Francisco se fue, su ejemplo se queda

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Hace unas pocas horas llamó Dios a Francisco para integrarlo al gran Comando que desde las alturas celestiales se propone ordenar el despelote que reina en la tierra.

El Papa, argentino y peronista, hizo lo que pudo y un poco más, durante su misión terrenal.

Hoy lloran su partida los perseguidos de todo el mundo, los marginados, los inmigrantes de todos los continentes, los trabajadores y trabajadoras, los explotados.

Respiran aliviados los grandes millonarios, adoradores del Dios dinero al que Bergoglio definía con frecuencia como el “estiercol del diablo”, se persignan espantados los católicos de la formalidad festejando el fin de de su “escandaloso” papado.

“Este sistema es terrorista” se le escuchó decir en su encuentro con los movimientos sociales en Bolivia, “Es necesario un cambio de estructuras para que la vida sea digna… la participación protagónica de los pueblos que buscan el bien común puede vencer”, fue su manera de alentar a las masas oprimidas.

Cómo no recordar aquel editorial del diario “La Nación” en marzo del 2017 encendiendo alarmas por las críticas de Francisco al capitalismo:

Bergoglio había dicho: “América Latina está sufriendo los efectos de un sistema económico en cuyo centro está el Dios dinero… la política de exclusión mata de hambre y de falta de cultura”.

Desde la mitrista tribuna de doctrina oligárquica le respondían:

“Sin capitalismo no hay progreso material, ni empleo de calidad, ni forma de financiar salud y educación, ni inclusión de los excluídos, ni protección de los más débiles…” acusando al Papa de falta de formación económica.

Que no dirían tiempo después, cuando Francisco consagró Santo al Arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, y beato mártir a nuestro “Pelado” Enrique Angelelli.

“Zurdos de mierda” los denominaría el endiablado Milei que ahora se apresta a viajar al Vaticano para asistir a los funerales del “representante del maligno en la tierra” y también constatar con cierto alivio, que Francisco se marcha definitivamente de este mundo terrenal.

Más de 4400 días de condena cotidiana tuvieron los grandes pecadores de la tierra que hoy actúan como tremendos hipócritas esperando no ser castigados el día en que les toque a ellos partir.

Se equivocan si piensan que la prédica del gran Papa argentino se acabó con su partida, lo suyo serán siempre las grandes verdades cristianas que nunca mueren, que palpitan en el sentimiento de los pueblos hasta que el día menos esperado afloran indefectiblemente en forma de revolución.

Por Héctor Amichetti

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