La confusión

image
Read Time:3 Minute, 8 Second

Cae una llovizna liviana sobre la avenida. En la era de la desorientación, el suave episodio natural, tranquiliza. Y ratifica la belleza de Buenos Aires cuando queda envuelta por esa irregular seda grisácea.

De la pantalla surgen los abucheos contra los futbolistas argentinos. La Selección Nacional ha pasado a emblematizar el racismo en el deporte; que le haya tocado disputar el primer partido contra Marruecos, y en Francia, permite inferir el humor con el cual se maneja el azar. Ese irónico protagonista invisible que lanza los dados de Einstein.

Mientras observo el detrás intentando seguir el tranco del cotejo, pienso que el jugador de fútbol en nuestro país ha sido siempre el arquetipo de talento menospreciado por la mediocridad afrancesada y -a la vez, qué curioso- anglófila.

Como ejemplo demasiado significativo, Maradona. Qué no le han dicho al genio. Los homenajes más recientes ocultan, opacan, los insultos resentidos y la vulgaridad de un segmento medio sin gran relevancia a la hora de valuar seres humanos por su origen y por su color.

Esto se extiende al presente. Con el asunto de los cantitos, la carga se transmuta en esquirlas que saltan en todas las direcciones. Cuánta bronca late en el seno de quienes visualizan ¡las fortunas que ganan estos negritos! En referencia directa, específica, a los jugadores argentinos.

Y pienso que la confusión permite corroborar aquellos asertos indicativos del presunto fascismo reinante en la identidad social histórica de nuestro pueblo. Porque más allá de los resultados eventuales de una elección, en esta nación y en la presentación externa que el mundo de la cultura local realiza de la misma, esa forja es “de derecha”.

Hace poco señalé que una de las rarezas del presente, radica en que quienes jamás trabajaron imputan a quienes trabajan desde tiempos inmemoriales para poner de pie al país, por no querer trabajar. A esos, que cuando pierden el puesto de tareas -merced a las políticas impulsadas por los que no trabajan y se permiten esbozar apreciaciones racistas sobre los que trabajan-, se les dice que se movilizan para pedir trabajo porque no quieren trabajar.

Después de muchas décadas de esfuerzo -Sebrelli, por citar un caso reconocible- una filtración de video wasap o algo así, ha logrado “demostrar” que el pueblo argentino es “medio nazi, algo facho, bastante discriminador”. Tal y como lo han apuntado los liberales que arrasaron esta tierra varias veces, y han certificado sus adláteres por izquierda enfundados en banderas democráticas.

Las tribunas francesas estallan contra la Argentina. Los represores de los migrantes, y los migrantes, se fusionan para reprobar un cantito surgido de la habitualmente filosa elaboración de los perseguidos y sojuzgados en este Sur. Un cantito que ni siquiera raspa el primer peldaño del talento que esas capas populares han derramado sobre esta sociedad -y otras- a lo largo de los años.

La llovizna insiste en barrer lentamente las imágenes porteñas. No se transforma en torrente, tampoco cesa. Urge bajar el volumen de las transmisiones deportivas porque enrarecen un ambiente grato. Son parte de la desorientación.

Carece de sentido ofenderse ante los marroquíes. Recibieron el aluvión de imágenes y traducciones generadas durante los festejos de la Copa América, reaccionando en consecuencia. En cuanto a los europeos, bueno, son europeos.

Acá la cuestión pasa por aclarar los panoramas internos y situar a cada quien en su lugar.

El pueblo argentino no es racista; es víctima del racismo. Hasta sus logros más hondos y mejor elaborados, hasta sus creaciones más universales y sus impulsos más justicieros, han sido devaluados para convertirlos en emblema de la significación contraria.

Grité mucho este gol en orsai sobre la hora; pasada la hora a decir verdad.

Aunque lo anulen diez veces.

Lo grito bien gritado.

or Gabriel Fernández, director de La Señal Medios

Share on facebook
Facebook
Share on pinterest
Pinterest
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on email
Email
Scroll al inicio