Notas en el Perón Perón

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El filosofo coreano, Byung-Chul Han, sostiene que estamos en un tiempo posnarrativo. Esto, significa que cada vez es mayor la experiencia de que todo es contingente, que las narrativas no desarrollan ninguna vigorosa fuerza de cohesión.


En estos últimos días, en una afanosa búsqueda nocturna de algún lugar cálido, económico y pintoresco para cenar, por esos misteriosos canales del destino, encallamos en el resto-bar, Perón Perón. Algunos interesantes comentarios podrían hacerse sobre su ubicación y arquitectura. Dejaremos esas reflexiones y referencias a otra oportunidad o plumas más oficiosas.

Es indudable, que su estética procura constituirse en una práctica narrativa instituida e instituyente de una oferta de sentido e identidad. Una estética emuladora de históricas decoraciones de unidades básicas, una grafiteria documentada con aires nostalgiosos de algún viejo y entrañable bodegón sobre la calle obispo Trejo o independencia.


Esos intentos de reproducir un contexto productivo de la identidad propuesta, esa iniciativa cordobesa que pretende replicar el espacio gastronómico madre porteño ya existente, esa capa marquetirena que inevitablemente reviste tal vez objetivos concurrentes nobles y relevantes, en paralelo a la inversión mercantil, se empeña en pararse como una expresión del modo de sentir de una época.
El problema es el clima del modo de sentir de esta época, una ventolera que penetra casi a la totalidad del sentido de las practicas de los comensales sumergidos en esa propuesta gastronómica y narrativa.

El comensalismo, es también, una interesante categoría que hoy no abordaremos, pero, mencionar algunas aristas de las practicas concomitantes percibidas en dicho ámbito, puede permitirnos abordar la crisis de identidad de la histórica narrativa que, en ese edificio de comidas con Marchita, se despliega de modo figurativo.

Entrando en lo observado, nos permitimos hacer algunas breves descripciones. Algunos comensales, no todos ni la mayoría, hacen recorridos por las distintas imágenes y objetos con los cuales se escribe el discurso narrativo. Otros, y otras, muestran una indiferencia llamativa y abierta a hipótesis contradictorias. La febril vocación militante del servicio que en el lugar generan un numero destacables de mozos jóvenes y gentiles, tal vez, exponga mucho mas que una practica adaptativa, sino un rasgo superlativo identitario que sobrevive en estos días de bruma y niebla gringa. La obstinación de establecer una experiencia emergente con hermosas cortinas musicales no disimula, por un lado, la persistencia de un desconocimiento de la letra del himno peronista en las nuevas generaciones, y sus no tan paradójicas fragilidades identitarias a la hora de no entonar, sentados o de pie, el himno Patrio. Por otro lado, la oportunidad casi inexistente en nuestra provincia, de poder cantar la Marchita y el Himno y sentir gritando, que esas narrativas no solo son expresión de nuestra identidad, son como dice el filosofo coreano, las narraciones generadoras de comunidad, y este lugar, en todo caso, puede fungir de refugio en esta noche de tormentas nacionales y provinciales.

Estas breves notas, sobre un lugar cálido y pintoresco, y no tan económico lugar para cenar, aunque en estos tiempos, parece una estúpida aporía buscar un lugar con esos tres atributos, remarcamos y advertimos, que tales refugios pueden representar cavernas platónicas si persisten la ausencia y la cesura de ámbitos de militancia que reconstituyan y reactualicen la histórica narrativa de liberación nacional, de integración Latinoamericana emancipatoria y de la gloriosa tercera posición.

Que tengan buen provecho, falta poquito para que el payaso de Don Orione termine. ¡Pero, ojo! Hoy también nos falta mucho para tener unidad de concepción, planificación y ejecución. ¡Que no se les que me ni arrebate el asado! ¡Salud!

Por Jorge de Unquillo

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