EL AÑO DE LOS  ÍDOLOS ULTRALIBERALES

dibu martinez
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Las vacaciones en EEUU no tienen ese halo sacramental del resto de países. Si uno pregunta a un camarero de Nueva York cuántos días de asueto le cuentan  por año, se puede encontrar con que le diga que tantos como quiera, como “no me las pagan”.

No se entienden las vacaciones como un derecho amparado por la ley. La mitad de los trabajadores estadounidense no tienen vacaciones pagadas y los que disfrutan de ellas cuentan con una media engañosa de 10 días al año. Son datos de un informe del Center for Economic and Policy Research (CEPR) que confirma a EEUU como “la única economía avanzada” que no garantiza este derecho. Siguiendo los pasos del Imperio nuestro país se encamina en esa dirección. No tanto por la falta de derechos sino de recursos. Pero no desesperen. Milei, sin saberlo, ha concebido las “vacaciones clandestinas”. Un modelo que consiste en cerrar la casa a cal y canto, con persianas bajadas, diseñado para evitar su desprestigio con los vecinos de la escalera. Es necesario, con anterioridad, hacer  acopio de provisiones en la heladera y, por lo demás, un buen ventilador, unos cuantos libros,  poner al mínimo el volumen de la radio y la televisión, estar al tanto del tiempo en la costa por si surge alguna llamada indiscreta, y dejar de usar por la noche la luz eléctrica y acostumbrarse a moverse en la oscuridad con una linterna. Aunque no lo crea, usted ya está de vacaciones. Es que Milei aprieta pero no ahoga.

El fútbol también está de vacaciones. Por poco tiempo, como los estadounidenses. Fútbol y política son territorios particularmente fértiles para el divorcio entre actos y principios. Que se lo digan al Gobierno, que durante el año recibió una cascada de adhesiones ultraliberales de ídolos de un nivel tan elevado, que no es descabellado que nuestro país reclame organizar -sabedor de que se puede quedar con el campeonato- de un Mundialito futbolístico de extrema derecha. El problema va a estar en el arco, se acumulan las estrellas: Chilavert, Pumpido, el “dibu”, Abbondanzieri, el loco Gatti. Arriba también hay problemas: Tévez, Aguero, Palermo, Kempes, Batistuta. Un equipazo. Da verdadera pereza mencionarlos a todos. Entre otras cosas porque uno se queda sin espacio. A veces un marciano -solo uno- decide poner la mirada en otro sitio, y lo hacen carne picada. Que soledad la de Riquelme.  

Lo que fascina de estos ídolos ultraliberales es el contraste entre la intemperie ártica de la realidad y lo calentito que se está en casa. Con esa capacidad de abstraerse de lo que ocurre fuera. Prefieren estar distraídos. Distraer es, desde luego, el verbo más certero para definir lo que está pasando. Aquello que distrae es lo que se lleva, como esa distracción líquida de la realidad que vacía los hechos para generar un estado de opinión alterado.

En este viaje a la oscuridad de la condición humana estos patriotas del balón, tan pegaditos a Milei, te hacen creer que la culpa es tuya, que tienes lo que te mereces, que hoy toca sufrir, y que nunca han tenido demasiado tiempo para
detenerse en los demás, ni en la desigualdad, ni en la justa distribución de la riqueza. Esas tonterías que definen nuestras vidas. Les vendría bien una vacaciones clandestinas.

Por Jose Luis Lanao (*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979

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