pueblo ya los juzgó, y su veredicto es más fuerte que cualquier sentencia:
son los miserables, los pusilánimes y los mercenarios del triunvirato cortesano argentino.
“Cuando el poder judicial abdica de su deber de proteger la Constitución y se entrega al gobierno de las conveniencias, deja de ser poder y se convierte en cómplice.” Carlos S Nino –
Por Juan Pueblo II



