Escándalo por los cantos de la selección argentina

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Lo venimos diciendo, el fútbol es mucho más que solo fútbol, es la vida misma.

Un escándalo afecta a la selección argentina y empaña la obtención de una nueva Copa América, la segunda seguida y la 16° en su historia. Es que luego del triunfo, entre los festejos privados de los jugadores, se coló una canción racista y sexista especialmente contra los jugadores de Francia.

La Federación Francesa de Fútbol hizo una queja formal ante la FIFA y varios jugadores franceses también se mostraron ofendidos.

Pero, ¿qué fue lo que pasó?

Pasó que, durante los festejos, los jugadores de la selección cantaron y cantaron, dando rienda suelta a su alegría y desahogo. Una de las canciones, era una reciclada del mundial de Qatar, eminentemente racista y homofóbica. ¿Qué dice? Aquí va, para que sepamos de qué hablamos:

“Escuchen, corran la bola, juegan en Francia pero son todos de Angola. Qué lindo es, van a correr, son cometravas como el puto de Mbappé. Su vieja es nigeriana, su viejo camerunés. Pero en el documento, nacionalidad francés (a)”.

¿Y cómo se conoció esta verdadera vergüenza?

Porque fue transmitido en un vivo desde el Instagram de Enzo Fernández, y luego se viralizó.

Primera lección, aunque no la más importante. El fútbol es como la vida, en todo, hasta en lo más absurdo. Sabemos que vivimos en una “cultura redes” donde todo tiene que ser corto, fácil, rápido e inmediato. Pero principalmente, donde todo tiene que mostrarse. El hedonismo y el voyerismo es una plaga y nos hace perder el eje. La necesidad de ser vistos no solo afecta a nuestras hijas o a nosotras mismas cuando nos mostramos haciendo una torta, al lado de un arroyo o hasta en el baño. Va mucho más allá y nos afecta como género, como civilización. Si no, no se entendería cómo, un jugador que debiera estar harto de tanta exposición pública, que adonde va le ponen una cámara y un micrófono, tiene ganas de transmitir un vivo de Instagram en un momento de festejo íntimo con sus amigos. Primer punto grave de lo que pasó.

Pero mucho más grave es lo que hicieron, lo que se conoció gracias al vivo de Instagram.

La canción, como dijimos, fue hecha por los hinchas en el mundial pasado, que también ganó Argentina. Pero como veníamos diciendo de las redes, una vez que algo se viraliza, llega al último rincón, también a los jugadores. Y ellos la adoptaron, pensando más con cabeza de hincha que de profesional. Aquí hay dos problemas.

El primer problema es que un jugador de ese nivel NO puede pensar y actuar como un hincha de cancha, como el energúmeno que tal vez alguna vez fui yo mismo, cuando me paraba en el para-avalanchas o hacía viajes en colectivo siguiendo a mi equipo. No. No está bien. Si a Enzo Fernández o a otro jugador de la selección le sale el hincha que lleva adentro, tiene que haber alguien de la AFA (Asociación del Fútbol Argentino) que lo acompañe, que lo eduque, que lo aconseje, y, sobre todo, que lo proteja. Falla de la dirigencia de la AFA y falla del cuerpo técnico.

Así como se visten de determinada manera (ya sea con traje o con ropa deportiva), así como tienen un estricto régimen de comidas, de la misma manera se tiene que estipular un régimen de palabras, de cantos, de conductas. No para limitar la “libertad de expresión” de nadie, sino para prohibir sí, que atrás de esa mal entendida libertad se ofenda, se denigre a otro ser humano. Eso no es digno de unos campeones.

Pero también es una falla del cuerpo técnico, del cual tantas cosas buenas tenemos para decir. Recuerdo otros técnicos emblemáticos del fútbol argentino que, además de táctica, les enseñaban a sus jugadores valores básicos para la vida. Recuerdo a Sabella en el mundial de Brasil 2014. Dicen que, en un entrenamiento antes del partido contra Irán, Messi preguntó: “¿Alguien sabe cómo juegan estos terroristas?”. Y ahí fue el DT a explicarle amorosamente qué es Irán, quiénes son los iraníes y a darle una pequeñísima lección de geopolítica, pero sobre todo de humanidad.

Recuerdo cuando una vez Maradona le dijo a Menotti que los alemanes eran muy fuertes, y el técnico le respondió: “Venga Diego, siéntese aquí y escúcheme bien: fuerte es usted, que habiendo salido de una villa miseria es el mejor de todos, ¿entiende?”

