La reconfiguración geopolítica a la que asistimos hace ruidos, por todos lados, y a veces hace agua también. O, como decía el gran intelectual italiano de principios del siglo XX Antonio Gramsci: «El mundo viejo no termina de morir y el nuevo no acaba de nacer. En el mientras tanto, aparecen los monstruos».
Mientras continúa el genocidio que lleva adelante Israel contra el pueblo palestino, zarpó del puerto de Barcelona la misión humanitaria más grande de la historia. Son más de 30 embarcaciones, pequeñas y medianas, con más de 350 tripulantes de 44 nacionalidades, entre ellos, varios argentinos y argentinas. El próximo jueves 4 se reunirán en el Mediterráneo con otras embarcaciones zarpadas de Túnez, y luego se le irán sumando voluntarios desde Sicilia y Grecia. Lo que intentarán es llevar comida y medicamentos a la Franja de Gaza, si es que no son interceptados por Israel, que ya avisó que los tratará como terroristas. Es parte de los intentos de ocultar el genocidio en marcha, una continuidad de los ataques y asesinatos sistemáticos a periodistas internacionales.
Mientras tanto, empezó setiembre, el mes de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y Bélgica acaba de anunciar que en esa instancia (a partir del 23 de este mes en Nueva York) reconocerá formalmente al Estado Palestino, sumándose a una larga lista de países entre los que están Francia, Canadá, Australia y hasta el Reino Unido (históricos aliados geopolíticos de Estados Unidos, y por consiguiente de Israel).
Como contragolpe estratégico, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu (acusado de delitos de genocidio por la Corte Penal Internacional) anunció que analiza la anexión de Cisjordania, la otra parte de Palestina, separada territorialmente de la ya ocupada Gaza.
Para completar la estrategia agresiva y negacionista, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, les niega las visas a los dirigentes palestinos para que lleguen a Nueva York a participar de la Asamblea General de la ONU. Ya no estamos hablando de Hamás, sino del mismísimo presidente de la Autoridad Nacional Palestina (el Estado en ciernes), Mahmud Abbás, quien es de Al Fatah, la facción política opuesta a Hamás.
Y en el marco de la deriva autoritaria de Trump, insiste con mandar barcos de guerra y marines al Caribe, para amenazar a Venezuela, en primer lugar, y a toda Sudamérica en general, bajo el pretexto de luchar contra el narcotráfico. Si Trump quiere, realmente, luchar contra el narcotráfico, debería centrar sus esfuerzos fronteras adentro, ya que gobierna el país con mayor consumo de drogas del mundo. Debería desbaratar las redes mafiosas estadounidenses y poner énfasis en romper los circuitos financieros, de los cuales los mayores bancos son evidentemente cómplices.
Y mientras Trump se pelea con propios y extraños, amenaza a aliados con aranceles o con invasiones (caso Panamá, Canadá o Dinamarca por Groenlandia), del otro lado del mundo, nos muestran que justamente otro mundo es posible. En Tianjin se realiza la cumbre de la Organización para la Cooperación de Shangai (OCS), un grupo de seguridad regional emergente que incluye a China, India, Rusia, Bielorrusia, Irán, Pakistán, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. En esta reunión euroasiática, Pekín fortalece su liderazgo mundial basándose en ideas tan simples pero contundentes como: un armado multilateral, respeto en la base de las relaciones internacionales, volver a valores básicos, cooperación y desarrollo, es decir, todo lo contrario a las políticas imperialistas de Estados Unidos.
En la práctica, la foto de Xi Jinping con el primer ministro indio Narendra Modi y con el presidente ruso Vladimir Putin, tiene una potencia increíble, que contrasta con la decadencia de Occidente. Rusia demuestra que no está tan sola ni está tan aislada como nos quieren hacer creer los medios hegemónicos, y todos estos países avisan que, ante las amenazas comerciales y la guerra de aranceles, lo que se viene, inexorablemente, es el fin del dólar como patrón del comercio internacional.
Crujidos, llamados de atención, novedades, de un mundo que se va reconfigurando.
Por Mariano Saravia