De acuerdo con los últimos datos del sector, la demanda turística cayó al menos 20 puntos porcentuales respecto al año pasado, afectando de lleno a hoteles, centros de recreación, gastronomía y economías regionales que dependen del movimiento invernal.
Las vacaciones de invierno 2025 llegaron con más incertidumbre que turistas, y los números delatan una realidad alarmante: la actividad turística nacional atraviesa uno de sus peores momentos en años, con caídas de hasta el 40% en la ocupación hotelera y una preocupante pérdida de rentabilidad en todo el país.
De acuerdo con los últimos datos del sector, la demanda turística cayó al menos 20 puntos porcentuales respecto al año pasado, afectando de lleno a hoteles, centros de recreación, gastronomía y economías regionales que dependen del movimiento invernal. El informe de la Asociación de Hoteles de Turismo (AHT) no deja lugar a dudas: la temporada 2025 está marcada por un derrumbe sostenido.
Ciudades tradicionalmente atractivas para el turismo, como Buenos Aires, Mendoza e Iguazú, muestran cifras desoladoras. Solo algunos destinos puntuales —como Bariloche y Villa La Angostura— logran esquivar la tendencia negativa gracias a la llegada de turistas brasileños y una mayor conectividad aérea con Brasil. Sin embargo, el impulso externo no compensa la profunda caída del turismo interno.
“Estamos atravesando un invierno complejo. La baja del turismo internacional y el crecimiento del emisivo afectan directamente a la hotelería nacional”, advirtió Gabriela Ferrucchi, presidenta de la AHT.
Pero la ocupación no es el único problema: la rentabilidad del sector también se desploma. Roberto Amengual, presidente de la cadena Amérian Hoteles, subrayó que en algunos destinos la caída llega al 40% respecto a un 2024 que ya había sido flojo. “Hay plazas que bajaron un 10%, como Termas o Carlos Paz, pero otras como Río Gallegos o Tucumán muestran caídas mucho más profundas”, señaló.
La situación se agrava por un factor estructural: las tarifas hoteleras están completamente desfasadas frente al incremento de los costos operativos. Mientras los precios al consumidor se actualizaron solo un 40% en el último año, los costos del sector treparon entre un 50% y un 800%, según el rubro. Energía, impuestos inmobiliarios y otros servicios esenciales se volvieron impagables. Esta combinación de caída en la demanda y aumento descontrolado de costos pone al borde del colapso a muchos establecimientos.
El turismo emisivo, con un tipo de cambio más favorable para viajar al exterior, también erosiona la demanda interna. Miles de argentinos optaron por destinos como Brasil, tentados por el clima cálido y oportunidades de consumo que no encuentran en el mercado local.
Por si fuera poco, la tendencia a las reservas de último momento complica aún más la planificación del sector. Aunque el receso escolar en Buenos Aires y CABA trajo algo de movimiento, los operadores coinciden en que no alcanza para revertir los números en rojo.
“La sensación de crisis está instalada. Ya se empieza a ver pérdida de empleo en el sector. Sería importante establecer políticas que permitan sostener a la hotelería, que cumple un rol clave en las economías regionales”, alertó Amengual.
En resumen, mientras el invierno avanza, el turismo argentino se congela bajo la presión de tarifas retrasadas, caída de reservas, competencia externa y costos desbocados. Una temporada que solía ser sinónimo de reactivación se ha convertido, este año, en una señal de alarma para un sector que parece quedar a la intemperie.