Agustín Tosco, una figura insoslayable en la historia del sindicalismo argentino, emergió de una pequeña localidad cordobesa para convertirse en un ícono de la lucha obrera.
Su vida, detallada en grabaciones que nos permiten viajar en el tiempo, es un testimonio de compromiso y coherencia. No fue un líder de escritorio, sino un dirigente que, a pesar de su ascenso meteórico, nunca abandonó el taller ni se desprendió de su mameluco de trabajo, el símbolo más poderoso de su identidad de clase.
Un Gremialista con Visión y Principios
Nacido en 1930 en Coronel Moldes, Tosco fue mucho más que el secretario general de Luz y Fuerza de Córdoba. Fue un estratega y un intelectual que supo fusionar la militancia gremial con una clara ideología. Estudió en la universidad creada por el peronismo (la Universidad Obrera Nacional) pero su pensamiento, influenciado por el marxismo, lo llevó a declararse independiente de cualquier partido. Esta postura lo convirtió en una voz crítica y respetada, incluso en el seno de la propia CGT.
El Corazón del Cordobazo
El momento cumbre de su carrera, y de la historia de Córdoba, fue el Cordobazo de 1969. En ese levantamiento popular, Tosco se erigió como uno de los líderes fundamentales, uniendo a trabajadores, estudiantes y la sociedad en general contra la dictadura militar de Onganía. Su liderazgo no se basó en la demagogia, sino en la capacidad de construir una alianza histórica, demostrando que la unidad obrero-estudiantil era posible y efectiva.
La Lucha y el Precio de la Coherencia
La década de 1970, marcada por la violencia política y el retorno del peronismo, encontró a Tosco en una posición incómoda. Fiel a sus principios, se opuso al “Pacto Social” y criticó las políticas del gobierno, lo que le valió la persecución. Sufrió la cárcel en el penal de Rawson y, finalmente, se vio obligado a vivir en la clandestinidad. Su historia es un claro recordatorio de que la coherencia ideológica, en un contexto político complejo, a menudo exige un alto precio personal.
Agustín Tosco no es solo un nombre en una plaza de Córdoba. Es el reflejo de un sindicalismo de base, combativo y digno, que creyó firmemente en la lucha de clases y en la necesidad de un proyecto político propio para los trabajadores. Su legado sigue vigente, desafiando a las generaciones actuales a reflexionar sobre el verdadero significado del liderazgo gremial.
Por Alejandro Franchini