En pleno fragor de las luchas sindicales hacia fines de los ’60 y principios de los ’70, Raimundo planteó un desafío que llegó a incomodar a buena parte de la dirigencia sindical.
El alentaba con todas sus fuerzas las heroicas acciones de las masas obreras, de hecho había sido elegido para conducir la CGT de los Argentinos enarbolando un programa de liberación.
Pero advertía que por ser parte de la estructura de un sistema de explotación, los sindicatos tenían el límite de la legalidad que les impone el propio sistema.
Convirtiéndose a menudo en una trampa posible de intervenir y encarcelar a los dirigentes que conducen las luchas.
Raimundo planteaba la imperiosa necesidad de construir organizaciones revolucionarias con capacidad de articular con los sindicatos.
Ha transcurrido más de medio siglo de aquellas lúcidas reflexiones, también del documeto de la CGT de los Argentinos en los albores de la democracia, luego de un largo período de proscripción al peronismo.
“No alcanza con ser mayoría, tampoco con ganar una elección y llegar a ser gobierno, en todo caso si lo logramos habremos alcanzado una cuota limitada de poder, no el poder mismo.
Hace 9 años, el 1 de agosto de 2016 despedimos a Raimundo en el emblemático primer piso de la sede histórica de nuestra FGB y la CGT-A.
Ese día estuvieron presentes Cristina, Taiana y muchos otros compañeros y compañeras que aún creen fervientemente en la misión revolucionaria que le cabe al movimiento peronista.
Ese día cantamos la marcha con toda la fuerza que sale del corazón.
Hoy, al recordar a Raimundo, veamos como la historia confirma sus advertencias.
Los poderes fácticos, guardianes del sistema, tienen presa y proscripta a Cristina, las elecciones para ellos son una práctica menor.
A través de la periódica puesta en marcha de las políticas neoliberales han conseguido que casi la mitad de la clase trabajadora no tenga organización sindical que la contenga.
La destrucción del estado y de la industria nacional con cierres de empresas y despidos masivos, debilitan objetivamente la capacidad de respuesta gremial.
Los salarios se derrumban y en el marco de la “legalidad” que el sistema controla, incluyendo la represión, el gobierno no homologa los acuerdos con la complicidad de algunas patronales y el objetivo de eliminar definitivamente las negociaciones colectivas.
Las advertencias que formulaba en aquel tiempo Raimundo aparecen hoy más claras que nunca.
Si el Sindicalismo no es de Liberación, si la unidad no se construye en torno a un programa que se proponga desarmar el poder de las corporaciones antidemocráticas, la agonía puede ser eterna.
Por Hector Amichetti