Las anteojeras ideológicas de Milei y Bullrich frente a los BRICS

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“No hago pactos con comunistas”, podría tratarse de una de las típicas frases que decía antes de matar al villano de la trama John McClane, aquel personaje de ficción interpretado por Bruce Willis en la célebre Duro de Matar. Aunque también podría salir de los labios fruncidos de Clint Eastwood mientras empuña el poder del entendimiento de un revolver Magnum. La frase se ajusta a cualquier película de acción hollywoodense concebida bajo la lógica de la guerra fría y la hipótesis de conflicto yanqui de aquel entonces. Sin embargo, lejos de los sets cinematográficos, así entiende el ganador de las PASO a la política exterior argentina. 

No solo Javier Milei rechazó el convite a la Argentina a formar parte del bloque junto a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica; la candidata Patricia Bullrich fue en igual sentido. La presidenta en licencia del PRO espetó lacónicamente: “BRICS, afuera”. Ambos candidatos aducen argumentos similares, acercarse a los países emergentes dificultaría el encolumnamiento con las potencias occidentales. Eso que sus anteojeras ideológicas llaman: “el mundo”. Las posiciones coincidentes de los dos candidatos, también riman con la visión de un tercero: Mauricio Macri.

Cuando “el mundo” le dio la espalda al librecambismo de Macri

Durante su presidencia, el líder de Cambiemos buscó denodadamente orientar la política exterior hacia las potencias occidentales. Entre 2015-2019, Argentina no terminó en acuerdos de libre comercio con potencias industriales ruinosos para su industria de cabotaje por factores externos a sus intenciones. En un principio, la apuesta de Mauricio Macri, a quien quieren como canciller en un eventual gobierno libertario, fue la de sumarse al bloque de bajos aranceles de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú), para confluir desde ahí al Acuerdo Transpacífico (TPP). 

El TPP amagaba con constituirse como la mayor zona de libre comercio del mundo al proponer canales de comercio desprotegidos de arancel entre EEUU y once países repartidos entre Sudamérica, Asia y Oceanía. Fue el triunfo de Donald Trump lo que torpedeó ese avance. El presidente republicano entendía que el acuerdo estimulaba el principal problema económico estadounidense: la relocalización de compañías en Asia y el déficit comercial. El libre comercio atentaba contra su consigna de cabecera “make america great again”.

Frustrado el alineamiento comercial con EEUU por el proteccionismo de Trump, la política exterior del macrismo buscó entonces hacer lo propio con la Unión Europea. Las negociaciones avanzaron positivamente en ese sentido, tal es así que el canciller de aquel momento, Jorge Faurie, le envió un emocionado mensaje al presidente dando cuenta de que el acuerdo Mercosur-UE ya era un hecho. Si bien diferentes industriales locales rechazaban el acuerdo, no se concretó lo convenido por quejas de los europeos. 

Fue la furia de los pequeños agricultores franceses, principalmente, lo que obturó el acuerdo. En Francia el sector emplea a unas 759.000 personas y no tienen posibilidad de competir contra la agricultura de escala sudamericana. Con el 17% de la producción agrícola, Los sub campeones del mundo están a la cabeza de la UE. Le siguen España, Francia, Alemania, Bélgica y Holanda, entre otros, quienes en total recibieron en 2020 subsidios directos por 40 mil millones de euros para incentivar producción. En efecto, los “tractorazos” en esos países defendían estos subsidios que debieran cortarse en caso de acuerdos de libre comercio.

La política exterior, entre los principios y el pragmatismo

La política exterior de los países no se define por apego ideológico o afinidad. Al menos, ningún Estado respetable opera así. Hoy Argentina tiene las puertas abiertas para ingresar a los BRICS, pero tampoco se abrieron por afinidad ideológica y hermandad latinoamericana como suponen algunos. Basta con recordar que en el 2014 bajo la presidencia de Cristina Kirchner la Argentina fue invitada por Rusia para participar de la cumbre del BRICS (en Fortaleza, Brasil). Parecía que el ingreso estaba consumado, pero desde el Palacio de Planalto Dilma Russeff obturó la entrada.

