Cascada de los Cóndores, el premio a una intensa caminata por un sendero de película

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Son unos 3 kilómetros de sendero propiamente dicho hasta llegar a la imponente Cascada de los Cóndores. Pero todo comienza un poco antes, desde Colanchanga, luego de pasar por el costado del dique La Quebrada, sin cruzar el paredón sino siguiendo el camino que bordea el lago y que va hacia el Camino del Cuadrado. Son apenas 5 kilómetros de ripio hasta llegar al Centro Vecinal de Colanchanga, desde donde se iniciará el recorrido a pie.

Luego de caminar unos 800 metros (no se permite el acompañamiento de mascotas) llegamos al río Ceballos, y desde allí arrancamos el recorrido por el sendero que se abre en uno de sus lados. Tras media hora de caminata zigzagueando de un lado al otro el arroyo, nos internamos en un segmento del sendero que se vuelve muy tupido y donde los rayos del sol apenas traspasan la vegetación.

El día se pone oscuro en medio de una atmósfera de aire denso y húmedo, donde todo huele a naturaleza fresca y esponjosa en un ambiente brumoso. El siempre verde, una especie foránea, es el árbol predominante en este de fondo de quebrada que es bien angosto, con paredes tapizadas de musgos y líquenes donde vale la pena untar la nariz y respirar profundo. Parece un bosque de película, acompañado también por el sonido de algunas aves pequeñas que se mueven velozmente de un lado a otro del arroyo, como el caso del arañero corona rojiza.

Aquí el sendero presenta una dificultad media, con tramos muy barrosos a pesar de que el caudal del arroyo en esta época no es abundante. Sin embargo, el andar se hace muy trabado por la presencia de rocas, raíces y troncos: hay que elegir bien dónde pisar porque un resbalón o una piedra floja puede mandarnos al suelo en un instante.

Media hora más de caminata a ritmo medio, y cuando las piernas ya empiezan a pedir un descanso, detrás de una enorme piedra y mientras cruzamos por enésima vez el río aparece frente a nosotros, a unos 30 metros, la Cascada de los Cóndores en todo su esplendor, bañada de sol, con un pedazo de cielo claro que se deja ver a sus espaldas, brillando en su larga caída de unos 7 metros para terminar de fundir sus aguas en una gran olla mansa, profunda y cristalina. Un gran premio para una caminata intensa.

Fuente: La Nueva Mañana

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