Cuando apoyar un genocidio te deja sin equipo

image
Read Time:2 Minute, 58 Second
El caso del futbolista israelí Shon Weissman, vetado en el Fortuna Düsseldorf por la presión de sus hinchas

En la vida todo es intercambiable. Quien necesite un corazón, un riñón o un hígado piensa instintivamente en un fin de semana largo. Constituye, por desgracia, un espacio de tiempo propicio para los accidentes de tráfico. Si todos los órganos del cuerpo son intercambiables se debe a que su interior carece de ideología. O eso es lo que creemos. Si un militante progresista recibe un trasplante de corazón de un devoto de Milei, se supone que ante el eventual rechazo este será inmunológico y no político. O no. Tal vez el nuevo corazón bombee al cerebro un flujo renovado de sangre autoritaria que te fuerce a cambiar de pensamiento. “Así, mirando y mirando, así empezó mi ceguera”, dice la canción.

El poder de las ideas estúpidas es que no es fácil encontrarles respuestas. Durante la pandemia el patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, el primado Filaret, afirmó que la epidemia se había desatado por “un castigo del Señor ante tanto libertinaje homosexual”. Días más tarde, la máxima autoridad religiosa del país fallecía de Covid 19. Hay ocasiones en que se está mejor calladito. Filaret fue un personaje importantes en la vida del jugador Román Zozulya -ultracatólico y cercano a posiciones de ultraderecha-, que se encontró con una fuerte beligerancia por parte de la hinchada del Rayo Vallecano de incorporarse a la entidad por su compromiso neofascista. La movilización popular consiguió que Zozulya nunca debutara en el club madrileño. Durante mucho tiempo ondearon en el estadio banderas con mensajes tan contundentes como: “Vallecas no es lugar para nazis” o “Evitar que un nazi vista La Franja”, en relación a la banda roja que luce el equipo en su camiseta.

Hace unos meses, la otra “Franja”, la de Gaza, hizo caer el fichaje de otro jugador. El pasado 5 de agosto el Fortuna Düsseldorf canceló la contratación del futbolista israelí Shon Weissman por la presión que ejercieron sus aficionados. Cuando los hinchas se enteraron de que el club deseaba hacerse con sus servicios se movilizaron para detener la operación. Weissman, a través de sus redes sociales, se mostró firme en su convicción de llegar hasta el final con el genocidio en Gaza: “Hay que lanzar 200 toneladas de bombas”, “y que no quede ninguno”, fueron algunos de los mensajes publicados. A través de Chance.org recogieron miles de firmas que permitieron disuadir a la entidad de proseguir con su contratación. Estos episodios son algunos ejemplos de como se puede influir en la estrategia deportiva de un club. En ocasiones (pocas, es cierto) el fútbol se inclinó sobre el lado más amable de la historia, se hizo más humano, más comprensible.

En estos tiempos de información ubicua, acelerada, no saber requiere un gran esfuerzo. El cambio es proporcional: esconderse de la realidad exige más trabajo, pero hemos construido más y más refugios, más y más distracciones, más y más mentiras. Seguimos presos de ese imaginario que encumbra a quien aplasta a los demás, y culpa al que tiene el agua al cuello de sus propios males, por falta de cualidades para triunfar en esta lucha libre de todos contra todos. Como si no existieran desventajas y privilegios inmerecidos. Como si la concentración de riqueza en unas pocas manos fuese un mandato evolutivo. Como dijo un amigo: “el pueblo no está deprimido, solo tiene un salario bajo”.

Por Jose Luis Lanao

Share on facebook
Facebook
Share on pinterest
Pinterest
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on email
Email
Scroll al inicio