Santiago Pampillón

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Nació en Mendoza, el 29 de marzo de 1942, pero fue un cordobés por adopción. Allá, en la apacible capital cuyana, había concurrido a la escuela primaria Agustín Álvarez, para luego trasladarse a Córdoba e ingresar a la Escuela de Suboficiales de Aeronáutica, donde llegó a ser abanderado.

A fines de 1964 pidió la baja, pero no regresó a su tierra; se quedó en Córdoba y al año siguiente ingresó a la facultad de Ingeniería para seguir la carrera de Aeronáutica. Para pagar sus estudios, consiguió trabajo como operario de inspección de IKA-Renault, en la planta Santa Isabel. El joven Santiago, uno de los 11.362 operarios que tenía la fábrica por aquellos días, era, además, subdelegado gremial del Smata, el poderoso gremio de los mecánicos. Vivía en una pensión y se lo tenía por un trabajador aplicado, tanto, que la empresa lo había becado para que estudiase inglés en el Instituto de Intercambio Cultural Argentino Norteamericano.

El 28 de junio de 1966 se llevó a cabo el golpe de Estado mediante el cual las Fuerzas Armadas conducidas por el teniente general Juan Carlos Onganía derrocando al gobierno democrático de Arturo Illia. Un mes después, el 29 de julio sucede la Noche de los bastones largos, como se conoce la intervención y ocupación de las universidades públicas autónomas por orden del régimen militar, en la que miles de estudiantes y profesores son reprimidos y detenidos y que produce el exilio de una gran parte de la comunidad científicaargentina.

En Córdoba, como en todos lados, se organizó la resistencia. Por esos días, el control del estudiantado se lo repartían el Integralismo y el movimiento reformista. El primero adscribía al humanismo en boga y cultivaba un aparente apoliticismo, mientras que el segundo reunía en su seno a distintas agrupaciones que, con matices, levantaban las banderas de la Reforma de 1918. Había una tercera línea, el Ateneo, de cuño social cristiano, que sólo se ocupaba de cuestiones reivindicativas. En tiempos de paz, integralistas y reformistas disputaban arduamente los espacios de poder (…). Eso fue hasta que el régimen tomó el control de las casas de estudio, suprimiendo los Consejos académicos, prohibiendo toda actividad política y empujando a la ilegalidad a centros de estudiantes y agrupaciones. Además de censurar las minifaldas y el pelo largo. La irrupción de un enemigo común obligó entonces a las distintas fuerzas estudiantiles a dejar las diferencias de lado y coordinar urgentes acciones de resistencia.

La primera medida fue declarar una huelga general universitaria que, si bien fue decretada por 15 días, se prolongó en el tiempo. La resolución se tomó en una asamblea multitudinaria “uno de los oradores fue el joven Domingo Felipe Cavallo” que se realizó frente al Pabellón Argentina de la Ciudad Universitaria y tuvo un amplio acatamiento: durante el primer mes las actividades se paralizaron por completo. La tensión aumentó cuando, el 18 de agosto, la policía baleó a un grupo de estudiantes en las puertas del hospital de Clínicas, hiriendo a uno de ellos, Alberto Cerda. Presuroso, el ministro de Gobierno “Guillermo Becerra Ferrer, sobrino del gobernador Miguel Ferrer Deheza” dijo que, en adelante, la policía no emplearía armas de fuego para reprimir. Después de los gobiernos plebeyos de Zanichelli y Páez Molina, la vieja aristocracia cordobesa, con sus blasones un tanto oxidados, pero con la vocación de poder intacta, volvía a ocupar los puestos de mando.

La convocatoria fue fijada para el miércoles 7 de setiembre en la plaza Colón, y tuvo una alta adhesión. Más de mil estudiantes acudieron para manifestar su apoyo a las medidas de lucha y a la prosecución de la huelga, entre ellos Santiago Pampillón. La policía, que recibió órdenes de la superioridad de reprimir cualquier alteración del orden, montó esa tarde un operativo de seguridad con gran despliegue de patrulleros y carros de asalto. A la hora señalada, cuando uno de los líderes del Integralismo, el estudiante de Derecho Luis Rubio, intentó abrir las deliberaciones, Infantería cargó sobre los manifestantes. Hubo entonces corridas, gases y palos a mansalva.

Los estudiantes rompieron el cerco y enfilaron hacia el centro, decididos a reagruparse en Colón y General Paz. Al caer la noche, los incidentes se generalizaron. Entretanto, la gente se guarecía en sus casas, los negocios bajaban las persianas y el transporte público dejaba de circular por el sector. Pronto las calles de Córdoba se convirtieron en un caos. Sirenas, gases, pedradas y corridas por todos lados.

La tragedia

Cuando algunos grupos dispersos deambulaban por la semidesierta avenida Colón, a la altura de la Galería Cinerama, ocurrió la tragedia: un joven, baleado por un agente de policía desde corta distancia, cayó al piso mortalmente herido. Lo trasladaron de inmediato al Hospital de Urgencias, que en ese tiempo estaba sobre la calle Santa Rosa. Al parecer, llegó sin vida o casi. Pocos minutos después, Sergio Villarruel, periodista de Canal 10, confirmó al aire que había muerto.

La noticia circuló de boca en boca entre los distintos grupos de manifestantes, que se replegaron al barrio Clínicas y lo coparon en señal de repudio. La toma se mantuvo durante toda esa noche y recién al día siguiente las fuerzas de seguridad pudieron retomar el control de la situación. Durante los días subsiguientes se mantuvo el clima de tensión, en tanto que un cordón policial impedía a los estudiantes llegar hasta la puerta del hospital donde supuestamente el herido aún se hallaba con vida. Según la versión oficial, el fallecimiento se produjo recién el lunes 12 de setiembre. Se llamaba Santiago Pampillón y tenía 24 años de edad.

En solidaridad con el movimiento estudiantil, Miguel Correa, dirigente del sindicato maderero e integrante del secretariado de la CGT de Córdoba organizó una Marcha de Silencio para el día 21 de septiembre de 1966, por lo que se declaró día de duelo el Día del Estudiante, marcha que congrego más de 3000 personas entre obreros y estudiantes,  quefue reprimida en las inmediaciones de la Plaza España por efectivos de la policía federal que contaban con además con el apoyo de la infantería y bomberos de la policía provincial, hubo más de 60 detenidos.También se ha consignado que “Obreros de diferentes plantas fabriles realizaron paros de 10 minutos. Durante toda la jornada se sucedieron pequeños homenajes” y que, entre los estudiantes universitarios, “el Integralismo convocó a una misa”. El cuerpo de Santiago Pampillón fue llevado a Mendoza para su entierro donde una multitud despidió sus restos en medio de un cese completo de las actividades en toda la ciudad.

Por Alejandro Franchini

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