Tregua entre Israel y Hamas

franja de gaza
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Después de 15 meses de guerra y más de 50 mil muertos, se llegó a un acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás, para poner fin a los combates en la Franja de Gaza. Este acuerdo entrará en vigor el próximo domingo y en la primera de tres etapas incluye: el ingreso de 600 camiones por día con ayuda humanitaria a la Franja de Gaza y la liberación de mil prisioneros palestinos a cambio de 33 rehenes israelíes.

Esto podría ser una buena noticia si finalmente se implementa y pone fin a este verdadero genocidio israelí, que en 15 meses ha dejado la escalofriante cifra de casi 50 mil palestinos exterminados. No es una guerra, es un genocidio, pero eso no implica que no haya habido resistencia de parte de los palestinos, y ahí hay que buscar la clave de este acuerdo, que significa claramente una derrota para el régimen colonial israelí.

Porque sin ese derrota militar y política que significa el empantanamiento de Israel en Gaza, el gobierno genocida de Benjamín Netanyahu no hubiera nunca aceptado este acuerdo. Si lo hizo, es por dos motivos: por un lado, porque internamente su propio pueblo le está pasando factura de que no avanzaba militarmente y no conseguía la liberación de los rehenes en manos de Hamás; y por otro lado porque su padrino, Estados Unidos, movió fichas a días del cambio de presidente, también poniendo un límite al chorro de millones de dólares que destina a una guerra que sabe que Israel no podrá ganar totalmente nunca. Este punto es crucial, porque por más matanzas que cometa el régimen de Tel Aviv, sabe que nunca podrá exterminar a todo el pueblo palestino, y sabe también que ese pueblo nunca se dará por vencido. De hecho, en medio de los festejos, desde la conducción política de Hamás, se ratificó la consigna de continuar la resistencia “hasta la victoria o el martirio”.

Es fundamental entender que Israel no logró sus objetivos confesados: destruir a Hamas (ni siquiera lo sacó del poder en Gaza) y recuperar a los rehenes por la vía militar. Y tampoco logró los objetivos no declarados: la limpieza étnica de la Franja de Gaza y volver a ocupar esa tierra con colonias, tan ilegales como las que Israel mantiene en Cisjordania.

¿Es tarde? Por supuesto, este acuerdo llega muy tarde, porque se podría haber logrado mucho antes, con logros similares o mejores para ambos lados, y evitando la muerte de decenas de miles de seres humanos. Pero si no se hizo antes, hay que pensar que los 50 mil palestinos muertos eran parte de un objetivo central, no solo de Israel, sino también de las potencias occidentales que, no solo se lo permitieron, sino que lo propiciaron otorgándole las armas genocidas, principalmente Estados Unidos y el Reino Unido.

¿Es una victoria palestina? Relativamente. Sí, se podría decir que sí, por todo lo dicho antes, y así lo celebran no solo en Gaza y Cisjordania, sino también en todo el mundo las organizaciones populares solidarias con la causa palestina. Pero no hay que perder de vista que la tregua, aunque necesaria, no es más que un alto al fuego que podría ser temporal. Las causas subyacentes del conflicto, que incluyen la ocupación, el bloqueo y la falta de un diálogo, siguen sin resolverse. La comunidad internacional observa con atención, pero las acciones concretas para abordar estas cuestiones brillan por su ausencia.

El papel de los mediadores, como Egipto y Qatar, ha sido fundamental para alcanzar este acuerdo. Sin embargo, la pregunta que persiste es: ¿qué sucederá una vez que se levanten las armas? La historia nos ha enseñado que las treguas pueden ser efímeras si no se acompañan de un compromiso genuino por parte de ambas partes para abordar las raíces del conflicto. Es decir, la constitución de dos Estados, que Israel vuelva a sus fronteras de 1967 como exige la ONU, que desocupe sus colonias ilegales en territorio cisjordano, que ponga fin a su ocupación militar y a su régimen de Aparteid, que garantice el derecho al retorno de los refugiados, descendientes de los que expulsó de sus casas en 1947, y que se decida a compartir la ciudad santa de Jerusalén, cuya parte oriental deberá ser la futura capital del Estado de Palestina.

Si el mundo no obliga al Estado de ocupación a caminar hacia esos objetivos, ésta será solo una tregua, un descanso entre un genocidio y otro, el próximo.

Por Mariano Saravia para el diario de Carlos Paz

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