Recuerdo a Carlos Griguol cuando aconsejaba a sus dirigidos que con la primera plata grande que recibieran se compraran la casa antes que el auto, y uno podría recordar a muchos otros técnicos que también fueron maestros de vida para pibes que a lo mejor lo que más les faltó en la vida fueron maestros.

Entonces, por todo lo dicho, el primer problema es que un jugador de elite NO puede comportarse como un hincha. Pero el segundo problema es mucho más de fondo: y es que estas actitudes NO deberían darse ni siquiera en los propios hinchas. Esa es la disputa que debemos empezar a dar en nuestro fútbol y en nuestra sociedad. Porque el fútbol es un reflejo de la sociedad, y en una sociedad racista el fútbol será racista, en una sociedad sexista, lo mismo, y en una sociedad donde se nos inculca ganar a cualquier costo, el adversario será siempre un enemigo a destruir. Y todo eso nos hace peores, no mejores personas.

Y por favor, si llegaron hasta acá leyendo, no me vengan con el verso del folclore del fútbol o de la pasión, o de lo lindo de las cargadas y el colorido de las hinchadas. Soy el más fanático de todos los fanáticos, tengo cancha y tengo tribuna como nadie, y defiendo a ultranza la calle, la mugre, el color y el sabor del fútbol. Pero eso no tiene nada que ver con la violencia, simbólica o real. Se puede vivir plenamente la pasión del fútbol sin sentir que el otro es mi enemigo y sin denigrarlo.

El tema de fondo en esta cuestión es que, a esta altura del partido, no podemos seguir admitiendo el racismo, la xenofobia, el machismo, la homofobia, y tantas cosas más, en el fútbol. Ni en la sociedad en general. Por lo menos tenemos que intentar contrarrestar esos fenómenos, y se puede empezar hablando del tema, discutiéndolo, no escondiendo la basura bajo la alfombra.

Si no hubiera habido canción racista, los jugadores de la selección no la hubieran conocido, no la hubieran cantado y no la hubieran difundido por Instagram.

¿Cómo terminó la historia? No sé si terminó, pero el último capítulo fue que Enzo Fernández tuvo que disculparse por los cánticos racistas y homofóbicos. Principalmente se disculpó con sus propios compañeros del Chelsea, porque comparte equipo con varios franceses que son hijos de inmigrantes africanos. La historia no es seguro que termine acá, porque el club analiza una sanción para el jugador. Pero como no fue el único, sino que muchos jugadores de la selección cantaban la canción vergonzante, la Federación Francesa de Fútbol insistirá con una sanción ante la FIFA.

Hasta aquí, toda la crítica y la vergüenza que siento como argentino por lo sucedido, y el repudio total a esas expresiones racistas y homofóbicas. Pero déjenme también por favor un último parrafito dedicado a la hipocresía de los de siempre.

¿Ahora resulta que Francia va a querer darnos una lección contra el racismo?

Si volvemos a la premisa de esta nota (el fútbol es un espejo de la sociedad), estamos hablando de una sociedad que estuvo a punto de encumbrar en el gobierno a una expresión neofascista como la de Marine Le Pen, que basa su proyecto de país en la discriminación de los inmigrantes. Es el mismo país de la famosa “Escuela Francesa”, porque recordemos que ellos fueron quienes enseñaron a nuestros genocidas cómo torturar y a desaparecer personas, trayendo su experiencia de las guerras imperialistas en Vietnam y Argelia. Si fuera por pasarnos facturas, tenemos una que dice “30 mil desaparecidos” que podríamos pasarle a Francia, por lo menos para que se haga cargo de su parte.

El racismo es malo venga de donde venga, pero digamos que el otro gran campeón del domingo pasado fue España. Y en los festejos de La Cibeles, una gran parte de los hinchas españoles gritaban: “Yamal, come jamón”, en un cántico total y absolutamente racista e islamofóbico contra Lamine Yamal, la estrella de la selección española, un pibe de 16 años hijo de inmigrantes de Marruecos y Guinea Ecuatorial.

El racismo está ente nosotras, en la sociedad y por consiguiente en el fútbol. Pero el fútbol puede ser un terreno de disputa contra el racismo. ¿Por qué no soñar que, a partir de mejorar el fútbol, seremos capaces algún día de mejorar la sociedad, y el mundo?.

Por Mariano Saravia

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