Sobre discriminaciones nadie sabe tanto como la mujer.
El tango lo demuestra: El hombre puede ser buen mozo (Copes), un gordo infernal (Virulazo), un enano cirrósico (Pepito Avellaneda) o un viejo choto (casi todos los consagrados), vestirá siempre de gris o de negro, y tendrá a su cargo maniobras poco comprometidas. En cambio, la mujer deberá estar divina, requeteproducida, en silueta y, de yapa, hacer las más vistosas, atléticas y arriesgadas piruetas, todo marcha atrás y con tacos altos. Sin embargo, los créditos serán para ‘el varón y su muñeca, el pulso conductor de la pareja’… cosa por completo inverificable, pero sin la cual (parece) la mujer se volvería un maniquí de trapo, sin habilidad ninguna de su parte.
El trabajo también lo demuestra: Las trabajadoras cobran hasta un 40% menos por la misma tarea que los hombres. Si tienen cargos jerárquicos es porque han hecho excepcionales esfuerzos para conseguirlos, y deberán repetirlos al ejercer. Y, la mayoría del tiempo, deberá soportar acosos sexuales (implícitos y no) que a nadie llamarán la atención por ser parte de las costumbres del país. Las peores groserías serán consideradas piropos que la mujer provoca ‘de sutiles maneras’ y que, por lo tanto, la tienen… como culpable, no como víctima.
Y la pobreza lo demuestra más todavía: Cuando una familia pierde a la madre (aunque goce de alto nivel económico y no la acosen otras desgracias) los hijos toman cada uno su rumbo apenas pueden, el padre se dedica a sí mismo y la familia se separa. En cambio, cuando falta el padre, la madrecita argentina (aunque viva en la mayor pobreza y las enfermedades o la violencia se ensañen con ella) mantendrá sus hijos prendidos a su pollera, le hará frente a lo que sea y la familia seguirá unida… pero tamaña disparidad de conductas y resultados no llama la atención, se la juzga cosa muy natural. Casi nadie reprocha al padre, casi nadie alaba a la madre.
Podríamos continuar con peores ejemplos: trabajo esclavo, violencia familiar, abuso infantil… No es justo seguir así. La discriminación negativa de cualquiera de las partes disminuye al conjunto. El Sujeto Colectivo que estamos construyendo no puede ir por la Liberación Nacional… con una mano atada.
Por eso, desde la FePoTra en adelante, nuestros cupos son fifty-fifty. Basta ya de marginación y atraso de las compañeras, la práctica está demostrando que su crecimiento no tiene techo. Es hora que sepan que acá, entre nosotros, están en familia. Que ese bajo perfil (al que la mayoría de ellas adhirió en defensa propia) acá adentro, entre sus compañeros, no es necesario. Que pueden ser tan dominantes, ingeniosas, contundentes, apabullantes, seductoras, sinceras y machonas como les plazca… Estamos en casa. Somos familia. No hay peligro, acá.
Porque necesitamos (ahora sí, hacia fuera y hacia adelante de nosotros) una nueva militancia femenina que tome el toro por las astas: que discuta, con Voz Argentina, las cuestiones estratégicas de la Patria Grande del Caribe y la América del Sur. Esa temática excede largamente las cuestiones de género en que ciertas corrientes políticas arrinconan a las mujeres y a la juventud (esas dos presencias tan incómodas al orden conservador). Por eso, mejor no tengamos nunca Juventud, ni Rama Femenina… (ni Orden Conservador).
En esta conciencia, deberíamos tomar ejemplo natural de los elefantes o de las hienas (cuyas manadas son conducidas por hembras), de los leones (que, sin la estrategia y coordinación colectiva de las leonas al cazar, pasarían hambre, como todos los solitarios), de los caballos (que siguen a su yegua madrina), etc. etc.
Es decir, deberíamos propiciar, en nuestro Sujeto Colectivo, el advenimiento de Hembras Alfa.
Compañeras nuevas, con vocación de liderazgo. Vocación que crearemos primero y desarrollaremos después. Mujeres de la Patria Grande que, en vez de masculinizarse como la Tatcher de Inglaterra o la Merkel de Alemania, surjan desde otro lugar, como Bachelet en Chile, Cristina en Argentina o Dilma en Brasil. Miles y miles de Hembras Alfa en la Patria Grande. Liderazgos frescos para este naciente Socialismo del Siglo XXI que viene al mundo desde un territorio no imperialista. Nuevos perfiles para una Patria Grande que tiene un mensaje de paz ecuménica. Así lo demuestra su propia historia de jamás haber invadido o colonizado a otros países.
Un Socialismo de la periferia, de los explotados de la Tierra, con un protagonismo central de nuestras compañeras. Hembras Alfa de la Patria Grande que superarán (con nuestra ayuda solidaria) la discriminación y el sometimiento. Injusticias que ellas conocen, no desde el cómodo lugar de los opresores ni desde ‘la noticia’ a los espectadores, sino desde abajo y desde adentro… desde el dolor y la impotencia de ser sus víctimas.
Que nadie subestime lo que esto significa.
Tal vez el humor ayude a entender: Un astronauta, recién aterrizado, cambia la historia de la humanidad con solo tres palabras. Dice haber conocido a Dios en el espacio. Entonces, los medios (ansiosos después de más de veinte siglos de silencio de Ese que mandó a su Hijo a expiar nuestros pecados) le preguntan, en conferencia de prensa, al aire y en cadena mundial: ¿Cómo es Él?… ¿Es alto?… ¿Tiene barba?… ¿Ojos azules?… ¿Voz grave?… Y el astronauta (que no se recupera de su estupor, con los ojos muy abiertos) contesta: … ¡Ella-es-negra!
Por Bárbara Solernou Social 21 La Tendencia