LA COMUNICACIÓN DE MILEI, DE DISRUPTIVA A REPETITIVA

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Por Norman Berra, analista de opinión pública y mercado

sta semana, durante su discurso en la Fundación Faro, el presidente Javier Milei anunció:
“Voy a dejar de usar insultos”. ¿Fue un acuse de recibo de las últimas mediciones que
relevaron los efectos de una comunicación caracterizada por la auto-referencialidad y la
violencia discursiva? Las alertas al respecto comenzaron en junio pasado: el reporte de redes
de Ad Hoc de ese mes arrojó que la conversación sobre Milei se mantuvo negativa por quinto
mes consecutivo, la racha desfavorable más larga de la era libertaria. El mismo informe
apuntaba que las menciones a su figura seguían bajando cada mes, lo que indicaba un
protagonismo autosostenido y en declive. A fines de julio, el monitor de redes de Tendencias
Consultora confirmó el retroceso del respaldo digital al presidente: el apoyo medido en likes
cayó entre tres y cuatro veces respecto a los primeros meses de su gestión.

La pérdida de apoyo fue aún más pronunciada en las publicaciones vinculadas a la denominada
´batalla cultural´. “Si separamos la caída de todos los posteos entre los de batalla cultural y el
resto, encontramos que la caída fue mucho mayor entre los de batalla cultural: perdieron
80,4% de likes, mientras que el resto cayó 63,8%”, destacó el informe . El
contexto de este cambio de tendencia es una situación económica donde la desaceleración
inflacionaria viene perdiendo centralidad como mérito de gestión y la preocupación por los
ingresos deteriorados y el pluriempleo ganan protagonismo, agregó el documento.

Consistente con la tendencia que indican los monitores de sentimiento social en redes, las
últimas encuestas nacionales ratifican que el apoyo al oficialismo es minoritario en esta
materia: según una reciente medición de la consultora Casa Tres, al 40% de los electores les
gustan las formas del gobierno, vs 54% a los que no . La brecha de 14 puntos
porcentuales desfavorables es nítida y también se aprecia que el rechazo es mucho mayor
entre las mujeres, algo entendible dada la virulencia del discurso presidencial contra ese
género.

Con mayor negatividad aún, la última encuesta nacional de Analogías arrojó apenas 22,3% de
votantes a los que les gustan las formas y el modo de comunicar del presidente, vs 73,3% a los
que no les gustan. En este caso, el saldo desfavorable trepa a 51 pp. El rechazo
es mayoritario por género, edad y niveles de instrucción, si bien con algunos matices.

Como dato relativamente positivo, casi 51% cree que la forma de comunicarse del presidente
es genuina, vs casi 33% que la ve como parte de un “acting”. Como lectura
favorable, se puede plantear que se le reconoce espontaneidad a Milei. El problema, sin embargo, es que dos tercios de los electores (66,3%) califican como violentas sus formas discursivas, lo que casi triplica a quienes opinan lo contrario: 24,4% .

Esa percepción de violencia discursiva no es caprichosa: según el último informe de redes de
Ad Hoc, Milei es el político argentino más provocador y el usuario no troll que más insultos y
agresiones realizó en los últimos 2 años.

En síntesis: 1) tanto las encuestas nacionales como los monitores de sentimiento social en
redes muestran rechazos mayoritarios a la comunicación presidencial 2) eso sugiere que el
contenido y las formas de su relato funcionan como aceleradores del malestar, pues sólo
reciben apoyos en el orden del 25%-40% del electorado 3) si bien un nivel de apoyo que se
traduzca en un tercio de los votos o algo por encima puede ser suficiente para confirmar al
oficialismo como primera minoría electoral en los comicios de medio término de octubre, la
comunicación presidencial pierde novedad y centralidad en la agenda; está dejando de ser
disruptiva, para resultar repetitiva.

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