El largo viaje filosófico y político de Carlos Astrada a través de Heidegger, el peronismo, Hegel y Mao.

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Carlos Astrada fue un importante filósofo argentino vinculado a la tradición marxista. Olvidado por la memoria intelectual y política de los argentinos ha corrido el mismo destino que otros pensadores que no se resignaron a ser meros reproductores académicos del capitalismo dependiente. Podemos rastrear un hilo conductor a lo largo de toda su obra: su permanente preocupación por la radicalidad de la indagación ontológica, el análisis de la formación de la autoconciencia de los argentinos y no huirle al desafío que implica el marxismo para la filosofía tradicional.

A mediados de los años de 1920 dejó su Córdoba natal para marcharse a la universidad alemana de Friburgo en la que fue becado formándose al lado de Martín Heidegger, Max Scheler, Edmund Husserl y Nicolai Hartman, los clásicos impugnadores alemanes de la modernidad occidental, de su ciencia cuantitativa y acumulativa y del olvido del ser, del mundo de la vida y de la esfera axiológica. Recién llegado de Alemania en 1932, Astrada aborda la concepción materialista de la historia circunscribiéndola únicamente a la época del capitalismo, en un planteo muy audaz, sumamente culturalista influido por Nietzsche y Weber.

Los textos principales de esta primera época son: “Idealismo fenomenológico y metafísica existencial (1936), “La Ética formal y los valores” (1938), “El juego metafísico” (1942) y “Temporalidad” (1943). Fragmentado, olvidado y habiendo sufrido reconstrucciones sobre sus obras, hagiográficas algunas, y maniqueas otras, es importante rescatarlo como lo que fue: un intelectual comprometido, según los términos de Gramsci, en el trabajo de forjador de la “argamasa teórica” y experto en el conocimiento de las superestructuras culturales. Gran defensor de la Revolución Rusa dijo que “(…) Nuestra época asiste a la originalidad de la creación rusa.

Los ideólogos reformistas pretenden que el ensayo de Rusia no ofrece ninguna novedad, porque se trata de la aplicación de ideas y doctrinas ya conocidas y formuladas hace tiempo por pensadores y reformadores sociales. Pero no, los rusos han osado heroicamente plasmar en la realidad un viejo y audaz ensueño de redención humana, y esto les parece poco original a aquellos ideólogos que, carentes de emoción histórica, se complacen en vanos doctrinarismos para retardar la hora de la justicia social.”1. Durante la década de 1930 mientras los filósofos oficiales sustituían la ilusión del progreso lineal e indefinido del positivismo de Comte y Spencer por el irracionalismo y la ininteligibilidad del mundo de Bergson, Astrada marcó también su diferencia con ellos adscribiendo a un nacionalismo anticlerical y antihispanista que si bien tuvo ciertos tics elitistas nunca se emparentó con la derecha nacionalista y reaccionaria. Lo sedujo la experiencia de masas del peronismo al que acompañó desde la producción teórica y los cargos públicos.

En el primer aspecto podemos destacar: “El Mito Gaucho “(1948), “Tierra y figura” (muestra su gran pasión por lo nacional) (1948) “La revolución existencialista “(1950), aunque de este período sus mejores textos son “Sociología de la guerra y Filosofía de la Paz” en la que trató de delinear una ideología nacional democrática para las fuerzas armadas y “Fetichismo constitucional” (1949) en las que trazó las bases filosóficas de la reforma constitucional de 1949. En el plano institucional y como director del Instituto de Filosofía de la UBA fue el gestor del Congreso Nacional de Filosofía realizado en Mendoza en 1948, en la que el General Perón dio su famoso discurso conocido luego como “La Comunidad Organizada”. El Golpe oligárquico de 1955 lo despojó de sus cátedras y lo condenó al silencio.

Ya en su madurez y luego de este largo rodeo por Heidegger y el peronismo, se reencontrará con el marxismo a través de Hegel, dedicándose, en esta etapa de su vida, a analizar la relación Marx-Hegel. De esta preocupación casi obsesiva surgen: “Hegel y la dialéctica” (1956), “El marxismo y las escatologías” (1957), “Marx y Hegel” (1958) y “La doble faz de la dialéctica” (1962). Visitará y dictará cátedras en la Unión Soviética y China y terminará su viaje filosófico y político como un teórico del maoísmo.

Sus últimos trabajos apuntan a un ajuste de cuentas con el irracionalismo y a una última evaluación, precisa y serena, de los trabajos de Martin Heidegger. Las obras más importantes de este período son: “Nietzsche y la crisis del irracionalismo” (1961), “Trabajo y alineación” (1966) y “Heidegger” (1968). En una época de pensamiento débil como la actual y en la cual abrumados por el paradigma neoliberal del supuesto “Fin de la Historia” y el resurgir del neofascismo, 1 Astrada, Carlos, “El renacimiento del Mito”, en Cuasimodo (publicación dirigida por Julio Barcos)20 de junio de 1921.

Nuestro pueblo es sometido a un bombardeo mediático apolitizador y acrítico, sus escritos cobran una vigencia inusitada y resultan una guía mas que útil a la hora de entender cómo la clase dominante, en palabras de Rodolfo Walsh, siendo la dueña del pensamiento, se convierte en dueña de todas las otras cosas también. Valoremos lo más lúcido y vibrante del pensamiento de Carlos Astrada en función del cambio de las reglas de juego de la construcción de la cultura argentina polemizando y criticando los marcos propuestos por los mandarines de siempre. Recuperemos los aspectos más ricos y originales de su pensamiento rescatándolo del olvido al que lo sometió la cultura tradicional manejada por esa intelectualidad que acompañó silenciosamente nuestro sometimiento y destrucción nacional.

Por: Maximiliano Molocznik.


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