La era Milei: de la promesa de ganar en dólares a vender ropa usada en las plazas para llegar a fin de mes

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“Nos vino una factura que pasó de 3 mil a 22 mil pesos, y bueno, tenemos que venir a vender”, explica Eduardo, un jubilado que llegó a la feria.

“En TikTok me apareció una chica que dijo que se le ocurrió venir a vender  ropa que tenía. La plata me sirve. Esta es una de las alternativas que hay para hacer unos mangos ahora. Hay gente que desde hace mucho tiempo lo hace que es la que pide ropa en las casas porque lo necesita de verdad.

Mabel es una vendedora que tiene tres años de experiencia en esta feria, con sus valijas llenas
de ropa explica que observó un incremento de gente que ofrece lo que tiene y lo que consigue para
“enfrentar un momento crítico, en el que no alcanza la plata”.
 “Yo traigo cosas que deja mi nieto, que me dan las señoras donde yo trabajaba o que me regalan. Y ahora vengo con más razón porque estoy jubilada y estamos en el horno.

Hay mucha más gente en la plaza. Antes había más espacio, ahora está lleno. Las personas compran porque para ellos también es económico.
Compran hasta colchas, frazadas, ropa de chico, mucho abrigo, zapatillas. Hay mucha gente joven que viene a vender sus cosas. Antes éramos todos grandes y ahora hay un cta cientos empleos montón de adolescentes”, comenta Mabel.

La mujer, que pasa todos los domingos ocho horas en la feria, muestra un par de zapatillas negras de una marca intermedia que reposa en el pasto. Dice que a esas el comprador se las puede llevar a 10 mil pesos, precio “que es imposible encontrar en un negocio”.
Si bien los valores varían según el ojo de quien venda hay pantalones sastreros que se cobran desde 4 mil pesos, tapados desde 7 mil pesos, blusas desde 2 mil pesos y buzos desde 3 mil pesos. Los precios coin- ciden, en su mayoría, con los de la feria del Parque Centenario, en Caballito, una de las más grandes de la ciudad de Buenos Aires.

Marina perdió el trabajo hace tres meses y desde entonces dedica los fines de semana y feriados a vender, comprar y revender  prendas en esta feria. “Tengo que buscar algo para dar de comer a mi hijo, tengo 45 años y me pasó de ir a varios trabajos y que me digan “¿cuántos años tenés? Aceptamos hasta 30 años”. Vendo  ropa que junto, ropa mía o que me dieron. Un amigo me dejó ropa a precios muy bajos para poder comprarle y traerla a vender, para ganar una diferencia”, expresa. La mujer recorre la feria buscando precios para reventa. Compra a otros que, como ella, vienen con lo poco que tienen o consiguen cada fin de semana.

Marina remarca que la cantidad de espacios libres para ofrecer se redujo mucho a partir del cierre de “la jaula” del Centenario hace dos meses -lo que motivó el desplazamiento y ocupación de otras zonas del parque, incluyendo los alrededores del Hospital de Oncología Marie Curie y la llegada de vendedores que fueron corridos de Parque Patricios, donde solo se preservan los puestos oficiales, habilitados por el Gobierno de la Ciudad.

Más allá de las ferias de artesanías y los puestos oficiales del parque, están los vendedores que ganaron territorio por la frecuencia con que venden sus cosas. Mayoritariamente se ubican en las zonas más visibles del parque, sobre la avenida Patricias Argentinas.

Quienes tienen menos tiempo en la plaza y que tal vez por horarios no consiguen otro espacio se instalan alrededor de las calles internas, algo que define el caudal de ventas que cada uno puede lograr.
El año pasado y este año caímos en que tenemos que vender cosas personales, en que tenemos que hacerlo para pagar gastos de luz, de gas, de agua. Nos vino una factura que pasó de 3 mil a 22 mil pesos, y bueno, tenemos que venir a vender”, explica Eduardo, un jubilado que llegó a la feria con su pareja hace pocos meses para hacer un dinero extra los domingos.

Aclara que venden bien barato para asegurarse de no volver a casa con las manos vacías: “tenemos a 2 mil pesos los zapatos y las botas de mujer. Si las vendés a 10 mil pesos, nadie te compra. Las camperas son de marca, están a 15 mil pesos, son muy buenas. Lo hacemos para subsistir hasta que mejore la situación, tenemos que comer todos los días. Hoy somos 50 por ciento más de nuevos y muchos están en la misma”. Además de las plazas relevadas por Clarín hay otros puntos de la Ciudad donde la gente llega con  prendas propias y conseguidas, como la plaza Garay, en Solís y Avenida Juan de Garay
se consiguen blusas, zapatos y botas de mujer a 2 mil pesos.

Fuente: Clarín

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