El ex ministro de Planificación Julio De Vido declaró recientemente a una radio que: “en ese momento teníamos una oposición de Brasil para ingresar porque Argentina ahí tenía un rol de competencia mayor con la economía brasilera. Había otro escenario”. Hace diez años atrás la economía brasilera se estancaba previo a comenzar una recesión profunda de ocho trimestres consecutivos con más de 20 meses de aumento de desempleo. Hoy las necesidades de la potencia sudamericana cambiaron y la inestabilidad de la economía argentina hace que no sea una amenaza, al menos en el corto plazo. 

Para qué el club de los BRICS

“Sirve BRICS en la medida en que sepamos que hacer”, dijo Juan Gabriel Tokatlian, Vicerrector de la Universidad Torcuato Di Tella y doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Johns Hopkins. Sobre este foro en donde los miembros establecen medios de cooperación y favorecen a comerciar entre sí con monedas nacionales, pero que no implica acuerdos comerciales ni arancelarios, Tokatlian pidió prudencia. Lejos del “occidentalismo naif” que profesan algunos y de creer que “el mundo asiático nos va a brindar todo”. “Ni lo uno, ni lo otro”, advirtió en declaraciones radiales. 

Argentina tiene la difícil tarea de enmarcar sus relaciones internacionales en políticas de Estado de largo plazo que contrarresten los “malos antecedentes” de una política internacional zigzagueante. Cambiar de estrategia cada cuatro años o según quien gobierne “quita seriedad y previsibilidad al país”, pagando por eso “costos políticos grandes”, señaló el doctor en Relaciones Internacionales.  Quien agregó que “el BRICS surge como una alternativa que no necesariamente debe ser vista como confrontación con occidente”. Lejos de posiciones fanáticas, “en política exterior hay que ser sutil y combinar principismo con pragmatismo”, remarcó Tokatlian. 

Milei en el espejo de Jair Bolsonaro  

No es sino la experiencia de Jair Bolsonaro, referente de Macri, Bullrich y Milei, la que evidencia claramente el absurdo de desafiar una realidad incontrastable (la demanda de los mercados asiáticos) con frases altisonantes. Como hace hoy el líder libertario, cuando Bolsonaro era candidato apuntó su verba incendiaria hacia China, mostrándose pro occidentalista y se postuló como aliado de EEUU en su batalla comercial contra los asiáticos. Pero su cancillería fue más pragmática que ideológica. Su principal socio comercial continúa siendo la gran potencia asiática. Incluso, desatado el conflicto en Ucrania, la relación comercial con Rusia creció.

La que se estancó o, directamente, cayó fue el intercambio comercial con occidente. Si bien los Estados Unidos y la Unión Europea continúan siendo importantes socios comerciales, por debajo de China, cierto es que durante su administración no tuvieron un crecimiento importante acorde con sus discursos de campaña. Inversamente, la cantidad de importaciones a Rusia aumentaron considerablemente, al igual que los volúmenes comprados a China. Pero el mayor incremento (comparando 2018 con 2022) se vio en las compras a Emiratos Árabes e India. 

Los BRICS explican el crecimiento de la economía global

Precisamente, Argentina también incrementó la relación comercial con el país más poblado del mundo. El embajador argentino en India, Hugo Gobbi, explicó en una entrevista radial que formar parte de los BRICS no impidió a los hindúes relacionarse con Estados Unidos o Israel. Con este último también está muy ligado la Rusia de Putin. Hoy los países del BRICS explican “el 60% del crecimiento de la economía mundial”; por tanto, “presentan las mayores oportunidades para el desarrollo de la Argentina”. Aceptar la invitación “es una decisión de naturaleza económica y estratégica”, aclaró el diplomático.

A partir del 1 de enero Argentina deberá resolver si acepta formar parte de este grupo, al cual también se sumarán: Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopía. La evidencia dicta que de ser electos los occidentalistas, el ingreso estaría en riesgo. Sin embargo, las relaciones con el mercado asiático continuarán puesto que los intereses de gran parte de la burguesía argentina están allí, pero sus anticuadas anteojeras ideológicas imposibilitarán aprovechar esas relaciones al máximo.

Fuente: La Nueva Mañana

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